Carolina Placencia, una ingeniera ambiental ecuatoriana, decidió pasar una temporada en Argentina tras salir de la Universidad. Durante su estancia, notó que el agua que salía del grifo tenía exceso de cloro, que se evidenciaba incluso en el olor.
«Tenía compañeros que empezaron a tener sarpullidos, rojos en la piel. No sabían al principio la causa y un médico les dijo que era producto del agua clorada», cuenta Placencia.
Al regresar a Quito, la joven plantea a su excompañera de Universidad Jocelyn Valencia la idea de hacer un filtro que se acople a cualquier grifo doméstico para tener agua para el consumo de manera inmediata.
Ambas idearon el proyecto, teniendo como base un filtro con carbón activado de origen vegetal, y participaron en el Banco de Ideas de la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT), que seleccionó su idea para ser financiada, al cumplir con las características del cuidado al medioambiente, sustitución de importaciones y algo de tecnología, que primaban en el concurso.
Reciclar la cáscara del coco
A su filtro le dieron el nombre de Yakupura. ‘Yaku’ en idioma kichwa, una de las lenguas ancenstrales de Ecuador, significa agua, y mezclado con la palabra pura, es «agua pura», explica Valencia.
Externamente, el filtro es de plástico de grado alimenticio, es decir, apto para estar «en contacto con algo que se va a ingerir y no desprende ninguna toxina», dice Placencia. En el interior tiene un espacio de caucho, también de grado alimenticio, para adaptarse a cualquier grifo; es hermético, para impedir la salida del agua por la parte superior.
También en el interior, tiene el carbón activado: «Un elemento purificador de aire y de agua, que se utiliza en las farmacéuticas y en una gran gama de industrias», asegura la entrevistada.
Valencia menciona que existe carbón activado de origen mineral y otro vegetal. El primero «viene de las piedras, eso hace que el carbón tenga rastros de metales y minerales, como arsénico, que son dañinos para nuestra salud», detalla y precisa que, sin embargo, es el que se usa en la mayoría de los filtros de agua.
El vegetal, por su parte, «tiene muchos orígenes, puede ser de cascarilla de arroz, de cacao, en este caso es de coco, que es el que hemos comprobado que es el mejor para este tipo de filtros», dice la ingeniera ambiental.
Para obtener ese carbón activado, «tomas la cáscara del coco, lo sometes a unas presiones y temperaturas altas, eso carboniza el coco y le da una propiedad que se llama adsorción —cuando un cuerpo atrae y retiene en su superficie moléculas o iones de otro cuerpo—», explica Valencia. En palabras más sencillas, cuando el agua pasa a través del filtro, el carbón activado retiene todas las impurezas.
«El carbón activado puede filtrar el cloro, que a la larga tiene efectos en la piel y, además, puede causar daños en el sistema respiratorio; también filtra pesticidas, que no son quitados en el proceso de potabilización», afirma Valencia, y señala que, incluso, «remueve metales pesados que se desprenden de las tuberías, especialmente de las antiguas».
Mejor sabor y olor
Según Valencia, el filtro «mejora el sabor y el olor del agua», porque, también, aumenta su pH, característica que indica la acidez o alcalinidad del líquido.
Cuanto mayor sea el pH, más alcalina es el agua y a menor grado es ácida. «La alcalinidad es sumamente importante en el cuerpo porque la acidez promueve la proliferación de células cancerígenas», enfatiza la entrevistada.
Depende del uso, el filtro tiene una duración de entre tres y seis meses. El objetivo de sus creadoras es que las personas que los adquieran, al terminar su vida útil, los retornen para hacer nuevos dispositivos.
«Nosotros hicimos esto con dos propósitos, uno es mejorar la salud, darle un extra al agua que se consume; y el segundo, reducir la cantidad de residuos plásticos que hay», dice Valencia, y detalla que «con este filtro se pueden reemplazar, aproximadamente, 500 botellas de agua de medio litro«, la que usualmente se adquiere en la calle.
«Cuando la gente piensa en filtración del agua piensa en un sistema complejo, caro, difícil de instalar y prefiere hervir el agua o comprarla embotellada. Nosotros queremos cambiar esa percepción de la gente, de que se puede filtrar el agua de una manera sencilla, mucho más económica y rápida», enfatizó.
Estas jóvenes, en cuyo equipo también incorporaron a Daniel Mendoza, además del premio de SENESCYT, fueron escogidas el año pasado como una las 10 mejores ‘startups’ del mundo en el sector agua y, por ello, tuvieron la oportunidad de participar en Panamá en el ‘H2O Challenge 2018’, un evento organizado por el Banco Mundial, la Fundación Ciudad del Saber, la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT), IE Business School y el Consejo Nacional del Agua (CONAGUA) panameño.