Los cambios hormonales que se producen en el cuerpo de una mujer durante los nueve meses de embarazo están detrás del amor incondicional que después sienten hacia sus hijos.
De hecho, una investigación ha determinado que el periodo de gestación modifica el núcleo accumbens, estructura cerebral vinculada a la experimentación del placer, la motivación y el refuerzo, y provoca que la madre “se enamore de su bebé”. Se trata de un sistema básico para la conducta maternal en los mamíferos, ya que permite que la hembra se sienta atraída por los estímulos procedentes de la cría nada más nacer.
Este estudio, llevado a cabo por el Hospital Gregorio Marañón de Madrid y el Cibersam, con la participación de la Universidad Autónoma de Barcelona y el Instituto Valenciano de Fertilidad (IVI), entre otras instituciones, concluye que, tras el embarazo, el bebé se convierte en el estímulo más llamativo, relevante y placentero para la madre, de manera que esta inicia una serie de conductas dirigidas a promover y garantizar la supervivencia del hijo, al igual que ocurre en el reino animal.
La coordinadora de este estudio, la investigadora Susana Carmona, explica que durante el embarazo los órganos de la gestante cambian para poder adaptarse al nuevo estado, pero que, hasta ahora, se desconocía lo que sucede en el cerebro. “Lo que hemos podido comprobar es que cuanto más cambia el cerebro durante el embarazo, más se incrementa el vínculo maternofilial”, precisa.
El estudio analizó los datos obtenidos de madres primerizas, antes y después del embarazo, a través de resonancias magnéticas cerebrales. Primero se examinó si existían cambios volumétricos en el núcleo accumbens y también si dichas modificaciones estaban asociadas con la activación de esta región cuando a las mujeres se les mostraban imágenes de sus bebés.
Los investigadores encontraron una disminución en el volumen del núcleo accumbens en las mujeres tras su primer embarazo. Y cuanto más se reducía, más se activaba esta área en el cerebro de la madre cuando veía estímulos relacionados con su hijo. “En resumen, durante el embarazo se modifican regiones de nuestro cerebro que facilitan el enamoramiento de las madres hacia sus bebés”, añade Carmona. Estos datos nos indican que en los humanos la conducta maternal está condicionada por sistemas primitivos e instintivos que compartimos con otros mamíferos más basales, como por ejemplo los roedores.
Determinar cómo cambia el cerebro de las mujeres durante el periodo de gestación nos puede ayudar a “entender mejor lo que sucede a nivel cerebral en las enfermedades posparto, como la depresión, que ponen en riesgo no solo la salud de la madre, sino también la del recién nacido”, señala Carmona.
La investigación también ha comprobado que, según las pruebas de resonancia magnética, estos cambios en el cerebro se mantienen al menos dos años, algo que podría tener relación con que, a partir de ese momento, el niño empieza a ser más autónomo. No obstante, la científica adelanta que se va a intentar hacer un seguimiento de seis años a las madres que participaron en el estudio.