Nube negra en cielo brasileño

Los efectos del cambio climático, con altas dosis de incertidumbre para nuestros pueblos, no fueron la causa para que el primer día del presente año 2019, un país de la región latinoamericana, Brasil –el mayor de todos–, viera su cielo cubierto por una nube negra de esperanzas frustradas, presagio de momentos peores para una población con un 12 % de desempleo y millones de sus hijos en pobreza absoluta.

Jair Bolsonaro, el exponente máximo del conservadurismo brasileño, recibía la banda presidencial de manos de un Michel Temer llegado al poder mediante un golpe de Estado parlamentario y judicial contra la entonces presidenta Dilma Rousseff.

Como preparación para la llegada a este momento infausto, el mandatario saliente y el entonces aspirante Bolsonaro, sabían que la figura del líder popular Luiz Inácio Lula da Silva tenía que ser sacada de la escena pública, pues todas las encuestas lo daban como favorito absoluto para ser el próximo presidente de Brasil.

Para eso había, además, que encerrar a Lula tras las rejas –tarea de la que se encargaría la «justicia» salida de injustas patrañas.

Antes de su llegada al palacio de gobierno de Brasilia, Bolsonaro hacía anuncios diarios cada vez más identificados con la política estadounidense y de manera especial con Donald Trump.

Incluso, en reunión de Bolsonaro con Mike Pompeo, secretario de Estado norteamericano, hablaron de planes para no reconocer al Gobierno de Venezuela, que tomará posesión el 10 de enero con su reelecto presidente Nicolás Maduro al frente.

Otro matiz de este 1ro. de enero incierto para Brasil es la estancia en la ceremonia del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Era lógico, si Washington es el mayor aliado de Israel, Brasil no debía quedar atrás.

Ya antes de asumir, Bolsonaro había servido a la administración Trump, cuando en franco desafío a la dignidad humana, cuestionó y desbarró contra los médicos cubanos que en número superior a los 8 000 salvaban vidas y cuidaban enfermos en los más intrincados parajes de la enorme geografía brasileña.

En fin, el nuevo mandatario es la pieza que le hacía falta a la Casa Blanca para tratar de echar abajo los progresos sociales que beneficiaron a millones de latinoamericanos y caribeños. El neoliberalismo es la mejor bandera y un alumno de Trump, como Bolsonaro, puede hacer bien el trabajo de portaestandarte. Incluso puede imitar al gobernante chileno, cuando llevó a Trump una bandera estadounidense con la de su país insertada, haciéndola coincidir con una estrella.

Espacios para estas ridículas acciones habrá muchos, siempre y cuando Jair cumpla al pie de la letra las recomendaciones de Pompeo, John Bolton y hasta del propio Trump.

Pero estos aspectos no constituyen el todo debajo del cielo empedrado y la nube negra con la que llegó Brasil al nuevo año.

Resulta que el primer decreto firmado por el nuevo mandatario arremete con todas las fuerzas contra las comunidades indígenas y afrodescendientes de su país. Traslada al Ministerio de Agricultura todas las decisiones con respecto a tierras reclamadas por pueblos indígenas, hasta ahora a cargo de la Fundación Nacional del Indio; lo que es una victoria para los magnates de la agroindustria y una bofetada al rostro de ecologistas y pueblos originarios.

Brasil cuenta actualmente con 462 reservas indígenas que se extienden por un área equivalente al 12,2 % del territorio nacional, en su mayoría en la Amazonía, el bien llamado pulmón del mundo, con sus 7,4 millones de kilómetros cuadrados y sus 34 millones de personas que la habitan.

En esa extensa geografía se concentra el 60 % de la biodiversidad del planeta.

El riesgo de que en la Amazonía brasileña se abra una gran herida climática, y los augurios del mandatario de permitir a las grandes empresas mineras explotar su suelo, provocarán la mutilación de la población y la cultura originarias, a la vez que ubica a Brasil en total sintonía con Donald Trump, quien ya se salió de los Acuerdos de París sobre cambio climático, paso que Bolsonaro se propone dar en el futuro no muy lejano.

Cuando Trump tomó tal decisión, el entonces aspirante a la presidencia de Brasil redactó un mensaje que lo dice todo: «Felicidades a Trump. Si fuera bueno para ellos (seguir en el Acuerdo de París) no lo habrían denunciado».

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