(Por: Francisco Parada Walsh)
Todo sucedió en una remota aldea, por el momento se me escapa el nombre, si mi desvencijada memoria no me falla su nombre es Sumisionlandia, El Pinochini de América o La tumba de las Aves.
Su rostro mostraba ira, frustración y llanto mientras recogía las miles de aves asesinadas en un lujoso centro comercial; Darwin no daba crédito a lo que veían sus ojos, tendaladas de aves masacradas que su único pecado era buscar un resguardo nocturno, alzar vuelo al amanecer, cantar y alegrarnos siquiera por un momento nuestras pusilánimes vidas.
Con mucho cuido depositaba cada pajarito en un viejo costal de yute; a lo lejos escuchó el taconeo de unas lustrosas botas militares e inmediatamente levantó la mirada, sus ojos se iluminaron cuando vio acercarse a su amigo de infancia Joseph Goebbels caminar hacia él; en un santiamén se puso de pie, saludándose con un fuerte y largo abrazo.
Fue Charles quien invitó a Joseph a un café negro con azúcar blanca en tazas verdes como la esperanza; mientras les sirven un café que acompañan con un tamal de chipilín, pasteles de chucho y tacos de chanfaina, Darwin aprovecha para preguntarle a Joseph, ¿Qué andas haciendo en La Tumba de las Aves?
Goebbels: Nada nuevo, me llamaron para que asesore a unas organizaciones políticas y tú sabes que me fascina la propaganda, tanto fue mi aporte al holocausto que millones y millones creyeron todo lo que el Fuhrer decía, al final todo era mentira pero de tanto escuchar mentiras mi querido amigo ¡se convierten en verdades!, todo es ser constante, constante y no me será difícil realizar ese trabajo en este país pues si son capaces de matar a inocentes aves, ¿De qué no serán capaces de hacer en este folclórico y sumiso país? y esa querido amigo, es la razón de mi visita.
Mientras Goebbels enciende un cigarrillo y mira al cielo dice a Darwin con un semblante burlón: ¿Por qué no ponen de ese pegamento que mató a las aves en el piso de la Asamblea Legislativa?
Darwin: Suelta una sonora carcajada que no escapa a la mirada de los presentes.
Goebbels: No sabes qué alegría siento al ver tanto pájaro muerto, deberían de matar a todos los animales, no sirven para nada y tanto político corrupto debería ser ahorcado como en nuestros tiempos.
Darwin: ¡Ay mi amigo!, “genio y figura hasta la sepultura”, ni el holocausto te cambió y veo que tu sed de maldad y de mentira sigue intacta.
Goebbels: ¿Por qué tendría que cambiar?: Esa es mi esencia y por eso he sido llamado.
Darwin: Por los vientos que soplan creo que a buen puerto has llegado y a pesar de que lo que harás parece malo, por nuestra amistad te deseo lo mejor.
Goebbels: Gracias Charles, ha pasado tanto tiempo que no sé de ti, me sorprendí mucho al verte por estos rumbos y cuéntame, ¿Cómo van tus investigaciones sobre la teoría evolutiva que de evolutiva no tiene nada?
Darwin: Pensé que mis investigaciones ya no eran necesarias pues al parecer, repito, al parecer el hombre no desciende del mono sino que del perro, algo desde el punto científico difícil de aceptar .
Goebbels: y ¿Cómo es eso que el hombre desciende del perro?
Darwin: Toda la teoría evolutiva se basó en que el hombre tenía en el mono a su pariente más cercano, todos creímos que la cauda equina del hombre era el resultado del mayor grado de evolución pero todas esas hipótesis quedaron desfasadas cuando se pudo ver que en algunos hombres la cauda equina siguió creciendo y muchos tienen gran facilidad para moverla, claro, ¡son excepciones, excepciones! pero suficientes para dar al traste con mis investigaciones; ya no soy el joven que conociste en Germania y sí debo decirte algo, mientras fuiste ministro de propaganda publicabas libros y las personas leían; hoy no, nadie lee, debería ser un mundo pletórico de conocimientos y es cuando hay más ignorancia y maldad, mira ese montón de pajarillos muertos, su único delito es ser libres y quizá me iré de este país a la mayor brevedad pues lo más preciado que una sociedad tiene como es la libertad poco a poco se ve mermada, se respira un aire de miseria humana.
Goebbels: Tienes razón, no sé cuánto tiempo estaré acá pero como dice una canción: “Por la plata baila el mono” es que estaré asesorando…., en eso Darwin interrumpe: Quizá debería decirse: “Por la plata mueve la cola.…”