Confinamiento disparó violencia intrafamiliar. Urgen canales de denuncia y garantizar respuestas.
Las medidas tomadas por el Gobierno para hacerle frente a la pandemia de covid-19 parecen comenzar a dar frutos en términos del objetivo de ‘aplanar la curva’ de contagios, para así permitirle al sistema de salud prepararse para atender a quienes registren complicaciones luego de haber contraído el virus.
Disposiciones que han tenido una serie de efectos colaterales negativos, entre los que sobresale la violencia intrafamiliar, un flagelo que de tiempo atrás viene azotando miles de hogares en Colombia el Continente. Para muchas personas, sobre todo mujeres y menores, su hogar, tristemente, no es un espacio seguro. Al contrario, es el infernal escenario de chantajes y agresiones de todo tipo, frente a las cuales prima la sensación de total vulnerabilidad e indefensión. Si tener que compartir techo con el victimario ya era una auténtica tortura cotidiana para cientos de miles de mujeres y niños –también para algunos hombres–, el escenario que supone ahora el confinamiento constituye un padecimiento extremo, inenarrable.
Y es que, tal y como quienes conocen de Las denuncias recibidas en todas estas instancias incluyen distintos tipos de violencia: económica, sexual, psicológica, patrimonial y verbal. Es muy grave también la cifra de muchos son ya los feminicidios registrados en la región en lo que va de la cuarentena.
En lo concerniente a niños y niñas, las denuncias formales por violencia en su contra han disminuido. Pero esto está lejos de ser una buena noticia. Y es que quienes acompañan a los menores en este proceso suelen ser los colegios o personas ajenas a su núcleo familiar más cercano. El estar encerrados impide acudir a estos apoyos vitales.
Que quienes los atienden sepan escuchar, dar trámite a las denuncias y sean conscientes de las circunstancias extraordinarias que vivimos.
Es urgente activar nuevos canales de denuncia –lo cual obliga a apelar al ingenio– y ser absolutamente rigurosos para asegurar que quienes acuden a ellos tengan una respuesta efectiva y eficaz, y así estimular a más víctimas para que hagan lo propio. Que quienes recurren a estos canales que el Estado les brinda sientan que valió la pena haber denunciado; que quienes los atienden sepan escuchar y darle el debido tratamiento a la información que reciben, siendo conscientes de las circunstancias extraordinarias que vivimos.
Mucho se habla de la importancia de hacer todo lo posible para que esta crisis no deje daños irreparables en otros sectores, comenzando por la economía. Y es válido, desde luego. Pero es hora de decir con toda claridad que existe un riesgo enorme de que el confinamiento cause también heridas profundas en la sociedad a causa de la violencia en los hogares. Traumas que tardan muchas generaciones en sanar, al tiempo que destruyen el tejido social. Una vez más, no es hora de callar.
(Tomado de eltiempo.com)