En el municipio colombiano de Nocaima el conservacionista Iván Lozano cría algunas de las ranas más codiciadas del mundo desde el 2008 para contrarrestar su venta ilegal. La población de muchos de estos exóticos anfibios ha ido disminuyendo, por lo que Lozano decidió, con recursos propios, hacer frente al comercio ilegal, poniendo en riesgo incluso su vida.
Su peculiar estrategia no se basa en enfrentar directamente a los contrabandistas, si no que optó por dar vida en cautiverio a nuevos ejemplares exóticos para venderlos legalmente, y más baratos, que los capturados en las selvas colombianas por traficantes. La iniciativa logró reducir a más de la mitad ‘el precio de mercado’. «Queremos que los precios bajen a tal punto que los traficantes ya no tengan incentivo para vender estas ranas», recalcó Lozano a AP.
Además, mencionó que aunque no se puede controlar que en otros países sea legal tener estos animales en casa, «sí podemos hacer que los coleccionistas compren animales que son criados en cautiverio y exportados legalmente».
Desafíos
El emprendedor afrontó muchos desafíos para dar vida a su granja, conocida como ‘Tesoros de Colombia’: uno de los mayores obstáculos fue obtener los permisos para la exportación de las especies. Los largos trámites burocráticos, sumados al alto costo, estuvieron a punto de frustrar su objetivo.
Además se ha enfrentado a varios críticos en las redes sociales, quienes rumorean que exporta ranas ilegalmente. Cree que los traficantes de animales pueden estar tras las críticas y «por nuestra seguridad, tratamos de no dar detalles precisos sobre nuestra ubicación».
Lozano espera hacer una contribución adicional, poniendo en marcha un programa para repoblar zonas de la selva colombiana con especies criadas en sus laboratorios.
Actualmente su principal mercado es Estados Unidos y planea venderlas en Europa.
Sin embargo, el trabajo de las autoridades seguirá siendo fundamental para que este tipo de proyectos no fracase. Por ejemplo en Indonesia, debido a la débil regulación, empresas corruptas hacen pasar especies salvajes como criadas en cautiverio o en Sudáfrica, donde los centros de crianza de leones para la caza abrieron un nuevo mercado. Los esqueletos del felino empezaron a exportarse a Asia, donde son usados con fines medicinales, dando un mayor incentivo a los cazadores furtivos.