El capitalismo se tuerce en las fibras sensibles de su esencia: la ganancia o plusvalía

(Róger Hernán Gutiérrez*)

¿Nos afecta en cuanto a lo laboral, la coyuntura del país? Por supuesto que sí, es algo que nos afectará hasta durante mucho tiempo, que parecerá eterno, sin saber hasta dónde tendremos un proceso duro de recuperación de todas las partes vitales de la sociedad, para el país la pobreza estructural no se olvida, y esta tragedia nos ha impactado en las mentes y en los corazones para siempre—no es algo que habrá de olvidarse, la parálisis obligada que anula la libertad de trabajo, se ha ido a lo profundo, menoscabando sentimientos y emociones, pensamientos y conciencia—el ejercicio del trabajo diario, como la capacidad de crearnos un futuro, está en una conflictividad por lo de siempre—la ganancia o plusvalía—

¿Cómo nos afecta la coyuntura en el país? y ¿por qué? En el contexto de lo que permite a todo ser humano planificar su vida y desarrollar acciones tendentes a superar y satisfacer las necesidades vitales personales, familiares y en comunidad—como es el trabajo—es de lo más azaroso, la emergencia desplaza nuestra idiosincrasia, esas ideas se irán y se diluirán afectando nuestras vidas en común—se dice que la manera obligada de irnos al enclaustramiento dará oportunidad de nuevo a juntar los sentimientos y volver a enrumbar la solidaridad social, pero una construcción social con mucha historia dentro del egoísmo, la violencia social, el consumismo asfixiante que la coyuntura del virus ha mostrado en todas sus fauces, será difícil que la amenaza del líder político no se tome en serio, pero los impactos como una consecuencia natural nos va enrumbando a comportamientos latosos, y actitudes particulares llenas de faltas de unidad y entrega consecuente por la causa de la emergencia, que está cambiando hacia formas diferentes de pensar y actuar en lo individual y en el colectivo humano.

Nuestro estatus quo se está modificando a partir de las nuevas reglas del juego, la emergencia y el estado de excepción nos está llevando a condiciones más difíciles y complejos, dependiendo del estatus de pobreza en que se encuentra cada ser humano, la variable trabajo para obtener ingresos está siendo modificada y generando afectaciones a todo el que hacer productivo del país, tanto en la informalidad el 70 a 80% de la fuerza laboral, a la que impactará de raíz, cuando la falta de esos ingresos que ya están siendo menores y escasos vayan apretando más; y las medidas paliativas no sean suficientes para alcanzar una existencia compensada.

El capital y los grupos corporativos están reclamando que la ganancia está siendo afectada—las empresas micro, pequeñas y medianas, sienten el peso de la realidad y su producción va menguando—la plantilla laboral va necesitando del trabajo que lo lleve a obtener los ingresos mínimos con los que subsiste a diario, la realidad de la amenaza va calando y la tragedia va dejando la huella de la desesperanza, el reclamo por el ingreso mínimo para vivir va siendo cada vez más fuerte, y todo está cesado, hay poco trabajo activado, y está vinculado a bienes y servicios relacionados con la salud y la contención del virus.

Hay algo como sectores organizados que podamos hacer, si las leyes laborales actuales, se manejan en la obsolescencia y el anacronismo histórico, y los abogados tinterillos—letrados en lo laboral y algunos en lo constitucional—van buscando la manera de revertir las medidas gubernamentales, y toca a los sindicatos, superar los valladares que enfrentan las personas trabajadoras, que administran una rutina y tienen una entrada de ingresos, que siempre han sido bajos, y que hoy se ven en la incertidumbre de un presente que va golpeando sus bolsillos sin contemplaciones; pero también los efectos de esta situación, conllevan para el futuro amenazas de no poder tener la base económica necesaria para una subsistencia—la informalidad es golpeada hoy por el mercado de la desolación, los sitios donde prospera el intercambio de las mercancías, se ven mermados sustancialmente del cliente que necesitan, y que ahora está refugiado en sus lugares de residencia. Los alimentos escasean, los precios se alteran, el consumismo se desborda, pero van a parar a los lugares del comercio—supermercados del capitalismo que en la tragedia llenan sus arcas.

Sobre la formalidad que labora, el día a día sufre la falta de ingresos, nadie vive con el salario mínimo, lo hace a través de otras actividades productivas, de horas extras, de bonos de productividad, los centros comerciales se cierran temporalmente, la vida laboral se apaga y se buscan proteccionismos para el capital que se debate con las vísceras de fuera, ocupados en cómo revertir para continuar en su esencia—la ganancia o plusvalía—.

*Sindicalista salvadoreño

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