La historia de la humanidad está llena de mitos, fantasías, manipulaciones y misterios que capaz nunca se lleguen a conocer. El arte ha ayudado a mitificar episodios de la historia, bien sea con fines políticos o no, que han quedado grabados en la memoria colectiva.
No obstante y gracias a la ciencia moderna, muchos de estas leyendas han podido ser desmitificadas. Sputnik te presenta una lista de los mitos más difundidos sobre la historia que han resultado ser una simple invención del hombre.
1. Napoleón no era tan pequeño
Todos saben quién fue Napoleón Bonaparte y todos creen saber cómo lucía el hombre que hizo temblar a toda Europa. En las películas y hasta en los dibujos animados se muestra a un francés de baja estatura al frente de las tropas galas. Sin embargo, la estatura del ‘petit corso’ fue objeto de una propaganda política realizada por sus adversarios.
Esta imagen proviene de los trabajos realizados por el caricaturista británico James Gillray, quien se inspiró en ‘Los viajes de Gulliver’ para dibujar a un Napoleón pequeño en comparación con su contraparte británica.
Tampoco ayudó que el corso cambiara los requerimientos de estatura dentro del Ejército francés: para la Guardia Imperial lo mínimo era 1,78 metros y para los Cazadores Montados, 1,70. Por lo que los soldados que rodeaban a Napoleón eran significativamente más altos que él.
De acuerdo con la autopsia de Napoleón, su cadáver medía cinco pies, dos pulgadas y cuatro líneas. Esta medida fue tomada en el denominado ‘pied métrique’, un sistema métrico que equivalía a una tercera parte de un metro. Según esta forma de calcular su altura, Napoleón medía 1,68 metros.
Cuando los datos de la autopsia llegaron al Reino Unido, los ingleses los interpretaron bajo su propio sistema. Así, determinaron de manera errónea que Napoleón medía 1,57 metros.
Cabe destacar que la estatura promedio de los varones franceses para la época era de 1,64 metros. Por lo que Napoleón era más alto que la media. Incluso, el archienemigo del corso, el británico Horatio Nelson, medía 1,62 metros.
2. Los 300 espartanos no luchaban solos
Hollywood es responsable de que muchos eventos históricos se hayan magnificado y que las personas tengan una imagen exagerada y romántica de lo que realmente pasó. Este es el caso de los 300 espartanos que lucharon contra los persas en la batalla de las Termópilas.
De acuerdo con la película protagonizada por un musculoso Gerard Butler, el rey espartano Leónidas y sus 300 guerreros espartanos pelearon a muerte contra el rey persa Jerjes I y su armada de más de 100.000 soldados. En la cinta, Jerjes es mostrado como un gigante de más de dos metros con una apariencia estrafalaria y sin cabellos en el rostro, una imagen que contraste con las reconstrucciones de cómo lucían los persas de la época.
El paso de las Termópilas, que dio nombre a la batalla, era importante ya que quién controlara esta zona, controlaba la entrada al resto de las ciudades-Estados griegas. Por ello, y es donde se cae el mito, no solo los espartanos lucharon por defenderlo de los invasores extranjeros.
Junto con los 300 espartanos, según Herodoto, lucharon 400 tebanos, 400 corintios, 700 tespios, 1.000 focidios, 1.120 arcadios, 900 lacedemonios y periecos, 500 tegeatas, 500 mantineos, 900 ilotas espartanos y 80 micenos, entre otros. Ciertamente, los espartanos eran los responsables de la organización y Leónidas era su comandante. Pero, y de acuerdo a las últimas estimaciones de los historiadores, cerca de 6.200 soldados lucharon contra las fuerzas de Jerjes.
Leónidas, además, no logró frenar a los invasores, quienes cruzaron el paso, arrasaron y saquearon varias ciudades griegas, entre las que se encontraba la propia Atenas.
3. Mendeléyev no vio la tabla periódica en un sueño
El químico ruso Dmitri Ivánovich Mendeléyev creó en 1869 el sistema por el que se organizan todos los elementos químicos hasta el día de hoy: la tabla periódica de los elementos. Como pasa con muchos descubrimientos científicos, su invención se le dio un aire de misticismo e incluso se llegó a afirmar que la vio a través de un sueño.
Sin embargo, esto no es realmente lo que sucedió. El propio Mendeléyev afirmó que pensó en un sistema para organizar los elementos químicos durante al menos 20 años.
Debido a que Mendeléyev no podía encontrar un libro de texto que se adaptara a la enseñanza de química inorgánica, decidió escribir un nuevo libro. Mientras escribía el capítulo sobre los elementos halógenos, descubrió similitudes en la progresión de los pesos atómicos de los elementos de dos grupos diferentes y se preguntó si otros grupos tenían propiedades similares.
Mendeléyev estableció que el orden de los pesos atómicos se podía usar no solo para organizar los elementos dentro de cada grupo, sino también para organizar los grupos. Así, en su esfuerzo por dar sentido al extenso conocimiento que ya existía de las propiedades físicas y químicas de los elementos químicos y sus compuestos, el científico creó la tabla periódica.
4. Einstein no era mal estudiante
Cada vez que alguien tiene dificultades en sus actividades escolares, es común escuchar: «¡Tranquilo!, hasta Einstein tenía malas notas en el colegio». No obstante, este consuelo de muchos, es en realidad uno de esos mitos que los medios de comunicación y la televisión han ayudado a difundir.
El joven Albert era muy buen estudiante. Al parecer el mito se inició por un error de uno de sus primeros biógrafos, al descubrir la etapa escolar del físico en Aarau, Suiza.
Einstein sacaba notas de 1 y 2; sin embargo, en la escala de notas de aquel momento, 1 era la máxima nota y 6, la mínima. Más tarde, se invirtió la escala de las notas y Einstein empezó a obtener notas de 6 y 5, siendo 6 la nota máxima. Los historiadores no fueron cuidadosos a la hora de comprobar el baremo de notas en Suiza de aquella época.
5. Iván el Terrible no era tan terrible y nunca mató a su hijo
En la cultura popular occidental, la figura del zar ruso Iván IV el Terrible es representada como un sádico sanguinario, que sumió a Rusia y sus vecinos en un ambiente de miedo y terror, y que en un ataque de furia llegó incluso a matar con sus manos a su propio hijo y heredero. No obstante, los trabajos historiográficos modernos han puesto esa leyenda en tela de juicio.
Los historiadores calculan que durante su reinado por disposiciones del zar fueron ejecutados algo menos que 5.000 personas, en su mayoría enemigos políticos de la aristocracia. Una cifra impactante para cualquiera de los líderes de hoy día, pero no tanto si se pone en contexto en el tiempo y espacio en el que vivía el zar. A modo de ejemplo:
- en Francia, en la noche del 23 al 24 de agosto de 1572 tuvo lugar la llamada matanza de San Bartolomé, que inició una purga contra los protestantes y le quitó la vida de un estimado de 30.000 personas.
- en Inglaterra, durante el reinado de Enrique VIII (1491-1537), fueron asesinados hasta 72.000 personas sin hogar bajo el amparo de la ley contra los mendigos. El reinado de su hija, Isabel I (1533-1603), sumó otras 80.000 vidas.
- en Alemania, la supresión del levantamiento campesino de 1524 por las fuerzas aristocráticas dejó un saldo de 130.000 víctimas entre la población rural.
- en Flandes, entonces parte de España, las atrocidades del Gran Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, cometidas durante la guerra con las provincias sublevadas le costaron la vida a un estimado de 100.000 personas, solo entre civiles.
La imagen de un déspota despiadado se popularizó en occidente gracias a los trabajos de sus enemigos, principalmente de la Orden Livona y Polonia, con los que el zar llevó numerosas guerras. De ahí viene también su apodo, que es una falta a la verdad. Y es que el apodo ‘el Terrible’ es una mala traducción del ruso ‘грозный’, un adjetivo que en español se acerca más a ‘estricto’, ‘severo’ o ‘rígido’.
La muerte de su hijo también está rodeada de misterio. Una de las versiones más extendidas y que todos consideran como una verdad indiscutible es que Iván mató a su propio heredero a golpes.
De acuerdo con esta teoría, el zar encontró a su nuera embarazada vestida de manera indecorosa, por lo que la golpeó hasta dejarla sin vida. Su hijo, Iván Ivánovich, iría a su rescate y en plena discusión con su padre recibió de este fuertes golpes a la cabeza que lo conducirían a su muerte.
Fue Antonio Possevino, miembro de la orden de los jesuitas y enviado del papa, quien se encargó de difundir esta historia entre las cortes europeas con claros objetivos políticos que son arena de otro costal. El resto lo hizo la leyenda formada alrededor de su crueldad y el cuadro de Ilía Repin ‘Iván el Terrible y su hijo’, el cual ilustra la supuesta escena de arrepentimiento del zar por matar a su heredero.
Las crónicas rusas de la época mencionan la muerte del primogénito de Iván. No obstante, no señalan nada acerca de un asesinato o un episodio violento, sino que cayó víctima de una enfermedad. Esa versión encontró su sostén en 1963, cuando la autopsia de los restos del príncipe mostró que el hijo del zar tenía una cantidad de mercurio, arsénico y plomo en su cuerpo que superaba 32 veces la permitida. Esto, aparentemente, apunta a que fue envenenado.
Sin embargo y debido a la mala conservación del tejido óseo, no se pudo establecer de manera confiable si el zarévich tenía el cráneo fracturado.
6. Los vikingos no llevaban cachos en sus cascos
La imagen difundida por este pueblo nórdico es de sanguinarios guerreros que devastaban todo lo que encontraban a su paso con cascos con cuernos. Sin embargo, en las numerosas investigaciones arqueológicas que se han realizado no se ha encontrado ningún tipo de evidencia que demuestre esta afirmación.
Todo parece indicar que el motivo de esta curiosa imagen proviene de unas ilustraciones sobre la épica obra del siglo VIII ‘La Saga de Frithiof’, realizadas en 1820 por el sueco Gustav Malstrom, donde muestra poderosos guerreros con los cascos ya mencionados.
No obstante, no fue hasta el estreno de ‘El anillo de los nibelungos’ de Richard Wagner, en las que aparecían algunos de sus personajes provistos de cascos con cuernos, que la imagen quedó grabada en el imaginario colectivo.
Además de la falta de evidencias hay otra razón que confirma que los cuernos son solo parte de una fantasía: no serían prácticos en un combate. A pesar de que los cuernos son un producto de la romantización de estos pueblos escandinavos, su carácter guerrerista no lo es y no hubiesen utilizado algo que los haría ser más vulnerables en el campo de batalla.
Lo que es más, se ha comprobado que solo los guerreros más adinerados portaban cascos de protección, el resto simplemente utilizaban gorros de piel o incluso llevaban la cabeza al descubierto.
7. La manzana nunca cayó sobre la cabeza de Isaac Newton
Los grandes descubrimientos científicos siempre han atraído la imaginación del colectivo y no es para menos, algunos de estos hallazgos han sido tan importantes y tan geniales, que solo parecen poder explicarse gracias a una intervención divina o a la casualidad. Este es el caso de la formulación de la ley de gravedad por sir Isaac Newton.
Cuenta la leyenda que el físico hizo el descubrimiento de esta misteriosa fuerza por casualidad: mientras reposaba bajo la sombra de un manzano. En este momento, una fruta de este árbol cayó sobre su cabeza y fue la causa de que el científico se cuestionara sobre la fuerza que la hacía caer.
Sin embargo, esto no fue así. Según su amigo y primer biógrafo William Stukeley, en realidad, Newton solía reflexionar de manera frecuente en torno a la teoría de la gravedad. Tanto Stukeley como el físico tenían la costumbre de sentarse bajo la sombra de estos árboles que Newton tenía en el jardín de su casa para debatir sobre los últimos avances científicos.
«Me dijo que había estado en esta misma situación cuando la noción de la gravedad le asaltó la mente. Fue algo ocasionado por la caída de una manzana mientras estaba sentado en actitud contemplativa. ¿Por qué esa manzana siempre desciende perpendicularmente hasta el suelo?, se preguntó a sí mismo», escribió Stukeley en ‘La vida de Sir Isaac Newton’.
El documento, al que se puede acceder de manera digital en los archivos de la Sociedad Real de Londres, demuestra que la gravedad no fue un descubrimiento científico fortuito, fue producto de años de reflexión y estudio, donde las manzanas jugaron un papel menor.