(Por: Francisco Parada Walsh)
Los principales órganos que se pueden donar son el riñón, el hígado, el corazón, el páncreas, pulmón e intestino. Pero también se trasplantan tejidos como la médula ósea, los huesos, tejido ocular (corneal y escleral), válvulas cardíacas, segmentos vasculares y ligamentos. Las condiciones clínicas en el momento de la muerte determinan los órganos y tejidos que son válidos para el trasplante”. La donación de órganos debe ser una prioridad en cualquier sociedad.
Lamentablemente los que aun vivimos, creemos que nuestra estancia por el planeta Tierra Roja será eterna; hablar de la muerte es algo complicado, aun en una sociedad tan violenta como la nuestra. Sería un sueño hecho realidad la aprobación de una ley lo más pronto posible donde quienes estemos dispuestos a donar nuestros órganos sepamos que se abrirá una brecha de esperanza para aquellos pacientes que muchas veces fallecen después de una larga y angustiosa espera del soñado trasplante que nunca se realizó.
El ciclo de la vida termina y qué mejor manera de prolongar nuestra estadía en el mundo que donar nuestros órganos para que otros respiren por nosotros, vean por nosotros, amen por nosotros. En un país con más dificultades que soluciones escribir sobre algo que parece tan intrascendente como es la donación de órganos no tiene mayor sentido; lamentablemente, sólo cuando estamos sometidos y vencidos por una enfermedad o que nuestra vida depende de recibir un órgano anónimo es cuando apelamos a nobles corazones.
Todos los humanos tenemos la más grande oportunidad de que nuestro legado o herencia no sea una cuenta bancaria sino dar vida a nuestro prójimo. Escribo por mí, ese sentir de dar a otros lo que en nuestra vida se apaga, ilumine a otros y si pudiera donar todo este maltrecho cuerpo lo haría. Qué hermoso ha de ser para aquellos que experimentaron el amor más puro cuando recibieron un órgano de un perfecto desconocido que les ha permitido seguir entre nosotros. Saber que aun, yo muerto, mi prójimo verá bellos arcoíris, fértiles campiñas, ríos majestuosos, soberbios volcanes, apacibles lagos, cielos de púrpura y oro.
Aun, desde un columpio en el cielo o empalado desde el chunchucuyo a la boca en el rostizador infernal a fuego lento podré ver y escuchar en mi prójimo el palpitar de talleres donde vibran los motores, chisporrotean los yunques, surgen las bellezas del arte y seguir amando a sus padres, hijos y gatos. Mi hígado se donaría a la ciencia como un objeto de estudio científico, jamás, ¡jamás a otro humano!; cada hepatocito contará a la ciencia el duro trabajo a que fue sometido, cuánto alcohol metabolizó y cuántos taninos depuró.
Mis cansinos ojos de ver la maldad más pura no deberían seguir en mi prójimo pero creo que en ese intercambio de dador a receptor se borrarán todos aquellos recuerdos dolorosos que mis ojos guardan. Mi nariz cada vez más corva cual mi espalda y mis fuerzas, se debe trasplantar a un agente anti drogas o a un cocinero de cocaína, en esos extremos entre el bien y el mal debe quedar mi nariz.
Mis pulmones son fuertes, nadé y nadé para nada, poco daño habrá en ellos cuando fumaba cigarros Delta rojos y Marlboro y las cinco veces que les zampé marihuana (Pésimas experiencias) por lo tanto deben servir al otro, a que respire patria querida. Mis riñones se los daré a una amiga, ella se llama Keiry, tiene siete años, es una vecinita que cuando llegaba a su tienda platicábamos sobre su perro Pirata, los periquitos y sus mininos.
Hoy, ella adolece de insuficiencia renal. Son en estos momentos que mi fe sucumbe, niñas inocentes con una cruz a cuestas mientras los viejos malos y feos seguimos vivitos y coleando. Algo intangible como es el alma que pesa 21 gramos se la dono a todos los animales porque si mi alma tiene algo de bueno es gracias a ellos, que les quede como una mínima muestra de mi amor por ellos, por haberme enseñado a amar, a respetar, a compartir, a reír, a llorar. Ojalá esta ley de donación de órganos se aprobara pronto y seré el primero en enlistarme en esa nueva forma de que otros sigan viviendo gracias al reino animal y vegetal que me enseñaron a compartir.
El proceso de volver a la tierra se cumple, seré tierra fértil para los gusanos y otras sabandijas, nadie se escapa de eso; ¿Qué mejor que ir con cuencas en los ojos, sin pulmones, riñones ni corazones si éstos servirán a aquel angustiado paciente que clama por un acto de bondad? Mi próstata la donaré a la Asociación Científica de Mitos y Verdades, será objeto de un exhaustivo estudio y podrán esos doctos en la materia guardarla en un pequeñito bote de formol como pieza de exhibición de partes humanas reducidas.