Argentina: “Cuando hay un voto por odio, eso se vuelve contra la propia persona”

Es un misterio, pero por estos días muchos se preguntan por qué algunas personas votan a un gobierno que las desfavorece. El doctor en Psicología y psicoanalista Sebastián Plut lo toma como punto de partida en el libro El malestar en la cultura neoliberal (Editorial Letra Viva), aunque, como es de suponer, no hay una única respuesta. El mismo Plut detalla que el libro está estructurado en tres secciones. La primera aborda el neoliberalismo como “cultura” y cómo opera la antinomia “civilización o barbarie” en sus votantes. Tiene ocho ensayos sobre los medios de comunicación, la opinión pública y cómo en ese contexto instalan determinadas ideas y formas de pensar vinculadas con el individualismo.

Este psicoanalista hace una disquisición sobre el término “cultura” y cierta ambigüedad que puede tener, “ambigüedad básicamente derivada de los múltiples usos que tiene el término y que forma parte de nuestro repertorio social y general”. Posteriormente, pasa a formular una conceptualización desde la perspectiva de Freud de lo que es la cultura. “En ese sentido, entiendo que efectivamente existe una cultura neoliberal en tanto modelo de práctica social, modelo de ciertos valores, metas, acciones, producción de servicios y de regulación de los vínculos pero que, al mismo tiempo, contiene su propia tendencia a la aniquilación de la cultura. Tiene esa paradoja”, explica Plut.

–No hay una única respuesta al por qué la gente vota a un gobierno neoliberal. Desde su perspectiva psicoanalítica, ¿cuál le convence más, al margen de que el psicoanálisis trabaja caso por caso?

–Yo preferiría no tener que quedarme con alguna respuesta que me convenza más, no porque todas las hipótesis valgan lo mismo o sean igual de consistentes sino porque la heterogeneidad está en la masa de votantes de un gobierno neoliberal. Si uno lo dice de manera simple, hay quien vota a un gobierno neoliberal claramente porque se beneficia económicamente. Puede haber otros que lo votan porque el incentivo es moral, más allá de cuál es la moral que se sostiene en cada caso; quiero decir, que prefieren esos valores o modelos sociales, más allá de que se les deteriore la vida en otros terrenos, como el económico. Eso dicho en un plano descriptivo. Yo creo que la gente vota a un modelo neoliberal también para satisfacer cierta cuota de sadismo. Y lo que es más enigmático aún (y digo enigmático porque es la palabra que Freud usa para el concepto que voy a utilizar ahora) es que también creo que es por una cuota de masoquismo.

–¿Por qué está instalada la idea en muchos votantes de Macri de que “los millonarios no necesitan robar”?

–No sé por qué está instalada. Creo que la han instalado y que ha sido una campaña instalar este tipo de pensamientos que da para hablar muy extenso y sobre sus implicancias. Por supuesto, en primer lugar yo considero que esa frase es falsa. Pero más allá de que sea falsa, lo más interesante de esa frase es que rompe con toda lógica porque no hay ningún nexo lógico entre el patrimonio de un sujeto y su honestidad. En todo caso, uno es honesto y, eventualmente, logra hacer dinero, o es deshonesto y por serlo logra hacer dinero. La honestidad y la deshonestidad pueden ser los factores que a alguien lo lleven a hacer dinero o no. Pero tener dinero no es un factor causal de la honestidad.

–Usted señala que en la antinomia “Civilización o Barbarie” intervienen los mecanismos de expulsión y de exclusión. ¿Se puede asociar con que en las ideas de los votantes de Macri la civilización es la adherencia a sus políticas y la barbarie sería el retorno al kirchnerismo?

–Claro, el problema de la antinomia “Civilización o Barbarie” es suponer que los grupos sociales están claramente divididos en sus rasgos psicológicos. O sea, que los civilizados están de un lado, los bárbaros están del otro; los buenos de un lado; los malos, del otro. La categoría a la que yo recurro, que es la de antagonismo, implica pensar los conflictos no en una división radical entre grupos o sectores sino los conflictos que se dan en todos nosotros. ¿Por qué se sostiene la antinomia? Yo creo que cuando se realiza esa operación de “Civilización o Barbarie” (o los nombres que pueda tener más en la actualidad del tipo “No hay izquierdas ni derechas, somos el centro y el equilibrio” o “Somos la normalidad”) se sostiene tan radicalmente porque aquello que se deposita en ese otro denigrado no sólo son un conjunto de rasgos que ese otro puede tener o no sino que también se proyecta en ese otro el propio desvalimiento.

–En estos momentos se cambió la idea de “adversario” por la de “enemigo” en la vida política argentina, pero también a nivel de la sociedad. ¿Esto se puede relacionar con el concepto psicoanalítico del yo placer purificado?

–Claro, el yo placer purificado, dice Freud, expulsa de sí todo lo que es displacentero y se arroga para sí todo lo que es placentero. Freud utiliza una frase que es algo así como “Yo, lo bueno; lo malo lo escupo”. Eso tiene que ver con lo que hablábamos recién: no sólo yo creo que es malo lo que el otro tiene como atributos o rasgos sino que, además, parte de eso que le coloco al otro es propio. Y ahí es donde está la necesidad tan intensa de mantener la escisión radical en tanto me permite a mí considerarme normal, bueno, intachable, impecable, limpio de toda corrupción. Y creo que ahí es donde está la fuerza de la antinomia. Caetano Veloso tiene una canción que dice “De cerca nadie es normal”. Y eso es lo que pasa: nadie es normal, pero en la antinomia se pretende que sí.

–Hay una idea de que el rico es por el esfuerzo que hizo y que el pobre es un subsidiado que no se merece ascender económicamente. ¿La denominada “meritocracia” anula cualquier posibilidad de lazos sociales y solidarios?

–La meritocracia anula y abomina de todo lazo solidario porque la meritocracia es el “sálvese quien pueda”. Esa frase aparece bajo la forma del pánico cuando entra una crisis, pero si yo lo que tengo es porque sólo me lo merezco yo y, entonces, tengo derecho a ciertos privilegios, cualquier acción colectiva aparece como amenazante de mi carrera personal. La meritocracia desestima por completo toda idea de lo colectivo, lo solidario; en términos freudianos, “todo aquello que sea la denegación del propio poder”.
Por ejemplo, la justicia desde la meritocracia se entiende como la atribución de ciertos privilegios, el que tiene más versus el que tiene menos; mientras que la justicia según lo entiendo –y en esto también sigo a Freud– es entendida como una renuncia pulsional; o sea, como una denegación del propio privilegio: renunciar uno para que el otro también deba renunciar.

–¿Es cierto que en épocas de crisis la población refuerza posiciones de derecha?

–Algunos han dicho que en épocas de crisis se refuerzan posiciones de derecha, pero también se ha visto que en épocas de bonanza también se refuerzan posiciones de derecha. Podría haber mil problemas para la época del 2015, pero no es lo mismo que una situación de crisis social, política y económica si se reforzaron posiciones de derecha.

Quizás habría una diferencia. Uno podría decir: “Si las cosas están muy mal, si hay una crisis y yo quiero votar algo diferente y me voy para la derecha” puede decir “a lo sumo me equivoqué, pero busqué una solución a un problema que existía”. Más curioso es cuando las cosas andan más o menos bien y uno dice: “Voy a cambiar”. ¿Las dos situaciones distintas dan el mismo desenlace? ¿lo económico no es el factor?, porque ya sea por crisis o por bonanza en una sociedad puede haber un incremento del voto hacia la derecha.

Creo que no hay una respuesta clara o por lo menos yo no la tengo, pero sí diría que para ciertos sectores hay un conflicto cuando la clase media se acerca con la clase baja. Entonces, eso puede ocurrir por bonanza (porque la clase baja empieza a subir) o por crisis (que la clase media empiece a bajar). Y esto es lo que explota cierto sector dirigencial: los conflictos entre clase media y clase baja, entre los que se sacrifican y los subsidiados.

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