Por: Ramón Gutiérrez/
Desde que era un niño me gustaron las películas de monstruos y lo más divertido de esto es que siempre fui miedoso y luego de verlas, por la noche no podía dormir. Estaban los monstruos clásicos como Drácula, Frankenstein, el hombre lobo, la momia, los cuales tienen su origen en novelas famosas.
Por otra parte estaban las películas en que un animal del período jurásico, por algún motivo aparece en nuestra era y causa espanto y destrucción, hasta que los tipos de siempre, los gringos con su ejército logran aniquilarlo, aunque la más de las veces, la ciudad destruida es New York, ¿Por qué será? Si hasta los terroristas modernos atacan New York.
Otro tipo es de los extraterrestres, vida extraterrestre hostil a nuestra raza, llega a La Tierra y tratan de destruimos y la última clase es la de espíritus malvados y posesiones demoníacas.
Realmente en la era moderna ya se han hecho películas en las que los monstruos son pequeños microorganismos que no podemos ver, sea con el microscopio óptico como las bacterias o con el microscopio electrónico si se trata de virus.
Y es de lo que quiero relatar, jamás pensé que a estas alturas del desarrollo científico – médico, cuando hemos eliminado enfermedades como la viruela, el sarampión, la poliomielitis, la parotiditis, la varicela zoster, la neumonía neumocócica la neumonía por Hemophylus influenza, la gripe asiática, etc.
Es verdad que han aparecido otros virus como el VIH, el del ébola, la gripe aviar, la influenza porcina H1 N1, el SARS, el MERS, pero a todas se les ha podido contener. Estas dos últimas el virus del SARS y del MERS, son del tipo coronavirus, es decir virus que están rodeados de una bonita corona que es la que les permite adherirse fácilmente a sus células diana.
Como un niño asustado, aterrorizado por los monstruos clásicos, o los monstruos jurásicos, un tiranosaurio Rex, un Pterisodáctilo gigantesco, como en la película Rodán, una mariposa gigante como en Mothra . Jamás, pero jamás pude prevér que en mis años otoñales me encontraría encerrado en mi casa, sin salir, todo por un maldito coronavirus.
“COVID-19 (acrónimo del inglés coronavirus disease 2019) también conocida como enfermedad por coronavirus o, incorrectamente, como neumonía por coronavirus. Es una enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-CoV-2. Se detectó por primera vez en la ciudad china de Wuhan (provincia de Hubei) en diciembre de 2019. Habiendo llegado a más de 100 territorios, el 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud la declaró pandemia.
Produce síntomas similares a los de la gripe, entre los que se incluyen fiebre, tos seca, disnea, mialgia y fatiga. En casos graves se caracteriza por producir neumonía, síndrome de dificultad respiratoria aguda, sepsis y choque séptico que conduce a alrededor del 3 % de los infectados a la muerte.[cita requerida] No existe tratamiento específico; las medidas terapéuticas principales consisten en aliviar los síntomas y mantener las funciones vitales”
A pesar de ser una persona que no gusta de salir mucho, el obligatorio encierro ha hecho notable que todas aquellas pequeñas cosas que se me ocurren hacer o comprar algo en la ferretería, un taladro desatornillador, querer enmarcar un cuadro en la carpintería de que la esquina, que hoy se mantiene absolutamente cerrada, comprar paletas de La colmenita en la tienda cercana que atienden dos viejos, que hoy se mantienen encerrados como yo, pues resulta que los bellos monstruos con hermosa corona son particularmente nocivos para las personas de la tercera edad.
Muchas veces he escrito relatos en que la Humanidad llega a su fin, pues pienso que el planeta sólo podrá salvarse en toda su belleza con la eliminación de la especie que rompe el equilibrio y somos nosotros, los humanos, de esa manera el Reino vegetal retomará su espacio robado y las lianas, las plantas rastreras y trepadoras, así como los grandes árboles resurgirán rompiendo el cemento de las grandes ciudades. Y con el regreso del Reino vegetal y el Reino fungi, también regresará el Reino animal en toda su grandeza y no imagino cómo, pero la Madre Naturaleza de alguna manera recuperará el ADN de especies extintas y éstas volverán a correr, trepar, arrastrase, o volar por esos espacios que resurgen como hábitat propicios para esas especies arrinconadas como hoy nosotros nos encontramos. ¿Quién lo diría? Fotografías satelitales muestran los cielos limpios, despejados, libres de la contaminación usual, los millones de máquinas y vehículos contaminantes están parados, las calles lucen limpias, libres de ese tráfico infernal y el aire que pudiéramos respirar , hoy limpio, no lo podemos hacer, pues si salimos fuera de nuestras casas tenemos que hacerlo con mascarillas y guantes como el Llanero solitario.
¿Quién nos lo habría de decir? ¿Quién pudo preverlo? Los monstruos que nos aterrorizarían son invisibles, son microscópicos, son pequeñas esferas con palitos que parecen las minas anti submarinos de la segunda guerra mundial.
“El genoma de los coronavirus no está formado por ADN, como el de animales y plantas, sino que está compuesto por otro tipo de ácido nucleico: el ARN. Precisamente, esta característica define una de las propiedades más importantes de estos virus: su alta tasa de mutación.
Esto es debido a que las ARN-polimerasas, las proteínas que copian el genoma viral, no tienen capacidad de corrección de errores. Por este motivo, cada nueva generación viral va acumulando errores de copia y son, cada vez, menos parecidas a la cepa original.
La evolución del nuevo coronavirus
Esta acumulación de fallos es una ventaja adaptativa clave en la evolución de los virus ARN. El azar hace que algunos de los viriones “defectuosos” resulten más favorables para su actividad y peligrosos para su hospedador, por tener una mayor tasa de replicación. También pueden tener una mayor virulencia, un tropismo diferente, o una diferente especificidad a la hora de entrar en las células hospedadoras.
Cuando se produce una mutación que permite que un virus, previamente sólo capaz de infectar a un estrecho rango de hospedadores, pase a infectar otras especies, se produce el “salto de especie”. Este es el mecanismo por el que aparecen en la naturaleza nuevos virus patógenos para el ser humano. Según recientes estudios genómicos, el SARS-CoV-2 se habría originado en murciélagos y habría saltado a humanos mediante un paso previo a través de un hospedador intermediario. Se ha sugerido la hipótesis de que este hospedador intermediario podría ser el pangolín, pero estudios genómicos recientes indican que es probable que se trate de ciertas especies de tortugas (Liu, Z y cols; 2020). La moraleja de esta historia sólo es una: la investigación científica es lo que nos permite conocer los detalles de los virus y combatir su propagación. La investigación es el talón de Aquiles del SARS-CoV-2 y del resto de patógenos. Por eso debe convertirse en una inversión estratégica global sostenida y prioritaria. En tiempos de la globalización, un salto de especie puede dar la vuelta al mundo en pocas semanas, traspasando fronteras y tumbando economías. Ese es el reto”
Hoy dieron la noticia de que en el zoológico de New York hay una tigresa infectada. ¿Es ya una mutación, es un salto de especie? Mis estimados miembros de la especie humana, sé que les parecerá horrible lo que voy a escribir, pero es así, yo no lo quiero, como en mis cuentos prefiero morir junto con toda la especie humana, eso antes que ver hermosos animales extintos.
Quizás fue una premonición, pero ayer pinté en acuarela, la cara de un tigre, ese animal, ese felino feroz, es de lo más bello que existe en este mundo.