(Por: Róger Hernán Gutiérrez*)
La psicología de los seres humanos determina que en mucho de este tipo de crisis es el pánico, el miedo lo que estaría determinando su acción; sin embargo la gente empieza a sentir el fenómeno de la represión, una eventualidad necesaria para el abordaje de este tipo de crisis.
La coyuntura muestra primero a quienes son los responsables de que algo como esto que amenaza, se controle, se detenga, no pase a más o no se pueda hacer nada y se desborde la situación en crítica y señalamientos por los errores cometidos o que se puedan cometer. Las medidas empiezan a aparecer, y la población va notando sus efectos, comienza a sentirse, y las reacciones se hacen notar, unas para bien otras en completo desacuerdo, en todo esto la primacía del derecho a libertad comienza a restringirse, y es allí donde va aflorando el individualismo recalcitrante que se ha sembrado y cultivado históricamente por los intereses dominantes de la sociedad.
Y en ese parámetro las decisiones presidenciales caen al siguiente escalón el Consejo de Ministros, donde tiene prevalencia las áreas más directamente involucradas, las demás sólo oyen los reportes; y quizás en los brazos asiduos y confortables de Morfeo se mantienen impávidos ante la voz del dictador que domina la reunión, y da los últimos dictados de su sin razón que se ha anticipado y creado una coyuntura, donde a todos meterá en un solo guacal y demandará la pleitesía acostumbrada y más, no se trata ya de 109 millones, que no han sido más que cortina de humo, ahora se necesita montar otra obra de teatro, esta vez con más fuerza ($) que abarque lo real, hoy no se trata de la institucionalidad atacada por el conservadurismo versus el liberalismo presentes.
Luego entran en el juego los espacios legislativos—la disputa, están o no están listos para la nueva situación, al parecer es otra pelea menos difusa que la anterior, más concreta y ahora envuelta ya no en el pánico conservador de la otra, la estúpida institucionalización oligárquica dispuesta para dar protección a los intereses dominantes corruptos, sino en algo más temido “la muerte”, ayudado mucho por la masiva y abrumadora información de las redes sociales, aunados a los “twittazos” presidenciales, que llegan con su miserable dardo a todos los rincones de la sociedad—lo rural y lo citadino no escapan a todo ese juego, la amenaza de que algo afecte mi salud y pueda morir, es suficiente para orientar razones que antes estaban confusas y diluidas en una pléyade de intereses egoístas, corruptos e indiferentes al malestar de una mayoría población.
La discusión arrojó números que en un principio parecían que iba a existir un debate de altura, que quizás inició de esa manera pero luego de varias horas—que por primera vez eran devengadas como tal—ahora servían para explayar ronquidos y exabruptos de palabras soeces que armonizaban el espacio decisorio ante la emergencia y la aprobación del estado de sitio. Eran las horas de la madrugada, y el humo blanco aparecía en la lontananza legislativa, la decisión estaba tomada y las libertades se legalizaron en su restricción.
La democracia que circula en los bares, fue de ramplón desalojada a diestra y siniestra, los desalojos autorizados cayeron en una habilidad estratégica y táctica, mucho mejor que en una redada por razones de persecución del crimen, la diferencia, no habían órdenes de captura administrativas y judiciales giradas, todo en pro de la tranquilidad y el aseguramiento que la medida iba a ser acatada, el derecho a la libertad está socavado por la emergencia de salud, y las reuniones para quitarse el estrés cotidiano han quedado suspendidas hasta nuevo aviso; eso podría traer consecuencias, reclamos sobre cómo afecta la restricción del grado de diversión “sana” que aqueja las gargantas secas de la prole salvadoreña, que lucha a brazo partido por superar tan graves consecuencias.
La economía deberá sufrir su flexibilidad, y claro no habrá salario mínimo, los empresarios harán de las suyas violentando derechos laborales que les afecten claramente su bolsillo, los más creativos se rebuscarán en la jugada de que no se pague impuestos, mientras la crisis se supera. La calamidad pública arrecia los bolsillos de los que tienen y de los que no tienen, los que dominan la economía del país, en ese ir y venir hacen los cálculos, se hacen en pro y en contra, el asunto es que los de siempre las personas trabajadoras, se verán, más de la cuenta reprimidos en el bolsillo, y tapa al pomo las encuestas definen que el 27% están haciendo acciones de prevención; el 63% le da poca y mucha importancia; y un 10% se debate entre la falta de información y el desinterés.
*Sindicalista salvadoreño