Al celebrar el Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor, cuya fundación fue en 1995, destacamos la importancia de progresar como sociedad entendiendo el impacto de toda la literatura en la educación, crecimiento e identidad de una nación.
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Conmemorar el Día Internacional del Libro no es simplemente celebrar la creación de un texto físico de páginas y cubiertas de cartón o plástico, sino reconocer las frases e investigaciones que se encuentran más allá de los títulos llamativos o los premios otorgados a ciertos escritores. En 1995, la Unesco aprobó, a propuesta de la Unión Internacional de Editores, la celebración del Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor (su nombre completo) para promover la protección a la industria editorial y los derechos de autor, que entonces y ahora, siguen estando en constante ataque.
La fecha de esta celebración mundial, fijada el 23 de abril de cada año, no es fruto del azar sino de la trascendencia de diversos sucesos ligados a figuras trascendentales de la literatura, como Miguel de Cervantes, William Shakespeare, Inca Garcilaso de la Vega, William Wordsworth o Josep Pla, quienes fallecieron en esta fecha (en años diferentes) y el nacimiento de otros nombres ilustres como Maurice Druon, K. Laxness, o Vladimir Nabokov.
Barría destacó que pese a la actual pandemia por el coronavirus, no se debe opacar la celebración literaria alrededor del mundo, sino volcarnos a la adquisición de conocimientos y diferentes puntos de vista que otorgan los libros. “De esta pandemia habrá mucho que decir, va a generar muchos relatos, obras de teatro, canciones, poesía y pinturas”, indicó el autor; “la palabra clave en todo esto es: entender. Hay una gran diferencia entre quien entiende lo que estamos atravesando y lo que significará para el mundo en el futuro; y quien ve todo como una novedad sin poder ahondar en lo que vendrá para nosotros, y su impacto en la humanidad”.
La tarea del escritor es narrar la vida cotidiana, a veces con toques de humor, ficción y aventura, otras con tonos románticos o de suspenso, sin embargo, el canvas del autor es una página en blanco y sus letras nos ayudan a comprender las situaciones que vivimos día a día desde otra óptica, como señaló Barría: “El escritor es la persona que te explica el mundo –tanto el literario como el técnico–, es un oficio con un fin, el de narrar, enseñar, mostrar el universo que vive a través de un lenguaje fundamental para el crecimiento integral de todo individuo”.
“Lo que alguien puede denominar ‘mala literatura’ puede ser una impresión momentánea”, “ya que la historia puede descalificar a quien descalificó la obra. Toda literatura tiene un valor sustancial e importante. Cuando lees, desarrollas áreas de tu cerebro que te van a permitir ser más crítico para enfrentar las tareas u obstáculos que se te presenten en el camino”.
Desde el punto de vista juvenil, las iniciativas de lectura pueden parecer pocas o muy centradas en temas específicos, sin embargo, para Elizabeth Flores (21 años), presidenta de la agrupación de comunidades literarias panameñas nombrada #PorqueMeGustaLeer, dirigir una comunidad de lectores jóvenes es un reto, pero también una ilusión que despierta la esperanza en las nuevas generaciones. “Es muy gratificante porque ayudas a la cultura del país; por medio de lo que hacemos, encontramos personas interesadas en añadir la lectura a su vida o a promoverlo a otros grupos, lo que forma una cadena de interés genuino en la población”, dijo.
“En la población joven el hábito de la lectura ha crecido mucho en los últimos años, hay evidencia en eventos masivos como la Feria Internacional del Libro y en eventos minoritarios donde la mayor parte de asistentes son jóvenes entre los 12 y 19 años, jóvenes adultos hasta los 30 años y cada uno tiene su gusto literario, pero hemos visto que la mayoría llega por recomendación de otras personas”, expresó Flores.
La joven indicó que, si bien las actividades de lectura deben pensarse y promoverse con el objetivo de llegar a las personas que casi nunca pueden ver estas propuestas en sus comunidades, no se debe “sobrecargar a las personas, sino hacerles saber que hay una oferta para los jóvenes también, que puede llegar a marcar una diferencia”.