(Por: Salvador González Briceño*)
Cual bumerang. Más pronto que tarde puede revertirse el pretendido daño a China causado por la nueva epidemia del “coronavirus 2019-nCoV”, a quien resulte responsable: Donald Trump, la CIA, el Pentágono, Occidente o la llamada “coalición internacional”.
Porque si el río suena es que agua lleva. El brote de la pandemia en la región central del país, en la ciudad de Wuhan, capital de Hubei, suena a intentona por desestabilizar al gigante asiático, conocida neumonía de Wuhan. A odio chino de raíz occidental, de dónde más.
Desde que es una amenaza, un golpe al corazón, el tema es geoeconómico o de la geopolítica, desde el gobierno estadounidense —particularmente Trump— un intento por debilitar a China por cualquier medio. Debilitarlo o desestabilizarlo como país competitivo en la hegemonía mundial.
Una muestra de dicha política es la desatada guerra económica, tarifaria y/o arancelaria que, pese a la crudeza no ha logrado sus metas. Todo lo contrario. A China la guerra le ha fortalecido, incluso mostrado al mundo como país con el desarrollo suficiente para enfrentar al imperio estadounidense. En todos los terrenos; nadie construye un hospital de 1,000 camas en 10 días para pacientes del virus.
Valgan dos ejemplos: sobre el bloqueo a Huawei o el desarrollo tecnológico del 5G, ambos en el ámbito de las telecomunicaciones. Casos que representan el avance “ultra” en los negocios de punta, en los que China está compitiendo y ganando mercado a Estados Unidos y a sus empresas con las propias.
Ya no es novedad el empuje económico de las multinacionales chinas, respaldadas siempre por el Estado y direccionadas desde el PCCH —no en valde el inepto de Mike Pompeo ha declarado recién que éste, el partido comunista chino es “la principal amenaza de nuestro tiempo” (amenaza: ¿para quién?)—, y su penetración en el marco de la globalización occidental hacia el mundo capitalista en general.
Así, como no le ha funcionado a Washington la guerra arancelaria contra el gigante asiático, toca el turno la pandemia Coronavirus. Por cierto, un virus nada nuevo ni de los más dañinos. Mejor. Con todo y la acción mediática se encarga del resto, de magnificar y generar pánico en el mundo. Por ello es que los focos rojos se han encendido en los medios occidentales contra China. Curiosamente la cepa se habría salido de control y expandido justo al tiempo de las principales fiestas de ese país, de mayor movilidad social tanto interna como turística. ¿Casualidad?
Claro que la afectación no es menor. La epidemia como tal es un problema que tiene varias aristas: el número de víctimas, 426 al día (de esta nota), 48 solo en Wuhan; de infectados, 20 mil 400; casos reportados en más de 20 países. Más peligroso que el SARS que afectó en ese país entre 2002-2003. Pero los recuperados son 500, mayor a los fallecidos.
La emergencia tampoco es menos importante. Por eso la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el 30 de enero al brote como “emergencia de salud pública internacional”, con recomendación para 192 países. Muchos laboratorios del mundo dicen haber descubierto la cura, más faltan las pruebas. Problema será cuando se traslade la afectación a países pobres, con sistemas de salud frágiles. Para ello vale que se informe con claridad sobre la enfermedad, así como la cura. Evitar los rumores y la desinformación, por el bien no solo del país afectado como de otros posibles amenazados.
Sin embargo, a la descripción del virus como “brote sin precedentes”, se dice “respuesta sin precedentes” por las “medidas extraordinarias” que tomaron las autoridades chinas para evitar su propagación. Occidente no lo esperaba. Eso añade valor “made in China”.
Por eso no se descarta “guerra bacteriológica” contra China. Nada casual sino planeado. Ante todo lo anterior, y pese a que el país afectado declara tener capacidad para minimizar el impacto —cosa que lo está demostrando—, el Fondo Monetario Internacional ya dice que el brote supone un riesgo para el crecimiento de la economía mundial.
Porque crece la preocupación sobre el impacto económico en el mundo. Afecta las fiestas nacionales chinas, como al transporte y al turismo. Y de ahí a los mercados bursátiles y las materias primas, por el cierre de fábricas y de empresas, tanto locales como de otros países (McDonald´s, Starbucks, WeWork, H&M, Disney).
La bolsa china ha caído desde el lunes 3, ayer, en el índice de referencia Shanghai Composite Index en un 7.8%, mínimos de hace dos meses. El yuan registra el nivel más bajo de este 2020. El Banco Central de China ya inyectó 174 mil millones de dólares de liquidez a los mercados. Y algunas empresas recibirán subsidios por las afectaciones.
En síntesis, la economía global registra el “impacto negativo cada vez mayor”. Es el caso del impacto en los precios de los metales industriales que Moody´s Analytics, alude podría “convertirse en el cisne negro más grave que la crisis financiera de 2008-2009”. Esto está en clara correlación con el crecimiento económico mundial.
También el FMI señala que la afectación a la economía china impactará al crecimiento económico mundial, al menos en el corto plazo, por el efecto al entorno de la actividad manufacturera, así como en términos de las cadenas de valor. Solo el SARS afectó con pérdidas de 40 mil millones de dólares a la economía global.
Para muestra, se anuncia que el precio del petróleo ya está en su nivel más bajo en más de un año, por el temor del virus. El precio del Brent, de referencia en Europa, cayó este lunes en más del 3 por ciento, por debajo de los 55 dólares, nivel desde hace un año. El West Texas Internacional, registra caída de 2.02 por ciento; es decir 50.52 dólares, su nivel también más bajo en un año.
Y el impacto de esta crisis ya es mayor. Como mayor es la importancia de la economía china a nivel mundial. Por eso, como todo suena a que la afectación fue inyectada en el corazón chino, los impactos pueden llegar hasta la bolsa de Nueva York, gracias a Washington. Cuidado con el lado oscuro. Con el efecto retorno: “Desde China para el mundo”.
*Director de geopolítica.com.