(Por: Francisco Parada Walsh)
Mi país y sus políticos no dejan de asombrarme. Con consternación y asombro nos enteramos que esta semana se aprobó en la Asamblea Legislativa una ley que regula en los hospitales, unidades de salud, etc. el trabajo –aprendizaje de los estudiantes de medicina, de año social y de los médicos residentes que están en vías de obtener un grado de especialización, todos, en proceso de formación de pre o de post grado.
Sabemos bien que ha sido una práctica institucionalizada la sobrecarga de trabajo, el abuso y el maltrato hacia todos ellos; pero la ley parece más una cantinflesca caricatura frente a los problemas reales de nuestro país, en un sistema de salud menos que deficiente con un déficit de personal alarmante, particularmente por haberse aprobado en período pre electoral.
Promete “una solución” populista, que no abona en NADA a la atención a la población, y que peor aún, viene en detrimento de la misma y plantea un gravísimo problema para el sistema mismo.
Permítame profundizar. La razón para que los horarios de médicos no sean tan rígidos como en otras profesiones, obedece a la naturaleza misma de la medicina: Un médico que atiende a uno o más pacientes delicados, no puede siempre por ejemplo, decir que es su hora de salida y que por lo tanto, otro médico debe de seguir con la atención.
Imagínese a un cirujano en medio de una intervención quirúrgica cuando llega su hora de salida, y que entonces abandone su intervención y la prosiga otro médico que venga en otro horario, algo totalmente inimaginable y casi un imposible.
Si bien esta práctica es lo usual y aceptado en enfermería y carreras paramédicas, en el caso planteado no es posible en el cirujano, pues él sabe cómo van las cosas hasta ese momento.
El caso es diferente cuando son pacientes delicados a quienes se puede, y se debe dar seguimiento por personal descansado y que por lo mismo tenga toda la lucidez mental.
Otro elemento esencial es el aprendizaje, dado que para el futuro médico o especialista no hay otra oportunidad para aprender y desarrollar las pericias necesarias, fuera del internado y la residencia médica.
En este contexto los estudiantes de medicina y residentes son sometidos a horas excesivas de trabajo, a mucha presión y a menudo a maltratos e insultos.
Pero no se alarme: El maltrato e insultos vienen como norma de sus propios compañeros que se encuentran más arriba en cierto orden jerárquico.
Sin embargo, se aprueba esta ley en un sistema horrorosamente débil: Faltan por seguro en cada hospital del país, el triple de médicos, enfermeras y personal paramédico para dar una atención por lo menos regular. Además, la ley ofrece “mejorar la atención” para los usuarios del sistema de salud, abarcando tan sólo una pequeña parte del problema total: Involucra sólo a los hospitales escuela. A los médicos en servicio social les falta sólo graduarse y cumplir con ese año de servicio, pero se vuelven los sirvientes sobre exigidos del Ministerio de Salud para cumplir con la mayoría de metas del primer nivel de atención, siendo en este caso, a diferencia del anterior, institucionalizado el abuso y el maltrato.
Debemos de seguir esta ilación hasta acá ¿Por qué diantres no hicieron antes una ley que garantizara una plaza remunerada para todos? ¿Por qué no mejor, antes de rasgarse las vestiduras, se formuló otra ley que supliese del personal de salud de calidad y cantidad suficiente para cubrir el sistema? Estas dos medidas, sí hubiesen tenido un impacto formidable tanto entre los médicos como en nuestro pueblo y a lo mejor, habrían logrado su finalidad populista. Pero el pueblo no es tonto, o ya no lo es, menos los médicos: Tomará de quien y donde corresponda, la migaja que cae de su mesa, la aprovecharán de la forma en que cada quien considere (aun en detrimento de su propia formación).
No se tenga duda además, que demandarán sus derechos a las autoridades de turno incluso vía judicial. Piénsese por un momento en lo que significa desacatar un mandato judicial. ¿Y los pacientes?: Bien gracias, no sólo les faltaba personal que los atendiera desde antes de esa leyucha, sino que, ahora la situación está peor. La ley no plantea una solución, sino un problema. La ley NO SOLUCIONA NADA de la difícil situación de los médicos: Es una palmadita hipócrita en la espalda que no les resuelve a ellos ni a los pacientes los problemas de fondo, con la esperanza, siempre ilusa, de ganarse unos votos que, a pesar de los mendrugos que ellos tiran de sus mesas, no recibirán de regreso.