Por: Vicenta Linares
El comercio mundial del vino fue golpeado duramente por la COVID-19. Italia, España y Francia, que juntos exportan más de la mitad del vino del mundo, han visto caer sus ventas debido al cierre de cafés, hoteles y restaurantes.
En la región de Burdeos, la cosecha 2019 es a veces comparada con la de 1929 en términos de calidad. Pero ¿tendrá este vino un sabor amargo debido a la pandemia?
Una fuerte caída en las ventas
Según datos de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), el año pasado el mundo vitivinícola produjo 260 millones de hectolitros de vino, una disminución del 12% en comparación con el año 2018.
Italia, Francia y España representan la mitad de la producción mundial de vino, y son los que más exportan. Pero debido a las medidas de cuarentena puestas en marcha en muchas partes del mundo para detener la propagación de la COVID-19, han visto caer sus ventas en picado.
El cierre de cafés, bares, restaurantes y hoteles ha provocado un fuerte descenso del consumo, que también está vinculado a la supresión radical de la industria turística. «Se estima que en Europa, el cierre de este canal de distribución podría provocar una reducción del 35% del volumen de ventas. Y esto podría llevar a más de 50% de pérdidas en términos de valor de ventas», estima Pau Roca, director general de la OIV.
Consumo doméstico
Por otro lado, se observa un aumento de las ventas en la gran distribución, es decir en los supermercados o las tiendas de barrio. Ventas pues, para el consumo doméstico. ¿La COVID-19 habría cambiado las pautas de consumo? No es tan así. «Este consumo no compensa las pérdidas de los circuitos CHR [cafés-hoteles-restaurantes]. El cliente tiene menos opciones, algunas marcas están representadas, otras no. Además, la gran distribución ejerce una mayor presión sobre los precios, y el productor tiene menos margen de ganancias», detalla Pau Roca.
Las ventas en línea también han aumentado ligeramente. Botellas pedidas directamente al productor o en plataformas dedicadas al comercio del vino, pero que para llegar al consumidor necesitan de una buena logística. Desde este punto de vista, «la demanda por internet es más fuerte que las posibilidades logísticas para satisfacerla», señala el director general de la OIV.
10 millones de hectolitros sin vender en Europa
Tras el aumento de los impuestos aduaneros sobre los vinos franceses (pero también españoles y alemanes) por Donald Trump en represalia por los subsidios a Airbus, la pandemia está asfixiando a los productores.
Se estima que hay tres millones de hectolitros de vinos franceses sin vender. Junto con los vinos españoles e italianos, son más de 10 millones de hectolitros en Europa que podrían ser destilados antes del fin del verano.
Entre estos vinos no vendidos, también hay vinos de alta gama. Las cooperativas vinícolas francesas, italianas y españolas han solicitado a Bruselas una medida de almacenamiento de estos vinos, cuya comercialización podría aplazarse sin pesar en los mercados.
El cambio climático y la biodiversidad en el centro del debate
La vitivinicultura estará bien, dicen los vinicultores, como cada vez que se ha visto amenazada por una crisis. Pero la experiencia relámpago de este nuevo coronavirus plantea cuestiones urgentes sobre el cambio climático y el desequilibrio de la biodiversidad.
«En términos económicos, la Segunda Guerra Mundial les costó a los vinicultores tres años de trabajo. En cuanto a la crisis de COVID-19, el Banco Mundial presenta cifras comparables a la situación de la posguerra. Un nuevo Plan Marshall será sin duda necesario para que todos los sectores económicos se recuperen. El apoyo de los gobiernos al sector vitivinícola será igualmente indispensable», concluye Pau Roca.