Los traficantes de drogas también están padeciendo la situación actual. Más que las campañas de represión, las medidas de confinamiento por el coronavirus penalizan gravemente a todos los actores de la cadena, desde el productor hasta el consumidor final.
La reciente evolución de los precios revela la magnitud del fenómeno. En el Perú, segundo país productor de cocaína después de Colombia, el precio de la hoja de coca se ha desplomado: -70%. Tanto es así que la federación de productores pide ayudas al gobierno. Al igual que en Colombia, la actividad de los cárteles parece totalmente congelada por el cierre de las fronteras.
Por otra parte, en los países consumidores, donde la mercancía ya no llega, los precios aumentan. El de la cocaína se ha disparado en Brasil, y el del cannabis está subiendo considerablemente en Europa, como las drogas sintéticas muy difundidas en Estados Unidos, el fentanilo y sobre todo la metanfetamina.
Estos aumentos son a menudo oportunistas. Los distribuidores previeron una disminución de la oferta antes de que se produjera. También se sospecha que los cárteles mexicanos exageran la retención para hacer subir los precios.
Pero lo cierto es que las “mulas”, los portadores de drogas, ya no pueden tomar el avión, y que los “go-fast”, los autos que hacen viajes ultrarrápidos para entregar las drogas (entre España y Francia por ejemplo), están parados. La parálisis del transporte es una gran desventaja para este tráfico globalizado.
Como buenos administradores preocupados por reducir sus costos, los cárteles sudamericanos importan los componentes químicos esenciales para la producción de drogas sintéticas del país que más ventajas presenta, es decir, China.
El cierre de su principal proveedor, una empresa en Wuhan, ciudad donde empezó la pandemia, descarriló su industria. Los precios de algunos insumos se han triplicado en México y los barones del tráfico ya estarían reclutando a químicos para producirlos localmente.
Otra consecuencia es que el lavado de dinero también está padeciendo la situación, con el cierre de tiendas de ropa en la costa oeste de Estados Unidos, que sirven de pantalla para las mafias mexicanas.
¿El tráfico de drogas se verá afectado de forma permanente?
Los servicios de represión del tráfico de drogas quieren aprovechar este contexto para intensificar la lucha. Pero la propagación de la COVID-19 frustra estos planes: las fuerzas del orden de los países productores están monopolizadas por el coronavirus, o incluso diezmadas por la contaminación, como en el Perú.
Además, los cárteles, que por naturaleza están acostumbrados a eludir las leyes y a engañar la vigilancia policial, se están adaptando y están desarrollando las ventas en línea a través de la darknet (red oscura), así como un nuevo tipo de transporte por drones o aviones ligeros.
Por último, el transporte en barco sigue siendo una forma segura de trasladar mercancías: sólo el 2% de los contenedores están sujetos a controles aduaneros. El tráfico de drogas seguirá siendo una industria floreciente, con unos ingresos anuales estimados de 650.000 millones de dólares.
Con información de Dominique Baillard