España no tiene quien le escriba…

La política española atraviesa su momento más confuso, desde que fuese establecido el nuevo régimen democrático en 1978. Luego de las elecciones que le dieron la victoria al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Pedro Sánchez, la carrera ha sido por formar un Gobierno y un Congreso funcionales, sin que el sistema vuelva a hacer aguas y haya que convocar a otros comicios.

El reglamento establece la mayoría absoluta en escaños (176) para que uno de los candidatos de los grupos parlamentarios representados gane la votación y, aunque el PSOE suma 123, estaría muy lejos como Partido de una imposición por encima del resto de las propuestas. Incluso si se une con Podemos (42), según los cálculos solo alcanzarían una mayoría simple de 165 escaños. Entonces, a Sánchez le hacen falta otros apoyos para gobernar.

Esta investidura es crucial no solo en la formación de una junta de Gobierno, sino a la hora de definir qué programa social se aplicaría, en dependencia de las propuestas de cada grupo de poder parlamentario, por lo cual se define no solo el rostro del oficialismo, sino el de la misma oposición.

El único pacto en serio que hasta el momento se vislumbra es, no obstante, entre PSOE y Podemos, al menos de cara a la opinión pública y la vida política. De hecho, de la reunión en la Moncloa entre ambas fuerzas trascendió que trabajarán juntas y ya se aprecia cierto reblandecimiento del discurso de Pablo Iglesias, que ya no clama por la deconstrucción de estructuras estatales, sino por metas más parecidas a la socialdemocracia.

Nos hemos puesto de acuerdo en ponernos de acuerdo, aseguró Pablo Iglesias a la salida de la Moncloa. Dijo además que no cometería los errores del año 2015 cuando le exigió a Sánchez algunos ministerios bajo el mando de Podemos. Todo apunta entonces a que la dirigencia del PSOE juega un fino ajedrez entre las fuerzas parlamentarias, de manera que su candidato resulte electo en una primera vuelta de votaciones.

En cuanto al resto de los partidos, se sabe que ni con Ciudadanos ni con vox hay nada que hablar, de hecho, durante la campaña muchas veces el propio Sánchez dejó claro que con Rivera no habría ni pactos ni arreglos, en tanto el supremacista y ultrarreaccionario vox rechaza cualquier alianza que menoscabe su discurso.

El Partido Popular (PP), aunque venido a menos, pudiera ser la pieza que falta en el rompecabezas de Sánchez, a la hora de unir votos en pro de un gobierno electo de forma inmediata, con mayoría socialista, pero que tendría que incluir en puntos clave a miembros de la derecha tradicional, con menoscabo de los planteamientos de la izquierda, sobre todo en torno al tema catalán. Si el pacto PSOE-PP-Podemos se da, sería algo sin precedentes y cada uno de los partidos se sentiría con fuerza y potestad para actuar dentro de dicho gobierno, teniendo uno de ellos que ceder (Podemos se pinta solo).

Ese PP, que necesita aferrarse al poder de alguna manera para evitar una barrida del espectro político, estaría dispuesto a formar gobierno con el PSOE, pero su impacto inmediato dentro del gabinete sería de desunión, debido a la falta de consensos que hay en el panorama de los programas, como la aplicación o no del artículo 155 a una Cataluña insumisa, el cobro de las pensiones, la lucha contra la corrupción y lo que Podemos llama las cloacas del Estado.

Todo apunta a un reblandecimiento del discurso de la izquierda de Iglesias hacia la socialdemocracia y un corrimiento más al centro de la derecha del PP, si es que es posible tal equilibrio, con el PSOE en el medio como fuerza mayoritaria y generadora de hegemonía a la hora de la toma de decisiones.

Al final, la entrada del PP en el pacto no sería develada hasta último momento para evitar movidas dentro de la misma derecha tradicional, cuya unidad y liderazgo están siendo cuestionados desde adentro a partir de su pasada gestión de gobierno y de la derrota en las votaciones. También sería nefasto que Ciudadanos y vox generen contramedidas para colisionar dicho pacto, a partir de la influencia que ambos partidos de derecha tienen hacia el interior del PP, sobre todo de sus bases.

Queda claro: España no tiene ahora mismo quien le escriba sus líneas fundamentales, ya que el consenso se aleja en el horizonte político, el sistema bipartidista hizo aguas hace años y las bases políticas tradicionales son fichas de cambio que resultan ignoradas a la hora de formar gabinetes reales.

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