Ciertas emergencias son, por su naturaleza, impredecibles y pueden comprometer la estabilidad financiera de un país. En esos casos, la situación demanda la máxima racionalidad en el uso de los recursos, asesorarse por especialistas y valorar todos los escenarios posibles a fin de reducir al mínimo los errores de ejecución. Estos deberían ser los principios de actuación del Gobierno salvadoreño ante la pandemia de covid-19. La Asamblea Legislativa le ha autorizado adquirir deuda por dos mil millones de dólares para enfrentar la emergencia y proteger la economía nacional. De ese dinero, 600 millones ya están comprometidos para las municipalidades y 450 millones para las transferencias monetarias a las familias. Restan, pues, 950 millones de dólares, los cuales deben manejarse con inteligencia, honradez y la máxima transparencia posible. Pero ya hay signos que mueven a la preocupación.
A un costo de 70 millones de dólares, el Gobierno ha decidido construir el hospital más grande de Latinoamérica para atender casos de contagio de covid-19. Por supuesto, El Salvador debe estar preparado para enfrentar la fase más crítica de la enfermedad, cuando los casos se multipliquen. Sin embargo, Costa Rica, con un mayor número de contagiados identificados que acá, habilitó un hospital en 11 días y aprovisionó el resto de la red nacional con equipo moderno a un costo de 16 millones de dólares. El Centro Especializado de Atención de Pacientes con COVID-19 tiene capacidad de brindar cuidado especial a casi 90 enfermos graves de forma simultánea. En México, el estado de Hidalgo montó en 3 días un hospital inflable con el que ya contaba para este tipo de emergencias. Con un área de 1,800 metros cuadrados, tiene capacidad para 50 camas, de las cuales 10 son de terapia intensiva. También contará, entre otras facilidades, con módulos de consulta externa y áreas de observación y urgencias para atender únicamente a las personas con infecciones respiratorias agudas, y con ello evitar la contaminación de la red hospitalaria del estado.
En Reino Unido, a principios de esta semana, inició la conversión del centro Excel de Londres en un hospital temporal para pacientes con coronavirus; se espera que esté operando este fin de semana. El hospital tiene ya instaladas 500 camas y hay espacio para otras 3,500, por si fuera necesario. Y el caso más conocido en lo referente a la construcción de hospitales para atender la enfermedad es el de Wuhan, China, donde comenzó la pandemia. Wuhan, con una población de 11 millones de habitantes y más de 8,500 kilómetros cuadrados de extensión, edificó, en menos de un mes, dos hospitales, uno de 1,000 camas y otro de 1,500, ambos con ambientes aislados. Según el Gobierno chino, el presupuesto para la construcción y equipamiento de los dos hospitales fue de 43 millones de dólares.
En cuestiones de emergencia, cuando se decide por un país, hay que valorar bien lo que hace y aprovechar al máximo los recursos disponibles. Es mejor demorar unos cuantos días la toma de una decisión que decidir abruptamente y equivocarse. En ese marco, es irrelevante que lo que se construya sea más pequeño o más grande que lo que otros han hecho; lo único importante es responder apropiadamente a las necesidades de la población. Las comparaciones con otros deben servir solo para tomar buen ejemplo, no para establecer inútiles competencias imaginarias.
EDITORIAL UCA