Atrás queda una época de dos ciclos: guerra y paz. Con Bukele inicia una nueva era por descubrir.
(Por: Walter Raudales)
Hay un tiempo para todo y uno para hacer cada cosa, como bien reza el famoso capítulo 3 del Eclesiastés: «Tiempo para nacer, y tiempo para morir; tiempo para plantar, y tiempo para arrancar lo plantado; tiempo para demoler y tiempo para edificar; tiempo para llorar y tiempo para reír; tiempo para gemir y tiempo para bailar; tiempo para lanzar piedras y tiempo para recogerlas; tiempo para buscar y tiempo para perder; tiempo para callarse y tiempo para hablar; tiempo para la guerra y tiempo para la paz”.
Mientras los partidos ARENA y FMLN lamentan su bajo caudal electoral, Nayib Bukele, por su parte, celebra, porque es el tiempo de los millennials.
Esa generación, nacida en la década de los ochenta del siglo pasado, son jóvenes caracterizados por su familiaridad y pasión con y por las tecnologías, con lo global, con lo efímero, lo rápido, lo veloz, tomó el relevo de la conducción del Ejecutivo con el triunfo de su candidato.
Identificar la generación de salvadoreños que gobernará (a través de sus representantes) es válido y muy útil para entender lo que ha pasado, lo que está pasando y lo que pasará en El Salvador luego de estas elecciones presidenciales, en donde el partido GANA de la mano de Nayib Bukele y su ahora partido (antes movimiento) Nuevas Ideas ganó en primera vuelta en las elecciones presidenciales del 3 de febrero pasado y lo catapultó a conducir los destinos de la República de El Salvador.
Comprender el comportamiento de un colectivo generacional es necesario académicamente para, desde la sociología, antropología y otras ciencias, acercarnos a este fenómeno.
Evidentemente no solo millennials votaron por GANA, ni todos los jóvenes votaron por Nayib. Pero cuando un comportamiento grupal cruza el umbral del 50% se habla de mayoría determinante. Sin duda en las elecciones pasadas los millennials fueron determinantes en la victoria y se hicieron sentir.
La derecha y la izquierda (ARENA y FMLN) deben aprovechar este tiempo (porque hay un tiempo para todo) para replantearse, para reconstruirse. Si quieren renacer es el único camino que les queda. A cada partido le corresponderá hacer su recuento de daños. Así como después de una batalla, viene el repliegue táctico temporal, la cuenta de las bajas, lanzar una plegaria, reconfortase un poco y seguir adelante… tomar la lección aprendida y seguir el camino porque la lucha por la utopía es larga y eterna.
Los hechos y la celebración
El pasado domingo, los salvadoreños eligieron un Presidente de la República surgido desde los millennials. Al conocerse los resultados, cientos de salvadoreños celebraron esa misma noche la elección de Bukele como presidente electo y la irrupción como nueva fuerza política 27 años después de la Firma de los Acuerdos de Paz.
«Hemos pasado la página de la postguerra… Hemos ganado en todo El Salvador», dijo Nayib en una conferencia de prensa en la que se autoproclamó el vencedor de la contienda, la cual estuvo marcada por una baja asistencia de votantes, según los analistas que evaluaron la jornada.
Con más del 50%, más de 1.3 millones de votos a favor, la Gran Alianza Nacional (GANA) veía así al nuevo presidente electo.
Hacia las 10 de la noche, el Tribunal Supremo Electoral validó los resultados con los que GANA aventajaba de forma abultada a los demás contendientes.
“A esta hora de la noche, tenemos unos resultados que marcan tendencia definitiva», aseveró Julio Olivo, presidente del Tribunal
La recomposición partidaria dejó en segundo lugar al candidato de ARENA, Carlos Calleja, y en tercero al del FMLN, Hugo Martínez. Por último al partido VAMOS.
Bukele celebró su victoria en la Plaza Morazán, misma que renovó durante su gestión como alcalde capitalino. Hizo un recuento de las diferentes situaciones institucionales que tuvo que sortear para postularse a la presidencia del país.
«Este día ustedes quisieron poner un presidente. Si nos toca marchar, marchamos, si nos toca reunirnos en la plaza, podemos reunirnos», dijo el presidente electo. «El Salvador que queremos depende de cada uno de los salvadoreños». Bukele dio su discurso en compañía de su esposa, que ocasionalmente le recordaba los temas que había olvidado para enrumbar sus palabras. «Se les olvidó lo más importante: el corazón del pueblo salvadoreño», dijo en alusión a los partidos contendientes. «El pueblo salvadoreño ganó en primera vuelta», dijo al final.
Fin y cambio de época
En distintos medios de comunicación y diversos espacios de análisis, hemos sostenido que con los acontecimientos del 3 de febrero, en donde ninguno de los dos partidos mayoritarios post Acuerdos de Paz salió bien sorteado y con la irrupción de un nuevo sujeto político (aunque en un partido prestado), se ha culminado con una época.
Una época que inició el 15 de octubre de 1979 con el golpe de los militares jóvenes, encabezado por el coronel Adolfo Majano y con el asesinato de Monseñor Romero el 24 de marzo de 1980. Esta época tiene dos ciclos: el de la guerra y el de la paz, y culminó con la canonización de Romero el 14 de octubre de 2018, y las elecciones del 3 de febrero de 2019.
Visto así, estamos viviendo y siendo partícipes de un cambio de época. El fin de un período y el inicio de otro. Cuando eres testigo, partícipe y observador a la vez, no es fácil ni muy perceptible el momento. Pero estamos precisamente en ese instante, en que los especialistas llaman el “gozne” o el “quiebre”. Y como nadie puede prever el porvenir, ni el futuro, (esa es tarea de lo divino) lo más a que podemos acercarnos es a vislumbrar posibles escenarios, extraídos de los discursos y palabras de los sujetos actuantes de la nueva época.
Escenarios
Para el caso, es claro que el futuro gobierno de Nayib en materia de relaciones exteriores estará alineado a los designios del gobierno de los Estados Unidos. (De hecho en sus primeras intervenciones ha dicho que va a replantear la relación con Venezuela y Nicaragua). Si partiéramos de que habrá coherencia, en su actuar con su decir, entonces si él dijo que igual es dictadura de derecha e izquierda, de la misma manera deberá romper con Honduras en donde el actual presidente se robó descaradamente las elecciones. (¿Lo hará? es una buena pregunta).
Habrá dificultades el primer año para obtener algunas aprobaciones necesarias en la Asamblea Legislativa; sin embargo, como han hecho otros gobernantes, podrá gobernar por decretos presidenciales, culpar al Legislativo del incumplimiento de sus promesas y convocar a un referéndum en caso, por ejemplo, de una CICIES (Comisión Internacional contra la Corrupción en El Salvador).
Se vislumbran momentos de tirantez entre el Ejecutivo y el Legislativo mientras se llega a las nuevas elecciones legislativas, en donde el nuevo gobernante buscará obtener la bancada más grande que le sea favorable.
En la economía no se esperan mayores transformaciones, ni siquiera una reforma fiscal que aumente los ingresos a las arcas de la nación. Hará igual que los anteriores presidentes, administrar una economía neoliberal, con el libre mercado como referencia, sin grandes ni profundas reformas estructurales a la economía.
En seguridad, intentará perfeccionar el exitoso plan El Salvador Seguro, pero la realidad y los actores en este tema siguen siendo los mismos, cada vez con la delincuencia y el crimen organizado mutando a niveles demenciales.
De la misma manera el sostenimiento de los programas sociales, esta vez con pequeños maquillajes que serán muy divulgados en la opinión pública auxiliado por las redes sociales.
Así las cosas, el cambio de época se refiere entonces básicamente a un desplazamiento de actores más que a políticas concretas diferentes e innovadoras en la conducción del Estado.
En conclusión: Los millennials se cansaron de las históricas formas de hacer política. El cansancio, el hastío a lo tradicional y un discurso contra la corrupción les abrieron las puertas y el camino. Ahora queda el reto de si habrá valido la pena el giro o fue puro esnob*.
*Esnob. Del ingl. snob. 1. m. y f. Persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos. U. t. c. adj. Real Academia Española.