(Por: Francisco Parada Walsh)
El término “Demencia moral” fue acuñado por el doctor James Cowles Prichard en 1835. Luego de tener mis dos minutos exactos de fama aparentemente mi vida cambió, nada más alejado de la realidad. Para lo que sirvió ese bello reportaje en un canal televisivo nacional (Bello por el paisaje, la música y las personas que ahí aparecen) es para dar un golpe de timón a mi sencilla vida, volverla más liviana y entender dónde estoy parado, hacia dónde enfilo mis pasos y atascarme en el fango de la vida para que no crea que soy especial, para que me cueste volar, para que cada próximo paso sea más difícil de dar; aterrizar mi alma contra el suelo y ver la miseria que hay en mí y en la especie humana.
Nada ha cambiado, nada; el comportamiento humano es difícil de entender, a pesar de saber lo efímero de todo, aun así, el ser humano solo piensa en sí mismo, pobres y ricos, nadie se escapa. Demencia Moral. Siento gran frustración, recibí muchas llamadas telefónicas para felicitarme, bellos mensajes pero eso no se traduce en ayuda tangible, llámese comida, medicina y tantas necesidades que han abatido a tiros al pobre. Todo sigue igual. Demencia Moral. Frustración.
Somos un mundo y un país de maldad extraordinaria; sin un ápice de jactancia y menos soberbia como que veo venir las cosas, nuevamente es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre al reino de los cielos. Demencia Moral. Frustración y soledad. Empecé mi caminar en la montaña solo y solo terminaré, los elogios ni me van ni me vienen pero sirven para ver que somos una sociedad que ama el poder, ama la fama y buscamos referentes para ello; por segundos Francisco Parada Walsh fue figura pública pero no logró nada, nada de nada para el olvidado, para el preferido de Dios. No entenderé jamás esa indolencia y ese culto al dinero. Demencia Moral. Frustración, soledad y el camino. Un trinomio aparentemente triste pero no lo es, por momentos el camino parece hacerse amplio y adornado por bellas flores pero prefiero volver a esa vereda estrecha, llena de matas espinosas que me hacen ver mi realidad; el problema no es mi realidad sino la del pobre que la mayoría de personas no ve, soy un fantasma en las sombras pero aun en mi condición de penumbra tengo ese olfato perruno para sentir la pobreza, mi razón de andar por montes y praderas.
Luego de hacer un antes y un después de ese lindo reportaje pareciera que caí rendido a los influjos de la promesa de esto y aquello pero no, hay una mezcla de tristeza y a la vez de ironía, de sarcasmo al ver cómo el viento se lleva tantas promesas, eso me sirve para continuar con esa sencilla obra, entiendo que solo la voluntad propia hace camino, de ahí, las voluntades ajenas son ajenas y nada se puede hacer.
Vivimos en una sociedad tan distanciada de la verdad, de la fe y del amor que se refleja en tanta violencia, tanto desenfreno y tanta corrupción; quizá hasta nos identifiquemos con ellos, y a lo mejor esos sean nuestros ídolos y en el país de la antítesis donde hacer lo indebido es para muchos lo normal, no podemos esperar grandes cosas ni podemos pedir valores como la solidaridad y el respeto a una sociedad que languidece como pez fuera del agua. Demencia Moral. Frustración, soledad y el camino personal.
Quizá esa frustración se ha convertido en sarcasmo, en burlarme de mi mismo pero de algo estoy seguro, no me llevaré nada del Planeta Tierra Roja, solo espero que por mi maldad y mis pecados tal vez logre redimirme ante el creador del todo y de la nada. ¿Será que nuestra sociedad adolece de “Demencia Moral?: Contéstese amigo lector.