Por: Salvador Augusto López
Y vio Dios a los pipiles, lencas y kakawiras de Cushacatan, miró como convivían y disentían entre sí, pero, que iban enfrentando la vida en la Casa Grande, verde, de cielos azulados, de volcanes y cerros en cualquier rumbo de los cuatro vientos, llenos de flores de diversos colores y aromas, de muchas especies de animales, terrestres y aéreos. Apreció los lagos, lagunas y ríos que estaban limpios y se deleitó al ver a las personas que convivían alegres con la naturaleza.
Y vio Dios a los campesinos y agricultores que festejaban con alegría y gozo al ver la planta de maíz danzar con el viento que soplaba fuerte. Observó a las mujeres y hombres con sus manos llenas de tierra, ropa sudada, zapatos desgastados, morral al hombro con tecomates llenos con agua y cuma colgando, pero, que se regocijaban por ver crecer la milpa.
Y vio Dios a la oligarquía, que han sido expoliadores y acaparadores de la riqueza en El Salvador, pedir perdón y decir: ¡He aquí, Señor, la mitad de nuestros bienes daremos a los pobres, y si en algo hemos defraudado a alguno, se lo restituiremos cuadruplicado!
Y vio Dios a la Asamblea Legislativa que los políticos pedían disminuir sus salarios, acudir a las prestaciones médicas estatales, despreciar privilegios y denunciar sobresueldos. Él escuchó decir a las y los políticos: ¡Queremos servir, ayudar y poner al servicio de la comunidad nuestra elección popular! ¡Queremos ser los primeros en servir y los últimos en servirnos, porque queremos ser grandes! ¡Queremos dejar de ser empresas políticas y empezar hacer política! ¡Ya no venderemos nuestro proyecto partidario a fuentes económicas sin rostro aparente y guiarnos por ideales que sean de beneficio para el bien común!
Y vio Dios al gobernante y ministros pedir reducción de salario, eliminar protocolos suntuosos y narcisos, en jornada laboral pagar sus alimentos con su dinero, utilizar vehículos propios y cancelar la gasolina como todo ciudadano.
Y vio Dios a los empresarios pagar más del salario mínimo, apreció que los apoderados reconocieron que la clase trabajadora es la creadora de la riqueza y se dedicaron a distribuirla de forma equitativa, así como apostar e invertir en los jóvenes, brindándoles oportunidad laboral sin enormes obstáculos.
Y vio a Dios a los jóvenes y hombres que actúan al margen de la ley asumir un nuevo día y decirse entre ellos mismos y a la población en general: ¡Queremos participar de las relaciones sociales educativas, laborales, emprendedoras, deportivas, artísticas, culturales y espirituales!
Y vio Dios a los dueños de medios de comunicación social formar e informar con sus diarios, pagar impuestos, ser honestos en la información que plasman en sus rotativos; apreció que educan a la juventud, que cuestionan a los tres poderes del Estado de forma honesta y consecuente, y que no engañan a la población con muchas mentiras falseando la realidad histórica.
Y vio Dios a los conductores del transporte urbano educarse, concienciarse, dar buen trato a los usuarios, hacer paradas reglamentadas en lugares indicados por la ley, poner en orden los requisitos legales para conducir, cancelar todas las esquelas que adeudan.
Y vio Dios a los religiosos ser espirituales y ya no hacer pomposos sacrificios de holocaustos de carneros, de sebo de ganado cebado, ni sangre de novillos, ni tampoco de corderos y machos cabríos porque no le complacían como Creador.
Y vio Dios a las enfermeras, doctores y profesores que recibían mejor salario por parte del Estado, que obtenían mejores prestaciones y condiciones sociales para desenvolverse de forma digna y reconocerles el trabajo desde el cual se entregan a otros curando las enfermedades y enseñando a las nuevas generaciones.
Y vio Dios que era bueno El Salvador…