Ciudad Juárez, Chihuahua, a una semana de su llegada a esta frontera, la Guardia Nacional ha conseguido que la mayoría de los migrantes dejen de intentar el cruce por los puntos habituales. Ya se fueron para otros lados, por aquí ya está muy tranquilo
, dice el oficial a cargo, que observa el muro desde una pick-up estacionada en las inmediaciones del Puente Negro.
Tomando este punto como centro, la nueva vigilancia mexicana se extiende hacia ambos lados de la barda fronteriza. Desde este lugar, según hacia donde se dirija la mirada, se pueden ver la presidencia municipal de Ciudad Juárez, la oficina del Instituto Nacional de Migración, el centro histórico de El Paso, el río Bravo y el puente Paso del Norte, que desemboca en la emblemática avenida Juárez.
El oficial a cargo lo ha dicho correctamente: ya se fueron a otros lados, es decir, lo seguirán intentando, esperarán más tiempo, buscarán otras rutas o se pondrán en manos de traficantes que les ofrecerán la peligrosa travesía del desierto.
Una de las zonas de vigilancia de la flamante Guardia Nacional va del Puente Negro a la Casa de Adobe, una pequeña construcción que recuerda la toma de Ciudad Juárez por las fuerzas leales a Madero. En ese lugar limitan los estados de Texas, Nuevo México y Chihuahua.
Un camión militar va dejando soldados cada determinada distancia. Si ven acercarse a un grupo o personas con mochilas a los hombros se ponen en alerta y les solicitan identificaciones.
Por lo demás, la vida sigue. Frente a la Casa de Adobe, el río sí lleva mucha agua. En esta época calurosa, familias juarenses de escasos recursos vienen aquí a nadar y pescar.
No nos molestaron ni nos han preguntado nada
, dice José, originario de Veracruz, quien con sus hijos y sobrinos dedicó una parte del día a capturar langostinos de río, una especie que en su tierra llaman camarón reculón
.
Decenas de personas, la mayoría niños, nadan en esta parte del río, y van de una orilla a otra sin ningún problema (en rigor, si pasan a la otra orilla ya están en Estados Unidos).
A unos pasos de los veraneantes está una pequeña construcción, réplica de la pequeña casa de adobe desde la cual, en 1911, Francisco Madero dirigió la toma de Ciudad Juárez. Veinte pasos a la derecha de la casa hay un trozo del muro, pero esta porción no es propiamente el de Trump. Es un muro privado, financiado con donativos de partidarios del presidente de Estados Unidos.
Uno de sus promotores, Jeff Allen, presume haber vivido en Ciudad Juárez y tener esposa e hija mexicanas. La reportera local Hérika Martínez lo entrevistó en mayo pasado y el hombre habló con orgullo del primer muro privado
. Según él, se trata de decir al Congreso estadunidense que está fallando y que vamos a luchar por nosotros mismos
. Allen y otros personajes lanzaron una campaña de recaudación de fondos y así obtuvieron los ocho millones de dólares que costó este tramo.
El sábado pasado, Allen tuvo visitas. Detrás del muro se alcanzaban a ver varias lujosas camionetas y una oficina rodante. En un momento salieron de la oficina para iniciar un recorrido
El trozo de muro sube por un cerro y llega hasta la cima, donde hay una imagen religiosa que en otros tiempos era frecuentada por peregrinos de Ciudad Juárez. Era, hasta que apretó el muro, claro.
La visita de los probables donantes es opacada por un par de activistas juarenses, quienes no dejan pasar la oportunidad para gritarles “Fucking white people” (Malditos blancos) y otras chuladas a los patrocinadores de este cachito de muro (se extiende en uno de los 3 mil kilómetros de frontera).
Los seguidores de Trump aguantan los gritos de racistas
, pero se dirigen al muro y toman fotos a la pareja mexicana cuando les gritan ¡Gordos, váyanse a correr!
Los veraneantes veracruzanos miran la escena divertidos.
Cruce de miles
Por lo que puede constatarse en recorridos por la línea fronteriza, la vigilancia de la Guardia Nacional se concentra en la mancha urbana de Ciudad Juárez-El Paso. Desde hace varios meses, por aquí han cruzado miles de personas que buscan acogerse a la ley de asilo del vecino del norte. Los cubanos y africanos se apuntan en una lista y esperan su turno de cruce. Los centroamericanos llevan meses cruzando en grupos, incluso de 100 o más personas, con la finalidad de entregarse a las autoridades para poder presentar sus solicitudes de asilo.
Según lo observado en los pasados tres días y los datos de la prensa local, ahora sólo han logrado cruzar unas 20 personas por día en los puntos más usados por los migrantes.
La imagen de la detención de dos mujeres y una niña nicaragüenses, ocurrida el pasado viernes, fue ampliamente difundida. Pero este fin de semana no se pudo ver a ningún migrante en las cercanías del Puente Negro. Sólo uniformados y reporteros hacían guardia frente al muro de Donald Trump.