(Por: Francisco Parada Walsh)
Las familias del crimen más reconocidas no son los Falcone, Maroni, Riley y Dimitrov. El Pinochini de América está harto de mentir y visita la alcaldía universal solicitando cambio de nombre y por fin ser libre, el nombre elegido es Ciudad Gótica. Los ciudadanos salen a las calles a celebrar el nuevo nombre; en las calles, chicos y grandes se quitan sus máscaras de la doble moral y celebran, la quema de pólvora no se hace esperar, los vasos rebalsan de espumosa y amarga cerveza, se aspira cocaína como aspiraciones tenemos todos, carnavales cierran los ojos ante el desenfreno de la gente.
Pareciera que llevar una doble moral cansó al mentiroso pueblo, cada ciudadano debe presentar un documento extendido por el Acertijo, Sr. Frío y Ricardo Tapia, son los únicos con la potestad de darle esa identidad a cada habitante; será “la ciudad maldita, la oscuridad, la corrupción y un muy profundamente asentado sentido de la decadencia” los nuevos valores escritos en el acta mundial de fundación; muchos personajes que en El Pinochini de América eran menos que la nada se envalentonan al ser electos en cargos populares, inmediatamente acuden al único concesionario de autos y ante la envidia del bati móvil deciden enjaranarse y quemar las gomas de sus nuevos y poderosos juguetes; hombres apocados que llevaban vidas ocultas ahora son hombres poderosísimos, seres de la oscuridad.
El largo festival llega a su fin, todos deben empezar a trabajar, la ciudad maldita está lista para acoger a los suyos, algunos de los hombres y mujeres más influyentes de Ciudad Gótica ven la oportunidad de sus vidas para mejorar sus míseras existencias a costas de ese pueblo tan mentiroso, todo se vale, todo; pasan los siglos y la decadencia es mayor, muchos ciudadanos que ostentan sendas posiciones olvidan a sus viejos conocidos, la perdición y los egos intratables empiezan a cansar a los habitantes de ciudad Gótica; sencillos ciudadanos son sancionados y multados por vender bisuterías en las aceras, otros que tienen mejor suerte y que trabajan en casas de juegos, apuestas y burdeles se les prohíbe vender algún producto para hacer llegar más ingresos a sus hogares.
Muchos ciudadanos están arrepentidos pero el régimen policial es totalmente represivo, los vecinos apenas cuchichean entre ellos, aprovechan algún descuido de los gendarmes para hablar con sigilo a través de las paredes; ven a los jefes con gran temor y con un dejo de envidia, la población siente un profundo arrepentimiento de que se haya cambiado el nombre, al final El Pinochini de América servía para llevar una sana doble moral y no este libertinaje y borrachera de poderes que nunca sucedió en El Pinochini de América.
A pesar de que muchos ciudadanos creyeron que el cambio de nombre traería mejoras a sus vidas empiezan a entender que no serán las vidas de ellos las que mejorarán sino la de unos pocos, ¡los mismos de siempre!; nada y todo está prohibido en Ciudad Gótica, podemos ver paredes y cuerpos manchados, sucias y sarrosas lenguas llenas de aritos, algo que no deja de incomodar lo inmoral de algunos habitantes; el tiempo pasa y nada cambia, no hay ninguna diferencia entre El Pinochini de América y Ciudad Gótica, siempre el robo, la corrupción y la decadencia están a la orden del día; el hastío empieza a aparecer en la población, ante tal situación es común escuchar comentarios tales como: “Mirá como le cambió la vida a Bruno Díaz que apenas tenía para comer y ahora es un gran señor, pero niña, ladrón siempre será”.
En un viejo y derruido condominio de apartamentos se lee en letras góticas: “El que nunca ha tenido y llega a tener loco, patán y soberbio se puede volver”; el pueblo cansado exige se realice un referéndum para cambiar el nombre de Ciudad Gótica a Pinochini de América pero ante sus manifestaciones de inconformidad son masacrados en las calles, la represión es impresionante. En una tele transportadora, Gatúbela mira absorta como fusilan a niños, hombres y ancianos; poco le importa, ya nadie puede ni podrá detenerlos. Ciudad Gótica seguirá reinando, solo que será Gatúbela quien reine por y para siempre. ¡Santo Padre de Batman y Robin, protégenos con tu manto de sangre!