Bolsonaro, teólogo y predicador del cristoneofascismo

(Por: Juan José Tamayo)

Pasé buena parte del mes de agosto como profesor en diferentes universidades brasileñas: PUC-Paraná, PUC-Minas y PUC-Campinas. En mis diálogos con el profesorado, el alumnado y con analistas políticos tuve la oportunidad de conocer de cerca la calamitosa situación de Brasil durante los meses de presidencia de Bolsonaro y participé en manifestaciones contra su política social y educativa. Oí a los propios ciudadanos llamar a Brasil el país de las tres “B’s”: Bala, Buey y Biblia, la tres en complicidad, con la Biblia como instrumento legitimador del incremento de la violencia institucional y del extractivismo.

En una de las clases, un estudiante de teología comentó: “En la Iglesia nos prohíben hablar de política y Bolsonaro hace teología”. “Ah, ¿Bolsonaro es teólogo?”, pregunté. “No, nunca estudió teología, pero está constantemente hablando de Dios y citando la Biblia”, fue su respuesta.

“Ya entiendo –respondí-: entonces es teólogo cristo-neofascista, que tiene secuestrada la Biblia y ha puesto a Dios a su servicio. Mi comentario provocó el asentimiento de la clase con claras muestras de rechazo hacia el presidente y su política autoritaria y restrictiva de las libertades individuales y civiles. Pero no es solo teólogo del cristo-neofascismo, sino su más importante predicador en Brasil y en el mundo, en alianza con los sectores evangélicos fundamentalistas, con Trump, los partidos políticos de la extrema derecha y los gobernantes europeos xenófobos.

El término “cristofascismo” fue creado por la teóloga alemana Dorothee Sölle en 1970 en su libro Más allá de la mera obediencia. Sobre la ética cristiana para el futuro para caracterizar la legitimación de la ideología totalitaria del nazismo por parte de sectores de la Iglesia cristiana –católica y protestante- en Alemania. El teólogo de las religiones Paul Knitter lo define como la ideología que considera el cristianismo sobre otras religiones, espiritualidades, culturas y partidos políticos que no caminan bajo el estandarte de Cristo. Estamos ante la más grave perversión del cristianismo.

Bolsonaro es hoy el ejemplo del cristoneofascismo en estado puro. El slogan de su campaña electoral, con el que también concluyó el discurso de la toma de posesión como presidente de Brasil fue: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”. Lo reiteró en uno de los cultos en los que participó en la Iglesia Evangélica Sara Nossa Terra en julio pasado: “Debo mi vida a Dios y este mandato está al servicio del Señor. En nuestro gobierno, Dios está encima de todo”. Lo que muchos consideramos un secuestro político de Dios, el ministro de Asuntos Exteriores, Ernesto Araújo, lo consideró una liberación de Dios, “triste prisionero…, que vuelve a circular libremente por el alma humana.”. Teísmo político puro y duro!

Una característica de la presidencia de Bolsonaro es el providencialismo religioso, que consiste en interpretar la historia desde un Dios providente, como cuando considera un milagro el haberse librado del atentado sufrido durante la campaña electoral y mayor milagro todavía haber ganado las elecciones. El ministro de la Casa Civil Onyx Lorenzoni aplica a Bolsonaro las palabras de Jesús: “Muchos son los llamados y pocos los elegidos” y dice que Dios “eligió al más improbable”. En eso tiene razón. Lo que dudo –o mejor, niego-  es que fuera Dios quien lo eligiera o legitimara su elección. Comentando la soledad de los dos presidentes anteriores tras las primeras semanas de asumir el gobierno, comentó que uno de los motivos de dicha soledad era “el alejamiento de Dios, nuestro creador”.

Brasil tiene una larga tradición de Estado laico, que Bolsonaro parece ratificar, pero lo hace tramposamente porque introduce una distinción que desemboca en confesionalidad: “El Estado es laico, pero nosotros –“yo”, dice en otras ocasiones- somos cristianos”. Confesionalidad que extendió al Tribunal Supremo Federal para el que anunció que de los dos jueces que tenía que nombrar “uno sería evangélico”. ¿Respeto al pluralismo? En absoluto. Lo niega. Prometió todas las religiones “y seguir la tradición judeocristana”.

Bolsonaro está convirtiendo la Amazonía, que es un Bien Común de la Tierra y de la Humanidad, en una selva en llamas, mercancía y agronegocio, que pone a disposición de las multinacionales, y desemboca en agrotóxico. Su deforestación avanza a pasos agigantados, como nunca había sucedido antes que él. Ha frenado los recursos destinados a las comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes. Ha desmantelado los principales organismos dedicados a la protección de la selva y de los territorios de los pueblos originarios. Y lo hace basándose en Dios: “Dios por encima de todos”, en este caso, por encima de la Naturaleza, que, hablando en términos teológicos, es creación divina. Dios es colocado en contradicción consigo mismo.

Pero, ¿qué Dios es el de Bolsonaro?  Según Eleane Brum (“El Dios del odio de Bolsonaro”, EL PAÍS, 2 de enero de 2019), el que odia el mundo globalizado, el que cree que los inmigrantes pueden amenazar la soberanía de Brasil, el que cree que las escuelas del país se han convertido en una verdadera bacanal infantil alentada por profesores defensores de la “ideología de género”. Y yo añado: el Dios escéptico ante el calentamiento global, insensible a la violencia de género, militarista, hecho a imagen y semejanza del militar Bolsonaro, defensor de dictadores y dictaduras, entre ellas la de Chile, a cuyo dictador Augusto Pinochet elogió al tiempo que criticaba a Michelle Bachelet, expresidenta de chile y actual Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, cuyo padre fue encarcelado, torturado y murió en 1974 en cautiverio.

Es constante su presencia en los templos de los evangélicos fundamentalistas-. Últimamente tuvo un gran impacto mediático su visita al Templo de Salomón de la Iglesia Universal del Reino de Dios, del obispo Edir Macedo, en una escena inusual: el presidente de la República arrodillado ante el obispo Macedo, que le impuso las manos y le bendijo. Es permanente su recurso a la Biblia para legitimar su política homófoba, machista, racista y ultra-neo-liberal, en una palabra, neofascista en un claro secuestro del texto sagrado judeo-cristiano, que  lee de manera fundamentalista.

A Brasilia ha llegado la organización norteamericana “Capitol Ministries”, cuyo objetivo es la creación de discípulos de Cristo en el ámbito político en todo el mundo. En el caso de Brasil lo que pretende es “reconstruir la nación brasileña a partir de valores cristianos forjados a través del estudio de la Palabra de Dios” y llevar los estudios bíblicos a Bolsonaro y sus ministros, mantener reuniones bíblicas individuales con los parlamentarios, especialmente con los no convertidos, y conseguir que cada parlamentario del Congreso Nacional reciba los textos bíblicos a estudiar impresos, por email o por móvil (cf. Andrea Dip y Natália Viana, “Os pastores de Trump chegam a Brasília”, El País, 14 ed. brasileña).

Estos son algunos ejemplos que justifican identificar a Jair Messias Bolsonaro como teólogo y predicador del teísmo político en su versión cristoneofascista.

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