Infiltrado en el Ku Klux Klan

(Por: Rolando Pérez Betancourt)


Entre las películas más buscadas del año 2018, Infiltrado en el Ku Klux Klan es una historia basada en hechos reales que aúna la seriedad del argumento con una delirante parodia vinculada a una situación social y política estadounidense que, pese a los años, se mantiene.

Despliegue de humor negro que motivó la reacción airada del presidente Trump contra Spike Lee durante la última entrega de los premios Oscar, al ganar la película el galardón al mejor guion adaptado. Allí el realizador hizo un llamamiento, sin mencionar nombres, a votar en las elecciones presidenciales de 2020 en favor del amor, y no del odio, y Trump lo acusó de racista.
La reacción, vía twitter, llevaba implícita el disgusto del presidente porque de algún modo también él es un protagonista de Infiltrado en el Ku Klux Klan, no importa que la historia transcurra a principio de los años 70, época de agitación social marcada por las luchas en pro de los derechos civiles como telón de fondo. Días en que el movimiento Panteras negras mantenía su labor de ideologización, al tiempo que la ultrarracista Ku Klux Klan retomaba bríos organizativos y se entrenaba en técnicas militares para enfrentar un momento decisivo en la historia de Estados Unidos que, según ellos, «estaba llegando».

Es en ese entorno que el joven Ron Stallworth, orgulloso de su estilo afro, se presenta en el Departamento de policía de Colorado Spring dispuesto a convertirse en el primer agente negro de la localidad, intenciones que logra a pesar de las burlas y reticencias, hasta que un día le propone a sus jefes infiltrarse en un grupo del Ku Klux Klan de la localidad, gente belicosa que anda con dinamita y mata.

Del ¿cómo? se las ingenia el joven para llegar a las filas de los racistas es parte del despliegue tragicómico del filme.

Iniciado en el cine desde los años 80 del pasado siglo, la obra de Spike Lee ha estado signada por el comprometimiento de un cineasta a narrar historias muy duras marcadas por el racismo, argumentos no contados por blancos, filmes provocadores, derrochadores de talento e ingenio, como La última noche, pero hubo un momento en que el director de Malcon X (1992) pareció repetirse y rápidamente le colgaron el cartelito de «demasiado vehemente y hasta cargante», un urgente «fuera de juego» decretado, principalmente, por una industria dirigida por blancos.
Entonces llega Infiltrado en el Ku Klux Klan, un filme ocurrente y tan hirientemente imaginativo que hay que tomárselo en serio. La película se apoya en las actuaciones de John David Washington (hijo de Denzel Washington) y de Adam Driver. El primero es el infiltrado y el segundo, su doble blanco. Ellos dan vida a un thriller que apunta hacia la comedia como la mejor forma de otorgarle credibilidad a una realidad que, de otro modo, resultaría tan patética como fantasiosa.

Quiere el director hacer una película para todos los públicos, espectadores que empiezan a verla desde un cómodo distanciamiento retro, es decir, lo que se está proyectando ocurrió hace 40 años, es historia antigua, drama de la brutalidad racial que existió y ahora se devuelve convertido en comedia llena de tensiones policiales, equívocos, todo muy bien concebido, hasta que de pronto Spike Lee dice ¡aquí estoy y no olvido!, y nos sitúa en agosto de 2017, durante una manifestación por los derechos civiles en Charlottesville, Virginia,donde muere una joven mujer atropellada por el auto de un neonazi, y aparece un gran maestro del Ku klux Klan haciendo referencia a esa «América primero» acuñada por el presidente Trump, lenguajes similares, ideas equivalentes, y para que no haya dudas aparece Trump hablando del incidente, dando evasivas, negándose a condenarlo, con lo cual queda claro que la historia central de la película –años 70– es también un conflicto del ahora mismo.

En cierta medida, y no obstante el derroche artístico que desborda Infiltrado en el Ku Klux Klan, habría que decir, como mismo han asegurado otros, que Donald Trump se lo ha puesto fácil a directores como Spike Lee y Michael Moore.

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