Por: Javier I. Martínez R.*
El miércoles 11 de marzo se declaró cuarentena en todo El Salvador, se trataba de una medida preventiva, aún no se diagnosticaba un paciente con covid19 en el país. Eso sucedió el 18 de marzo.
La pandemia ha impregnado el quehacer entero del país, el coronavirus está definiendo la agenda nacional. En una ingente y variada gama de opiniones sí se hace énfasis en diferenciar lo sanitario de lo económico, a veces separando ambas dimensiones en dos crisis distintas.
Aunque la economía del país recibe los impactos no tan sanitarios del covid19, lo cierto es que la atención de la emergencia tiene su propia demanda de recursos económicos, no pocos en este caso por la naturaleza de la crisis.
La presentación de la dinámica actual desde la gestión del ciclo de riesgo de desastres puede ampliar la mirada sobre el antes y el después de la pandemia del covid19.
La emergencia en sus fases
Un esquema básico del planteamiento para la gestión del riesgo inicia con la categorización de tres fases fundamentales en todo evento de desastre: antes de la emergencia, durante la emergencia y después de la emergencia. También es oportuno definir desde ahora el durante: su característica está en la interrupción del funcionamiento ordinario de la sociedad. Es evidente que la emergencia por covid19 nos tiene en esa fase de la crisis.
Ampliando el planteamiento, el esquema presentado se puede desglosar, precisamente para identificar los requerimientos de recursos que implica su atención:
• Antes de la emergencia: Se orienta a la disminución de la vulnerabilidad.
-Prevención
-Mitigación
-Planificación de respuesta.
• Durante la emergencia: se prioriza salvar vidas, reducir pérdidas.
-Respuesta.
• Después de la emergencia: reparación de daños.
Rehabilitación (CP)
Reconstrucción (LP)
En la última parte se relacionará este esquema de atención con su implementación en El Salvador.
Cómo encuentra la emergencia a El Salvador.
Los dos componentes de toda crisis son la vulnerabilidad y la amenaza. En el caso de la pandemia su origen es de naturaleza biológica resultado de la manipulación tecnológica. A diferencia de las de origen natural, que suelen experimentarse con frecuencia en nuestros territorios, la amenaza está demorando el final de la fase dos, el durante del desastre. La vulnerabilidad se relaciona a las capacidades para enfrentar el peligro de la amenaza, y será diferente en cada caso.
Para tener un acercamiento a cómo está El Salvador a la llegada de la pandemia, su preparación se relaciona con la solidez de su economía y las capacidades sanitarias instaladas. En ambos casos es pertinente cuestionar el discurso frecuente.
Ni tanto que queme al santo
Ante la afirmación que la pandemia quebrará lo logrado dejando sectores arruinados, es honesto reconocer que la economía de El Salvador ha crecido menos del 3% anual en los últimos treinta años (el promedio en ese período es 2.49%).
Los momentos de mayor crecimiento están asociados al después de alguna crisis: la reconstrucción después del conflicto armado y la atención a crisis internacional de finales de la década pasada.
Ni tan poco que no lo alumbre
La afirmación de que El Salvador recibe al covid19 con un sistema de salud destruido también es deshonesta. Aunque sí se sostiene una mengua en el sector, sólo Costa Rica es el país con más médicos por habitantes que El Salvador en la región centroamericana.
Lo cierto es que los sistemas sanitarios en el mundo han requerido fortalecer sus capacidades ante lo contagioso del covid19, una característica inherente a la amenaza.
La economía en la emergencia
El Salvador está en la crisis desde el 11 de marzo, cuando se decretó cuarentena en todo el territorio nacional, alterando la vida de las personas en el país. El 13 de marzo se decretó alerta roja y el estado de emergencia fue aprobado por la Asamblea Legislativa el día siguiente. El 18 de marzo se diagnosticó el primer paciente con covid19 en El Salvador. Pero la atención explícita se remonta al 30 de enero con la restricción de ingreso al país de personas provenientes de China.
La atención de los momentos de riesgo ha implicado:
La prevención, mitigación y planificación de la respuesta.
Aunque la crisis del covid 19 tomó por sorpresa a todo el mundo, en lo posible, a través del seguimiento de los acontecimientos, El Salvador se anticipó a la emergencia por pandemia con suficiente antelación, se caracterizó por tomar medidas según el progreso del covid19, aún antes que se le declarara epidemia. Las medidas respondían a evitar que el sistema de salud se viera comprometido, o a mejorar sus capacidades:
– Después de las personas provenientes de China se restringió de igual manera a otros países, según se alcanzaban más de mil infectados de covid19 en los mismos.
La respuesta: énfasis en que se ha interrumpido la dinámica
Las acciones para salvar vidas a partir del 11 de marzo hasta la fecha han requerido un financiamiento extraordinario, a todas luces imprevisto, y que a puesto por encima de las capacidades ordinarias la gestión presupuestaria. No todas están costeadas aún, pero listarlas ayuda a cuantificar la economía de la respuesta:
– Control sanitario y desinfección en aduanas y aeropuerto.
– Contratación de 400 habitaciones para con el sector hotelero del país.
– Anuncio de plan anticrisis por 2 mil millones de dólares.
– Construcción de hospital en campo de CIFCO, la obra se valora en 70 millones de dólares.
– Transferencia directa a familias vulnerables, estimado en 450 millones mensuales, con la ampliación anunciada de ciento ochenta y ocho mil familias incorporadas posteriormente, se acercaría a los 500 millones mensuales.
– Atención de centros de contención o albergues, en promedio, cuatro mil personas diarias.
– Adecuación de locales para hospitales en Tecoluca y Jiquilisco, la inversión fue de 790 mil dólares, ampliando la capacidad de atención en 500 camas. Se ha informados de mejoras en al menos dos hospitales, Saldaña y Amatepec, sin el dato de la inversión.
– Está decretada una especie de mora de pagos con servicios básicos, hipotecas, para que el saldo se difiera después de transcurridos tres meses.
– Adquisición de medicamentos, pruebas, accesorios para reforzar la capacidad de atención. Tampoco está calculado el valor de las donaciones en esas especies por parte de empresas privadas y organismos internacionales, se anuncia el número de dosis, no el valor monetario.
Una estimación atrevida de la inversión para salvar vidas en este primer mes de emergencia podría acercarse a los 750 millones de dólares, excluyendo los dos mil millones que, aunque aprobados, aún no se colocan en el mercado correspondiente. La estimación es respecto de lo erogado efectivamente, en un mes.
La rehabilitación
La progresiva recuperación de la dinámica social y la recuperación de corto plazo se conoce como la rehabilitación, su contexto es el corto plazo, reversión de los daños que impiden volver a la normalidad. En la pandemia la rehabilitación equivale a dejar la cuarentena, aún no se sabe cuándo. Pero si se puede prever que volver a la normalidad de antes sería que funcionen quienes así estaban antes de marzo: transportistas, vendedores por cuenta propia (informales o no), empresas de todos los tamaños (mientras más pequeñas, mayor el riesgo de que no vuelvan), maquilas, agricultores, ganaderos, …
Esa rehabilitación tendrá un perfil antishock, si se quiere entrar a reconstrucción después. Responde al reto de garantizar bienes y servicios para que la demanda generada (subsidio y otros) encienda la maquinaria nuevamente. Ni idea de cuánto puede ser ese presupuesto, con atrevimiento su equivalente sería un cuatrimestre del PIB ($6,750 millones).
La reconstrucción
Cada emergencia ha permitido reconstruir aspectos específicos de El Salvador: los terremotos de 2001 en construcción, normas sismorresistentes actualizadas; la tormenta tropical Ida de 2010, normas para la construcción de puentes y tecnología para monitoreo, el actual observatorio ambiental.
La reconstrucción se orienta a la reparación de largo plazo, a instalar capacidades nuevas; es el ámbito de la planificación del desarrollo. Esta agenda apuesta a la sostenibilidad.
Pensar el desarrollo, precisamente desde la vulnerabilidad experimentada incluiría:
– Fortalecer el sistema de salud, para garantizar los distintos niveles de atención. Varias inversiones en marcha responden a la insuficiente atención a la salubridad pública.
– Integrar las iniciativas locales (tienda del barrio, agricultura del cantón) con los departamentos y regiones del país a través de políticas que permitan relaciones económicas desde distintas racionalidades. Atención focalizada a la economía informal, para sacarla de la invisibilidad.
– Descentralización de la gestión pública, que la gobernabilidad se acople a la gobernanza construida en los 28 años de ejercicio democrático.
– Actualización del esquema fiscal del país, con el objetivo de hacer eficiente la labor del Ministerio de Hacienda, tanto en la recaudación como en el financiamiento. Esa transformación implica dejar la regresividad del esquema actual.
– Las remesas son una oportunidad para el desarrollo esperando un esquema para ser integradas para tal efecto. La intermediación de las mismas ha limitado el beneficio tanto para el emisor como para el receptor de remesas.
– La integración centroamericana se debe incluir en todo planteamiento de desarrollo de El Salvador, para todas las dimensiones que este implica.
Las capacidades instaladas serán bases para prevención, la reconstrucción sí requiere voluntad de cada uno y de los sectores de la sociedad. También tiempo y dinero. La pandemia ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de El Salvador, que no suceda más pasa por refundar el país.
*Economista con estudios en desarrollo territorial. Colaborador de El Independiente.