Como ya ocurrió a finales del año pasado, cientos de hondureños y hondureñas se dieron cita frente a la terminal de buses de la ciudad de San Pedro Sula –la más violenta del mundo– para luego comenzar a desplazarse hacia la frontera con Guatemala.
Más y más personas hicieron lo mismo durante toda la última semana, mientras en El Salvador otra caravana de migrantes se movilizaba también hacia la frontera guatemalteca.
A pesar del fuerte dispositivo policial desplegado en los pasos fronterizos y las nuevas normas migratorias que endurecen las medidas para que los menores salgan del país, cientos de personas han logrado cruzar a territorio guatemalteco y se dirigen hacia México.
Violencia, despojo, miseria y represión son el resultado de una crisis político-institucional, económica y social que hunde sus raíces en el golpe de Estado (2009) y en la ruptura del orden constitucional que aún no ha sido sanado.
El fraude electoral del 2017 y la brutal represión policial y militar, que ha dejado un saldo de decenas de muertos, heridos y detenidos es un claro ejemplo de ello.
Honduras hundida en la pobreza
Un pueblo sin futuro
De acuerdo a datos de Naciones Unidas y del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), más del 68 por ciento de la población hondureña (6 millones de personas) vive en pobreza. De éstos, el 44 por ciento (3,9 millones) está en situación de pobreza extrema.
El Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (FOSDEH) asegura que, sólo en el último año, más de 370 mil habitantes del país se han sumado a la lista de pobres.
Pese a que tanto el gobierno como observatorios privados sobre la violencia señalan una reducción de sus índices en el país, solamente en las primeras dos semanas del nuevo año ha habido 9 masacres, con un saldo de 33 personas asesinadas.
La única alternativa que tienen las familias es huir. Cada día unas 300 personas migran hacia Estados Unidos. Prefieren arriesgarlo todo antes que quedarse a vivir en un país dominado por la pobreza, la inseguridad y la falta de oportunidades.
“Es un éxodo que pone en vitrina pública la situación de emergencia que vive Honduras en temas fundamentales como la seguridad, la violencia, la miseria, la falta de oportunidades y la ausencia absoluta de democracia”, dijo a La Rel Bertha Oliva, miembro de la Convergencia contra el Continuismo.
“Vivimos una dictadura cada vez más represiva que pretende sostenerse usando la brutalidad militar y policial y que está profundizando un modelo económico excluyente que beneficia sólo a unos pocos”, añadió Oliva.
La coordinadora del Cofadeh[1] recordó que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amenazó a los países del Triángulo Norte –El Salvador, Guatemala, Honduras– con cortarles la ayuda si no detenían la ola migratoria.
“El régimen hondureño llama ahora a respetar la legalidad después de que, de la forma más sanguinaria, el propio presidente Juan Orlando Hernández ha usurpado y se mantiene en el poder. Todo esto es grotesco”, dijo Oliva.
“No hay forma de detener a la gente. Mientras no logremos derrotar al régimen las familias van a seguir huyendo de este desastre. Y para hacerlo debemos juntarnos todos, porque a una dictadura solamente se le puede botar en colectivo y estando unidos”, concluyó la defensora de derechos humanos.