(Por: Francisco Parada Walsh)
A la orilla de un lago se encontraron la Muerte y la Vida, a pesar de ser, las sempiternas compañeras del hombre, en esta ocasión el rostro de la Vida se notaba cansado, daba muestras de frustración y cansancio, sus ojos rojos demostraban que había llorado hasta quedar exhausta, su respiración era rápida, quejumbrosa por lo que la muerte, desconcertada al no ver aquel rostro siempre sonriente y festivo de su amiga y rival la vida, se le acercó con mucho sigilo hasta tomarla por las manos y le preguntó en voz suave por qué lloraba, la Vida, a pesar de haber tratado de lavarse el rostro no pudo ocultar su tristeza.
Y le dijo: “Mira Muerte amiga, todos cumplimos un propósito en esta tierra, el trabajo tuyo es duro, difícil, nunca te envidié y siempre te he visto como alguien lejana e insensible, siempre a la espera que muera alguien; esa es tu única misión a diferencia de mi labor, poco valorada pero muy diferente y espero con toda mi alma en la mayor discreción llevar dicha a este mundo poblado por humanos; si, lo sé Muerte, al final es una dicha pasajera, es apenas un soplo; pero ya no aguanto más, no puedo seguir en este mundo ya que lo que parecía era una labor que me daría felicidad está llegando a su fin, ¿Cómo puedes imaginar Muerte amiga que la misma Vida tiene su hora de morir?”.
Mientras, la Muerte que contemplaba sus cuencas oscuras en el reflejo del agua apenas musitó unas palabras: Vida, pero tú eres mi complemento, ¿Cómo sería el mundo si sólo existo yo, la Muerte? La Vida, mientras limpiaba sus lágrimas le dijo a la Muerte ¿Crees que vale la pena seguir en este mundo dando vida a personas que ni por un segundo deberían vivir y sí morir?.
La Muerte, cabizbaja no parecía entender lo que la Vida decía pues el llanto era tan desgarrador que apenas se entendían sus palabras, apenas; fue que la Muerte con sus afiladas uñas y con mucho cariño limpió las lágrimas del rostro de la Vida tomándola por las mejillas y le dijo: Vida, no puedes desistir, somos tan opuestos pero tan necesarios, al fin y al cabo somos un complemento, tú no existes sin mí ni yo existo sin ti, por favor, recapacita, entiendo tu sentir, pero Vida, si tú, que traes dicha a un mundo frio, lejano y miserable.
¿Cómo crees que me siento al ver a seres tan perversos morir bajo la excusa de una enfermedad cuando debería ser mi guadaña quien de tajo los decapite y les vuele la lengua por malvados?, pero nada puedo hacer, nada, también sufro Vida, no es que mi vida Vida sea aburrida sino que es injusta, demasiado injusta pues nadie valora mi trabajo, no me hace feliz tomar vidas maravillosas que tu creaste con amor, paciencia y sueños pero ese es mi eterno y malvado trabajo, pero verte a ti, decepcionada de lo que tú haces me confunde, hubo días que deseaba tu trabajo, he pensado sobre nuestra tremenda dualidad y eterna amistad y empiezo a darte la razón Vida.
De a poco entiendo tu llanto y frustración y te diré algo, lo que tú haces querida compañera de infortunios nadie lo reconoce, todos los mortales y sus egos pareciera que desconocen su finitud, muchos asumen posiciones casi divinas y poco te agradecen, muy pocos; quizá esos mortales creerán que la Muerte no se ríe y lo hago con tanta frecuencia que ni se imaginan, me río del pobre y del rico pero sobre todo me río del rico que en sus castillos y blindajes creen esconderse de su destino, unos engordan, otros adelgazan, otros se dejan barbas cual disfraz, se esconden en la penumbra creyendo escapar de mis mortales garras pero no lo logran, sí es un trabajo aburrido pero sí es seguro y puedo decirte que jamás seré despedida; ahora tú, Vida; levántate, ama, vive y goza tu inigualable trabajo que si yo siendo la Muerte río; tú, no debes llorar.