Del egoísmo al amor

Por: Melvin Martínez melvinadalidmr@gmail.com

El desprecio egoísta e irrespetuoso contra los contaminados de coronavirus y sus familias, fundamentado en el sálvese quien pueda, es una enfermedad peligrosa contra la que también hay que luchar en estos tiempos.

El miedo a la muerte que nos provoca el estrés, que surge del exceso de información sensacionalista relacionada con esta o cualquier otra enfermedad, sin duda desemboca en un temor enfermizo a contaminarnos con el covid 19, al que ya irracionalmente atribuimos una letalidad extrema, que saca lo peor del ser humano.

Cuando llegó al país la primera persona sospechosa de estar contaminada de coronavirus me quedé impresionado de lo que el miedo patológico puede causar. Igualmente me impacto, hasta la impotencia, la actitud de los periodistas y camarógrafos que cubrieron el momento noticioso, quienes de todas formas irrespetaron la dignidad de esa persona, que al final salió libre de la enfermedad después de hacerle las pruebas de rigor.

Todavía suena en mis oídos el audio de uno de los videos, que circularon en las redes sociales y la televisión, en el que alguien que estuvo cerca de la sospechosa de coronavirus gritó “mátenla”. Esta persona que pensó que con la muerte de la supuesta enferma se salvaría sí que está gravemente mal de su cerebro y su corazón, ocupa con urgencia atención médica para su salud mental.

Fácilmente olvidamos que esta enfermedad no se transmite por la mirada y que los cuidados preventivos son tan sencillos y efectivos. La desesperación irracional no nos deja pensar que en algún momento seremos nosotros o nuestros seres amados y estimados los contaminados y que sin duda necesitaremos la comprensión protectora de todos los de nuestro entorno.

Pareciera que el terror al coronavirus y a los contaminados por esta enfermedad, que puede dominar nuestro actuar, nos lleva a ver en los demás seres humanos un peligro amenazante que pretenderemos eliminar de cualquier modo.

No podemos permitirnos caer en estos niveles de desesperación, egoísmo, frialdad y brutalidad. No podemos condenar a muerte por nuestra inconciencia e ignorancia a los enfermos con coronavirus, ellos deben ser atendidos con urgencia y en algún momento aislados en sus hogares porque seguramente el sistema de salud pública, que ha sido desatendido y saqueado por los corruptos que nos gobiernan, no podrá recibir tanto afectado por esta enfermedad.

Me entristeció ver en las redes sociales a algunos vecinos de una ciudad hondureña protestar porque no querían permitir la entrada a una conciudadana contaminada. Nada más injusto y doloroso.

Lo inhumano no debe dominarnos. Pensemos que cada uno de los contaminados de covid 19 son nuestros seres amados o nosotros mismos.

Saquemos lo cristiano que llevamos dentro y recordemos la atención fraterna y amorosa de Jesús a los leprosos.

La mejor forma de terminar con este mal es sacar toda la solidaridad que podamos, estando seguros que cuando ayudamos a otro también me ayudo a mí y saber que todos seremos salvadores de las vidas de los demás si nos cuidamos a nosotros mismos.

Como me decía el padre Juan Dumont, asesor eterno de los equipos docentes de América Latina, refiriéndose a la realidad del continente: “Nos salvamos juntos o no se salva nadie”.

Es tiempo de abandonar la filosofía del “sálvese quien pueda”.

Hay que dar un salto del egoísmo a la solidaridad.

Hay que trascender del egoísmo al amor.

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