El crítico de literatura Harold Bloom falleció a los 89 años en un hospital en New Haven, Connecticut. Para hablar de Harold Bloom será imposible no hacer referencia a Canon Occidental, un ensayo literario que lo sacó del reconocimiento que ya de sobra tenía en los círculos académicos y literarios, para acercarlo a un público más amplio. Ese aterrizaje no hubiera sido posible sin la forma en la que mercadotécnica promocionó el ensayo, que luego se convirtió en el libro más traducido de Bloom. Fue algo como: el crítico literario más prestigioso de nuestro tiempo hace una lista de los 26 escritores más importantes de la historia.
«Nos propone un recorrido por la historia de la literatura occidental a través de los veintiséis autores que él considera capitales, una tradición que, centrada en Shakespeare, se extiende desde Dante hasta Beckett e incluye a escritores tan dispares como Cervantes, Tolstói, Wordsworth, Montaigne, Joyce, Dickens, Neruda, Emily Dickinson, Walt Whitman, Proust o Borges», dice la reseña de colecciones Anagrama.
«No sé muy bien si sus lectores de todo el mundo (más interesados por las «listas» del final del libro) advirtieron el patetismo de aquella ‘Elegía al canon’ que ocupaba sus primeras páginas. Bloom aventuraba en ellas que los futuros departamentos de Literatura se encogerían hasta las dimensiones reducidas de los de Lenguas Clásicas, mientras seguían cediendo «casi todas sus funciones a las legiones de los Estudios Culturales», reclutadas por la que llamaba «la Escuela del Resentimiento»: los relativistas culturales, los defensores de las minorías, los especialistas de literaturas exóticas y los ambiciosos trepadores sin escrúpulos».
En este sentido Anagrama dijo: «En una época en que los estudios literarios se ven contaminados por todo tipo de ideologías espurias y pretendidamente progresistas, cuyo emblema es lo «políticamente correcto», el autor reivindica la autonomía de la estética, el placer de la lectura sin intenciones de redención social y basada en el puro goce intelectual y verbal como reacción contra lo que él denomina la Escuela del Resentimiento: un mejunje crítico formado por multiculturalistas, marxistas, feministas, neoconservadores y neohistoricistas. Para Bloom, al igual que para Virginia Woolf, la crítica no es más que un intenso amor por la lectura, y ésa es la idea fundamental que nos transmite este lúcido ensayo»
«La mayoría de los que se llaman a sí mismos poetas sólo son versificadores. Y la mayoría de los que se llaman a sí mismos críticos no lo son de ningún modo, se trata de periodistas, o de ideólogos o propagandistas”, señaló.
Bloom, quien escribió unas 20 obras de crítica literaria y religiosa, explicó lo que, según él, debe tener un crítico de literatura: «Un profundo conocimiento de la filología, del griego y del latín, del provenzal y del hebreo, además de las lenguas romances, y la historia del idioma inglés. La gente ignora estas cosas, y no parecen preocuparles. Le digo a mis alumnos que se aíslen cuando un poema o un pasaje de prosa los encuentre o los enaltezca hasta el conocimiento, y lean en voz alta, canten hasta que lo posean, lo hagan suyo de memoria. Ese es el verdadero conocimiento en el campo de la literatura».
En Cómo leer y por qué (Anagrama, 2000) Bloom reflexiona: «A la información tenemos acceso ilimitado; ¿dónde encontraremos la sabiduría? Si uno es afortunado se topará con un profesor particular que lo ayude; pero al cabo está solo y debe seguir adelante sin más mediaciones. Leer bien… es el placer más curativo”.
El novelista y semiótico italiano Umberto Eco también reflexionó sobre el asunto: «Aun si nos apegamos sólo a la tradición occidental, ¿qué libros debería leer la gente? No hay duda de que la sociedad y la cultura occidentales han sido influidas por Shakespeare, La divina comedia de Dante y —remontándose en el tiempo— Homero, Virgilio y Sófocles. Pero ¿somos influidos por ellos porque realmente los hemos leído de primera mano?» y agrega: «Para ser una persona culta, o un buen cristiano, ¿es necesario haber leído el Libro de los Reyes o el Libro de los Números? ¿Es necesario haber leído el Eclesiastés, o es suficiente saber meramente de segunda mano que condena la “vanidad de las vanidades”?