(Por: Comité Nacional de Salud Mental)
Para escribir sobre el estado actual de la salud mental, hemos dividido en dos segmentos este artículo. En la primera parte, se hará un análisis de la historia de la salud mental mundial, así como de los antecedentes de ésta en El Salvador. Luego, en la segunda parte (próxima semana), se realiza una entrevista a la licenciada Leticia de Calderón de Orellana, pionera y protagonista de la historia de la psicología en El Salvador.
Hasta la primera mitad del siglo XX, la asistencia en salud mental estaba centrada en hospitales psiquiátricos, cuyo fin era principalmente mantener controladas a las personas internadas por considerarlas peligrosas para sí mismo o para terceros. Este modelo alejaba a las personas afectadas del resto de la sociedad, generando aislamiento, discriminación, estigmatización y una pobre recuperación de la enfermedad. Esta forma de organizar los servicios en salud mental se llama modelo asilar.
Este modelo fue fuertemente criticado, no solo por la pobre evidencia de mejoría que mostraban los pacientes, sino también porque eran un espacio constante de violación de los Derechos Humanos de las personas que allí estaban. En la segunda mitad del siglo XX, al terminar la Segunda Guerra Mundial las críticas al modelo asilar comenzaron a hacerse más potentes.
Dos hechos fueron significativos en el cambio de rumbo de la asistencia psiquiátrica.
Las guerras generan trastornos mentales en gran parte de la población anteriormente sana, claro, es la consecuencia lógica de un evento traumático. Las personas con enfermedades mentales, ya no solo son unos extraños, con deficiencias mentales o con enfermedades severas. Esto genera una demanda de asistencia psicológica diferente a la de asilar, se demanda una asistencia que mantuviera a las personas en la sociedad y que no generara estigmatización.
El desarrollo de la psicofarmacología, o el uso de medicamentos efectivos que por primera vez evidenciaban una clara mejoría en la calidad de vida de las personas que los utilizaban. En 1952 se comenzó el uso en pacientes de Clorpromazina, este neuroléptico permitió el control conductual de los pacientes perturbados, sin recurrir a medidas de contención física o aislamiento, acortó dramáticamente los plazos de recuperación e hizo posible en muchos casos la mantención a largo plazo de los logros terapéuticos una vez egresados los pacientes de las instituciones. Para los años 50, en Inglaterra, Maxwell Jones puso en práctica una experiencia de “comunidad terapéutica”, comienza a usarse el concepto de “Psiquiatría comunitaria” y comienza a incluirse la rehabilitación de los pacientes con actividades laborales de tipo industrial. Comenzaba el declive del modelo asilar, lo que significó una transformación en los servicios de salud mental que permitirían la salida de sus pacientes del hospital y consideró la resocialización como un elemento relevante dentro del tratamiento.
A partir de 1990, existe un claro énfasis en el modelo ambulatorio/comunitario, modelo recomendado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en su Declaración de Caracas (1990) en la que se enjuicia al hospital asilar en consideración a cuestiones clínicas, sanitarias, institucionales y éticas y se recomienda a los gobiernos superar ese modelo para avanzar hacia uno comunitario que considere la inserción social de la inserción social de las personas. La Declaración sostiene que: los recursos, cuidados y tratamientos de las personas con trastornos mentales deben garantizar su dignidad y sus derechos humanos y civiles, proporcionar tratamiento racional y adecuado, y esforzarse por mantener a esas personas en la comunidad.
A nadie escapa que en El Salvador las condiciones económicas de las grandes mayorías son deplorables, lo que se constituye en factor generador de trastornos psicológicos. El número de ingresados en el hospital psiquiátrico es elevado, las consultas por trastornos psicológicos van en aumento, por la ciudad capital deambulan muchas personas con graves trastornos psicológicos sin que nadie les preste ninguna atención.
Se ha incrementado el número de drogadictos, de traumas psicológicos producto de la guerra, de hogares desintegrados. El latrocinio y la prostitución, la vagancia, la delincuencia en general y otras psicopatologías sociales se generalizan y lo peor, no se ve cómo o no se quiere hacer nada por detener dichas causas. Agreguémosle que todavía no existen políticas idóneas sobre qué hacer ante los casos mencionados.
Debido a que los factores generadores de trastornos psico1ógicos van en aumento, también se ha incrementado la búsqueda de ayuda psicológica.
Al margen de las técnicas psicoterapéuticas científicas ha aumentado el número de iglesias y centros de culto religioso que representan una base de apoyo psicológico para sus fieles. También, se ha incrementado el número de centros espiritistas, de curanderos y charlatanes. Desgraciadamente ese tipo de atención constituye un serio riesgo de trastorno cuando en los sujetos existe predisposición a presentar cuadros psicopatológicos graves.
(Primera parte)