(Por: Francisco Parada Walsh)
Cada año es una oportunidad para buscar que nuestra alma, talentos y anhelos sean aquellos que agradan a Dios, aunque la realidad sea totalmente diferente. Debemos dar gracias a un ser superior por lo que somos, por lo que tenemos y más aún, por lo que no tenemos. Es en ese desprendimiento del ego donde subimos escalones hacia la nada en apariencia, cuando es todo lo contrario; en esa nada está el todo y más.
Me cuesta entender que tenemos un año para evaluar nuestras vidas pero es en la vorágine de excesos donde dedicamos minutos en busca de una conversión, mientras, somos seres inmortales a quienes poco importa el prójimo sea éste un pariente cercano, el amigo o el desconocido; dejar atrás el 2019 y soñar los mejores deseos para el 2020 debería ser un trabajo del día a día y qué interesante fuera que los 364 días se dedicaran al agradecimiento y a nuestra búsqueda interna de ser mejores personas y que sea el 24 de diciembre un bacanal completo pero todo es al revés, todo.
Somos fantasmas en el tiempo y debemos entender nuestra fragilidad, nuestra mortalidad y quizá así entendamos que todos somos un todo y a la vez la nada.
¿Por qué preferimos a los muertos que a los vivos?: No lo sé pero el día que le demos el valor que merece nuestro prójimo habremos cumplido uno de los más nobles anhelos; la sociedad somos todos y debemos dar lo mejor de nosotros y es el ejemplo de vida lo que construye los cimientos y valores para seguir en esa batalla feroz que luchamos contra nuestros miedos, fallas e inseguridades; sin embargo son los anti valores los que iluminan nuestro camino.
No hay magia en alcanzar los anhelos, la mayoría de veces nos quedamos cortos en llegar a la meta, no entendemos que el premio es recorrer el camino y no llegar al puerto; nada sucede como imaginamos o queremos, apenas se alcanzan algunas de las metas trazadas y no nos damos cuenta que logramos realizar grandes hazañas que ni por un segundo pensábamos realizar.
En la auto suficiencia nos es difícil rendirnos a Dios y nos volvemos seres de cera al que poco importa pasar por encima de otros con tal de lograr nuestros egoístas objetivos y debemos entender que nuestra vida es una corta película donde representamos a un buen o mal actor, todo acaba, seres efímeros insensatos que al morir lo único que nos llevamos es lo que dejamos a otros sea esto, amor u odio; de ahí, todo se queda, todo; en mi sencilla vida aún tengo cachivaches por aquí y por allá e intento vivir con lo mínimo pero toca a la puerta el ego para decirme que no soy nada sino tengo esto o aquello; empieza un nuevo año, un nuevo día y ante todo debemos pedir a Dios en profunda oración y recogimiento que todos nuestros planes se ejecuten bajo su amorosa voluntad, vivir “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” y no perdernos en el bosque de la vanidad pues debo volver a mis orígenes: “Polvo eres y en polvo te convertirás”.
Los amigos no pasan en número los dedos de mi mano, las familias se dispersan y cada quien vive sus dolores, alegrías y todo va quedando atrás. El día que entendamos que somos tan poca cosa, mortales, ¡mortales jugando a dioses! ¡Dioses de barro, dioses del lúpulo, dioses de la muerte! El mundo será diferente.
De los propósitos que anhelo realizar este año muchos se quedarán en el camino, no puedo llenarme de una religiosidad pagana en una sociedad pagana, solo deseo guardar silencio ante el ruido, dar amor donde falta, calor donde hace frio, comida donde hay hambre y creo que habré hecho muchísimo en un mundo tan indiferente, tan violento, tan inhumano. Sé que todo sube y baja, amamos y odiamos, vivimos y morimos; todos lo que leen estas líneas tienen planes para mañana, planes humanos sin el consentimiento divino.
Si tan solo entendiéramos que la voluntad de Dios no es mi voluntad, mucho haríamos por un mundo más amoroso. Mientras, el gran jefe “Caballo loco” aceita las armas nucleares nos vestimos de indolencia e impavidez, incapaces de socorrer y cuidar a nuestros hermanos animales.
