(Por: Alejandra García Elizalde)
Cualquiera habría pensado, luego de la primera foto que se divulgara del presidente estadounidense Donald Trump y su homólogo chino Xi Jinping, durante la cumbre del Grupo de los 20, que Estados Unidos y China no llegarían a acuerdo alguno. En la instantánea, tomada por la agencia inglesa Reuters, el jefe de la Casa Blanca sacude con fuerza la mano de Xi, mientras lo observa, dejando entrever una sonrisa.
Se podía adivinar, por su postura levemente inclinada hacia el líder asiático, que quería transmitir confianza en sí mismo, altanería, amenaza. Mientras, el presidente del gigante asiático no transmite emoción alguna, salvo una sonrisa discreta en su rostro. No se vuelve a mirarlo en ese instante, que dio la vuelta al mundo en apenas segundos. Se le ve de medio lado, sereno, inalterable.
Unas horas más tarde, otra cámara captó el cierre de la reunión privada que tuvieron ambos mandatarios, al margen del G20, en la que discutieron el nuevo rumbo de la guerra comercial que EE. UU. impone a China desde hace más de un año. Ya no hay asomo de risa en el rostro de Trump, sentado a la izquierda de una mesa ovalada, junto a otros seis representantes. A la derecha, Xi Jinping –junto a igual número de altos funcionarios de esa nación asiática– es el único que expresa emociones esta vez. Observa a la cámara y sonríe.
Luego de la reunión, Trump levantó el veto a la empresa privada china Huawei, una de las primeras víctimas del conflicto económico impuesto por EE. UU. a principios del pasado año, según confirmaron a Granma fuentes de la Cancillería de esa nación asiática, antes de que se disipara la noticia por el mundo. Ambos mandatarios acordaron, luego del encuentro, que se permitirá la venta de productos estadounidenses al gigante tecnológico asiático y se reanudarán las conversaciones entre ambos países para dar fin a la guerra comercial que tiene en jaque a la economía mundial.
La ira en el rostro de Trump en la segunda foto de la jornada del sábado es comprensible. Al terminar la reunión, no solo dio a conocer que Huawei había ganado la batalla, también se vio obligado a admitir ante los mandatarios más poderosos del planeta, y ante todos, que sus empresas –como Intel y otras– , «no estaban precisamente felices con el hecho de que no pudieran continuar proveyendo a la compañía china con sus productos. La decisión no tenía nada que ver con ellos y, aún así, estaban siendo perjudicados». Y entonces dijo: «permitiré que empresas americanas continúen vendiendo sus productos a Huawei».
Añadió, además, con su prepotencia habitual: «Lo que hemos hecho en Silicon Valley es increíble, nadie ha sido capaz de competir con él, y somos los únicos que confeccionamos muchos de esos productos tecnológicos que Huawei necesita. Por eso pueden continuar vendiéndolos».
Casi pudieron escucharse al otro lado del mundo los suspiros de alivio del «increíble» Silicon Valley, capital de la tecnología de EE. UU.
También los de la empresa estadounidense Google y, aunque en su discurso Trump solo se refirió a la venta de hardware, el nuevo acuerdo incluye que el gigante tecnológico estadounidense podrá proveer con el sistema operativo (S.O) Androide a los dispositivos de Huawei.
A pesar de que la compañía asiática anunció que su nuevo sistema operativo, Hongmeng, estará disponible en China a finales de año, en días recientes
dio a conocer que sus más recientes dispostivos, P30 y P30 pro, tendrán disponible la nueva actualización del S.O de Google: Androide Q.
Pareciera que todo comienza a tomar rumbo hacia el fin del conflicto económico más peligroso del siglo XXI, según lo han calificado analistas, pero la actitud de Trump continúa siendo errática e impredecible.
Es de suponer que Washington seguirá presionando a sus aliados para que rechacen al gigante tecnológico chino como socio en el desarrollo de sus redes de telefonía 5G.
Por otro lado, Trump no ha anunciado una fecha para retomar las rondas de negociaciones, luego de que el inquilino de la Casa Blanca anunciara en el G20 que «vamos a trabajar con China desde donde nos habíamos quedado, para ver si podemos llegar a un acuerdo».
Aún hay mucho en juego. Ojalá pueda Trump comprender, de una vez, que «la cooperación y el diálogo son mejores que las fricciones y la confrontación», tal como defendió Xi, sentado frente al mandatario estadounidense y en el punto intermedio de las dos fotografías más compartidas en las redes el sábado pasado.