En varios países: consumidor y comercio soportan 2,8 veces menos costes en el pago con efectivo

Un estudio apunta que el dinero físico solo no es más barato en Irlanda, Colombia, Tailandia y Hong Kong.

El coste del metálico en España es del 0,66% frente al 1,733% del débito, una diferencia menor que la media.

Pagar y cobrar con tarjeta de débito tiene de media un coste 2,8 veces mayor para los consumidores y los comercios de todo el mundo que hacerlo en metálico. Así lo afirma un informe elaborado por el catedrático Santiago Carbó y el profesor Francisco Rodríguez presentado en la última reunión anual de la International Security Ligue, asociación global con sede en Suiza de empresas de seguridad, como la española Prosegur o la sueca Securitas.

Para hacer los cálculos, los autores han tenido en cuenta 19 costes distintos, como las comisiones anuales de la tarjeta, las que se pagan por usar los cajeros, el coste del transporte de las monedas y billetes en furgones blindados, o las tasas de descuento que los bancos cobran a los comercios por cada transacción con tarjeta. No se trata, por tanto, de que en el momento de hacer una compra el cliente pague una cantidad mayor o menor si utiliza un método u otro, sino que poder realizar dicho pago le ha supuesto unos costes distintos.

El estudio compara el coste de realizar pagos en 52 países y concluye que solo en Irlanda, Colombia y Tailandia, además de en la ciudad china autónoma de Hong Kong, resulta más barato emplear la tarjeta. El efectivo, añade el documento, es el medio de pago más eficiente para cantidades pequeñas y solo a partir de 200 dólares (184 euros) la distancia entre ambos instrumentos comienza a acortarse.

Los dos académicos españoles han calculado que pagar en metálico tiene un coste global del 0,935%, frente al 2,585% de las tarjetas de débito. Para una transacción media estimada en 59 dólares (54,361 euros), el coste sería de 0,54 dólares (0,49 euros) en efectivo y 1,52 dólares (1,4 euros) con el plástico. En España, la diferencia entre los dos instrumentos es menor que la media mundial: 0,66% en el efectivo frente al 1,733% en las tarjetas de débito, o 0,39 dólares (0,35 euros) frente a 1,02 (0,93 euros) para dicha operación promedio de 59 dólares.

Más con tarjetas

Según una encuesta llevada a cabo por CanalSondeo para Aproser (patronal española de las empresas de seguridad privada), uno de cada cuatro españoles aún paga exclusivamente en efectivo todos sus gastos semanales, mientras que solo el 7% paga únicamente con tarjeta. Sin embargo, también se va produciendo lentamente un cambio de tendencia. Las estadísticas del Banco de España recogen que el número de compras en terminales de punto de venta (TPV) crece a ritmos superiores al 12% desde el 2016 y aumentó el 16,81% en el tercer trimestre del año pasado, último periodo con datos públicos.

En vista del ritmo de incremento, es muy probable que el 2019 se cerrase con más de 4.000 millones de estas operaciones por primera vez en la historia. Su importe global aumenta a menor ritmo (9,65% entre julio y septiembre), lo que parece indicar que cada vez hay más compras de pequeña cantidad que se hacen con tarjeta o el móvil. Frente a ello, el número de retiradas de efectivo en los cajeros cayó entre el 2009 y el 2013. Posteriormente volvió a crecer ligeramente, pero el 2018 lo cerró estancado (0,12%) y en el segundo y tercer trimestre del 2019 descendió (-2,83% y -4,13%). Por importe, también cayeron entre julio y septiembre por primera vez desde el 2013 (-1,17%).

Contra el fraude

Los defensores de la desaparición del metálico suelen argumentar que sería una vía de combatir el fraude fiscal y la economía sumergida, ya que los pagos quedarían registrados de forma digital. De hecho, y en línea con el anterior Ejecutivo, el Gobierno tiene previsto reducir el límite máximo de pagos en metálico de 2.500 a 1.000 euros cuando el pagador sea un profesional o empresario.

«Siempre se ha simplificado respecto al fraude fiscal. Si quieres luchar contra ello, el efectivo no es la única ni la principal baza. En general, el fraude fiscal se produce a gran escala por otras vías», defiende Carbó.

Por otro lado, estima que la apuesta de los bancos por la digitalización no implica que «rechacen» el efectivo, sino que busca «reducir los costes», si bien les supone el riesgo de que pueden perder negocio ante las nuevas firmas digitales.

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