(Luis Arnoldo Colato Hernández*)
La obligatoria reflexión de las pasadas elecciones nos deja parte de las cifras que ésta nos rinde: De acuerdo al TSE sólo el 45.5% del padrón participó del proceso, reduciéndose a las segundas menos votadas desde 1999.
Tanto el partido oficial como el principal partido de la oposición resultaron castigados, con hasta un 75% de fuga electiva el primero y alrededor del 50% el segundo.
Los resultados superaron las expectativas, que en el mejor de los casos auguraron una segunda vuelta.
La fórmula ganadora incluso superó en las primeras horas del escrutinio, a las candidaturas que enfrentó en sus territorios duros. Un dato interesante a observar es el que el mismo ganador promovió semanas antes del evento – descartado por sus más cercanos aliados – el del fraude, mismo que resultando ganador no fue siquiera recordado.
Los grandes perdedores del evento casi de inmediato reconocieron el triunfo del ganador, convocando a la reflexión a las militancias partidarias, lo que en la derecha a evidenciado el grado de descomposición que padece, y que se manifiesta abiertamente por elementos asambleístas.
Sin embargo, no son las cifras las que más nos dicen, sino otros datos quizás de mayor relevancia que los anteriores.
El respaldo electoral hacia el proyecto ganador es consecuente con el descontento hacia las fuerzas tradicionales.
El proceso electivo careció de reparo en las propuestas partidarias, que fueron opacadas por la difamación, el troleo profesional y los datos falsos (las cifras de seguidores ofrecidas por el ganador carecen por ejemplo, de validez en el caso de las redes sociales, donde simplemente superan a los números de participantes reconocidos territorialmente por las diferentes redes).
La propuesta partidaria ganadora se corresponde con el proyecto de las élites financistas que son también representadas por la segunda fuerza votada en el evento (puesto que en el mismo se confronta partidariamente la empresa privada con sus interpretaciones del modelo económico).
La lectura de la propuesta que hace el ganador deja entrever una deriva sin compromisos con el proyecto social hasta ahora adelantado por la presente administración, como los contados comentarios realizados por el entonces candidato en temas de relaciones exteriores deja entrever que se alineará con la orientación dictada desde Washington, subordinándonos de nuevo a aquel, como sucediera en las administraciones pasadas. Tampoco quienes le acompañaron de cerca en el proceso electivo tienen credenciales académicas, sino políticos de la vieja guardia de derecha y empresarios, purgados en su momento por razones personales y ahora abocados alternativamente a otros proyectos del mismo signo.
Dicho de otro modo, su propuesta de «nuevas ideas» no corresponde con sus acciones que en cambio sí subrayan que éste es un proyecto neoliberal, que no se diferencia al brasileño o al argentino, teniendo iguales propósitos y consecuencias (En Brasil la corrupción campea rampante mientras en Argentina la pobreza extrema suma nuevos desahucios).
En suma, su signo es empresarial y como tal, correspondiente con el fin de favorecer a los de siempre: privilegiados y afines, mientras el soberano, sorteará éste nuevo tiempo.
*Educador