El hombre bueno

(Por: Francisco Parada Walsh)

«Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4: 10). Escribir sobre seres maravillosos que en el mayor anonimato hacen grandes obras vale la pena. Pito’ s Land adolece cada día de personas que dan todo por nada. Recientemente subió a mi montaña embrujada un amigo de la universidad, anticipadamente sabíamos que eran dos puntos a tratar, el primero se trató de disfrutar del vino que en vano limpia nuestras venas y que nuevamente no dio el resultado esperado por lo que el duelo sigue en pie y la más importante era realizar una campaña oftalmológica a un grupo de personas adultas y a séptimo grado de la escuela del cantón Las Pilas. El amigo no solo trajo el elixir tinto sino que me trajo tantísimas cosas, demasiadas y sabrosas viandas a un famélico soñador.

Aún duermen en un frízer ajeno algunos camarones y un salmón, solo falta el plop de la botella del vino franchute para el gozo eterno y que se duerman los camarones para que se los lleve la corriente; debo descansar los hepatocitos y retomar esos manjares en compañía de mis felinos y perrunos.

Pero ¿Qué hace a un hombre bueno?: No lo sé, pueda ser la crianza en su hogar, su fe, su agradecimiento y tantísimas situaciones que nos mueven hacia el invisible, hacia ese necesitado que todos sabemos que existe pero se prefiere callar, subir el vidrio de la indolencia y voltear la mirada al infierno; ¿Qué ganancia obtiene El Hombre Bueno en dar todo por nada?: Son ganancias tan personales que no podría explicarlas, más que ese calorcito que se siente en el pecho cuando se hizo lo correcto pero ¡Si todos hacemos cosas buenas!: En apariencia voy a misa para que en la mesa no falten las musas, en apariencia cedo el paso al peatón, en apariencia saludo, en apariencia existo.

No, esto es diferente, ser El Hombre Bueno va mas allá, hay que buscar, oler, tocar lo que nadie quiere hacer; hay que subir al Cielo para toparse con ángeles disfrazados de estudiantes, de adultos; pero ¿Quién es el ángel?: acá se complican las cosas y se vuelven interesantes pues en nuestro ideario solo nos convertimos en ángeles si revoloteamos nuestras alas y tocamos ¨El Triste¨ con arpas y cítaras en el cielo, me pregunto ¿Cuál es la diferencia entre el ángel Dr. Roberto Jule con un ángel perfecto y alado?: Son muchísimas, mi ángel amigo no tiene alas sino que tiene manos arrechas y hábiles para desmarañar un problema visual; mi ángel compañero no vuela sino que maneja largas distancias para llegar allá, a esos lugares que poco importan; mi amigo oftalmólogo no toca liras ni trompetas sino sofisticados aparatos para detectar algún problema visual que el paciente adolezca; mi amigo Roberto no pide diezmo sino que aparte de brindar una consulta profesional, regala la medicina y dulces a chicos y grandes; a mi amigo lo acompaña su esposa que juntos atienden y sirven desinteresadamente al paciente en forma totalmente gratuita.

¿Qué pasaría si cada salvadoreño desde su trinchera llámese presidente, ministro, abogado, zapatero, médico, enfermera, ingeniero, jornalero imitáramos la gran obra que realiza mi amigo Ángel?: No es fácil, dar no es de y para todos pero recibir pareciera que sí, vivimos en una sociedad fragmentada desde sus inicios y nos encanta, nos seduce cual heroína sin ser la heroína inyectada ni del cuento ese deseo de sacar ventaja a cada cosa que nos permita ser los más listos.

Hablaré por mí, en la etapa de euforia de mi bipolaridad creo ser El Hombre bueno, ¿En qué baso tal ligera afirmación?: Porque alimento gatos, estoy pendiente a que al perro sufriente no le falte el sustento para seguir en su triste vida de perro, colaboro sirviendo a algún paciente según sea lo requerido por él, rezo por las mañanas pero eso no me hace El Hombre Bueno, no, el Hombre Bueno es mi amigo Dr. Roberto Jule que con su ejemplo de obra hace que su legado crezca y que sean sus bendecidos hijos los que aprendan con el ejemplo, ver a un padre poner su talento en beneficio del salvadoreño pobre, creo que no hay mejor forma de enseñar que con el ejemplo y mi amigo lo hizo, lo hace y lo seguirá haciendo.

Soy apenas un amigo que lo espera y le tengo los pacientes a ser atendidos, no hago más, claro, no puede pasar desapercibido que mi viejo baúl rebosa de vinos gracias a mi amigo; ¡ese vino es la sangre de cristo! Por lo que seré cura y confesor y mis gatos serán los feligreses perdidos.

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