Vitya y la máquina de escribir

(Por: Francisco Parada Walsh)

Recién observo detenidamente una dramática foto de 1941 donde aparece el joven Vitya Cherevichkin tras ser fusilado por un soldado alemán junto a una de sus amadas palomas entre manos en la plaza de Rostov de Don.

¿Quién fue Vitya?: “Él era un joven soviético que vivía en la ciudad de Rostov de Don que tenía el gran aprecio por las palomas criándolas en su casa.

Por aquella ocasión los nazis habían prohibido el criar estas palomas por miedo a que se usasen para enviar mensajes a las tropas soviéticas. Un día su vecina Anna Ivanova por costumbre vio por la ventana y se sorprendió al ver cómo un soldado alemán se llevaba al joven Vitya de apenas 16 años al cobertizo de su casa disparando a las palomas y luego llevándoselo a la plaza a fusilarlo sin juicio pensando que era un mensajero soviético.

El joven Vitya se quedó pegado en la pared, visto por todo el pueblo su cadáver con una paloma en manos ya que este tenía un gran amor y cariño a estas aves que siempre tenía semillas de girasol para alimentarlas”.

Ese inmenso amor que Vitya sentía por las palomas es el mismo amor que siento por la máquina de escribir, por ese ruido del teclado de la computadora cuando escribo, por ese inigualable ruido que hacen los trazos del lápiz sobre el papel; y así como esas palomas son símbolo perpetuo de libertad, también lo debe ser cada letra que el hombre escribe: Letra Libre, solitaria, mordaz, amorosa, sencilla, compleja y sobre todo sentida; a casi 80 años de la muerte de Vitya la libertad sigue perseguida, cuestionada, encarcelada y asesinada.

Soy un profundo amante de los animales, mi presupuesto no da para alimentar 20 perrunos y 8 gatunos pero lo hago dia a dia, no comprendiera que viniera un soldado a matarme por tener gatos ya que son animales prohibidos, no lo entendería pero así giraba el mundo y gira ahora, me encantaría morir fusilado y con mi gato en mi regazo para que no olvide el rostro del asesino y cuando le llegue su hora a mi matarife, sea el gato que no permita al despiadado cruzar el lago de sangre; pero como veo las cosas será una computadora el enemigo del orden establecido y buscarán a muchos escritores para cegarles la voz, será mi mayor deseo que no sea yo el que abrace a una computadora sino que sea ella, con sus cables y dispositivos que me abrace fuertemente cuando los asesinos de siempre lleguen por ella, yo, libre, sin rasguño alguno aparentaré sorprenderme de lo ocurrido cuando la verdad es que nada me sorprende, poco a poco me iré zafando de tantos cables y le haré un monumento a la computadora, símbolo de la libertad y del talento.

Vitya amaba a las palomas, yo amo escribir y tristemente la intolerancia es una de las cosas más vergonzosas de nuestro pasado donde aún hay muchos que quisieran ser soldados nazis para fusilarme por no compartir sus sueños, sus mentiras y sus verdades. Vitya siempre será recordado por su amor a las palomas, signo excelso de libertad, como lo es en nuestros días el poder escribir sin tapujos lo bueno, lo malo y lo feo de una sociedad enferma.

Quizá, sea el régimen de izquierda el más intolerante, no digo que los regímenes de derecha sean los niños cantores de Viena, no, son perversos pero en vez de detenerse un segundo a ver cómo me fusilan prefieren poner a trabajar la máquina de hacer reales mal habidos, pero reales al fin. Canción dedicada a Vitya: “Vitya Cherevichkin vivió en Rostov.

En la escuela, se puso mejor. Y en su tiempo libre, como de costumbre, él se fue con sus palomas. Palomas, mis queridas, vuelan hacia el suelo nublado. Los tortolitos son alas. Azul, azul voló hacia el cielo. Paloma, cariño…vuela al cielo nublado”.