(Por: Walter Raudales)
La necesidad del ser humano de clasificar las cosas, y su entorno, le llevan a crear conceptos para poder entender, o al menos explicar, a qué se deben los acontecimientos y especular sobre el porvenir. Pocos discuten, ni cuestionan, que hubo una edad de piedra, una revolución industrial con la irrupción de la máquina a vapor, y un renacimiento en las artes (al menos europeo). Pues bien, en ese afán de querer comprender los hechos, y comprendernos a nosotros mismos, ha surgido, con ímpetu, de la mano de lo digital, un nuevo término conocido como Revolución 4.0.
Esta revolución 4.0 aún en ciernes, es la preponderancia de la alta tecnología en la toda la vida del ser humano, con énfasis en el trabajo. Nos está llevando a depender de sistemas digitales, en donde conviven algoritmos, software, sensores, nanotecnologías, tecnología digital de comunicaciones, neurotecnologías, robots, inteligencia artificial, biotecnología, sistemas de almacenamiento de energía, drones e impresoras 3D. Es el internet eclipsando el día a día, transformando el empleo y la industria, pero sobretodo la vida completa a nivel planetario.
En definitiva, la Revolución 4.0 no sólo es la irrupción de nuevas tecnologías, se trata del paso a nuevos sistemas de trabajo y convivencia anclados en lo digital. En donde la velocidad (rapidez) y alcance (a gran escala) es lo que cuenta.
¿Por qué Revolución 4.0? Porque la primera fue el paso de la producción manual a la mecanizada (entre 1760 y 1830); la segunda, a mitad del siglo XIX fue con la electricidad en donde la manufactura pasó a ser en masa y la tercera vino con la máquina de vapor.
En esta cuarta revolución privarán por los robots y la inteligencia artifical. Definitivamente el mundo con el que nos enfrentamos hoy en día nada tiene que ver con lo que hemos conocido, mucho de lo que se viene será inexplorado y desconocido.
Ante esta realidad surgen muchas preguntas ¿qué se espera de una persona con valores cristianos? ¿Cómo entra en todo esto la ética humana? ¿Cuál debe ser el compromiso político en la revolución 4.0? ¿Es posible hacer la revolución dentro de esa nueva revolución 4.0?
Todas estas preguntas son válidas por las repercusiones que vienen, pues se impactará lo que somos, las formas en cómo nos relacionamos, el empleo, el ingreso, la política, la ética, todo.
Esta revolución va más allá de las redes sociales y sus transformaciones de nuestras vidas, se trata de la “digitalización de las industrias de los átomos”, que cambiará nuestro futuro para siempre. Para entenderlo necesitamos también un cambio de nuestros paradigmas actuales.
¿Qué pasará con el empleo si nos reemplazará la robótica? ¿De qué se tratará el compromiso social en un mundo gobernado por la inteligencia artificial, la nanotecnología, el big data, el internet de las cosas, la integración de procesos?
El compromiso es: ¿Cómo seguir siendo personas en un entorno de despersonalización? ¿Cómo ser humanos en un mundo robotizado? ¿Cómo ser cristianos en un mundo sin ética ni valores mínimos? Ese es el reto y el compromiso. ¿Cómo darle humanismo a ese mundo tan mecanizado gobernado por algoritmos?
Es fundamental destacar que detrás de cada máquina siempre habrá un cerebro o una élite que controlará el switch de encendido, y del otro lado una colectividad afectada por las decisiones de quien tiene el control del robot.
Está claro que quien está saliendo beneficiado son los países y las elites económicas que tienen acceso a esa tecnología. Sin duda se viene una nueva brecha entre quién tiene la tecnología y quien la padece. Una vez más el salto no es para la humanidad en su conjunto es para unos pocos que controlarán y esclavizarán al resto a través de la dependencia cibernética.
Como en todo proceso, esta revolución 4.0 tiene quienes le apoyan y ven con beneplácito y por otro lado los críticos. Quienes la aplauden sostienen que a través de redes inteligentes y algoritmos, que podrán controlarse a sí mismo, se podrá producir a gran escala una enorme cadena de valor que puede acabar por ejemplo con el hambre en la tierra, dicen además que podrá mejorar los niveles de vida de poblaciones enteras (no explican cómo pero lo dicen) y que en esta revolución triunfan aquellos que sean capaces de innovar y adaptarse.
Quienes la critican afirman que esta revolución acabará con más de cinco millones de puestos de trabajo solo en los 15 países más industrializados. Creen que aumentará la desigualdad, la inequidad y que los países empobrecidos lo serán aún más y que el efecto devastador de esta revolución 4.0 será mucho mayor.