Por: Francisco Parada Walsh
Nunca imaginamos vivir una pandemia de tal dimensión causada por un virus y más por el miedo. En el 2009 hubo una pandemia de gripe H1N1 pero poco pareció afectarnos, todavía éramos una sociedad libre en apariencia, la única diferencia de esa gripe con el Covid 19 es ese dispositivo llamado táctil donde se esparcen noticias más falsas que verdaderas y grilletes mentales, al final ambas logran el objetivo: Llenar de miedo a una sociedad temerosa por naturaleza. Mi vida trascurre como la de cualquier persona sin embargo poco o nunca había pensado cómo una sociedad debe enfrentar una pandemia ni cómo será el fin del ser humano si fallece como resultado del virus.
Me doy cuenta que una sociedad que entierra con tanto desprecio a sus semejantes tiene los días contados, contadísimos pues durante la vida fuimos mercancía o los dueños de ella, quizá fuimos jugosas naranjas a las que había que exprimir hasta sacarle la última gota de sangre y sudor y una vez que terminamos el ciclo de la vida somos algo menos que mercancía, somos despojos; cualquiera puede argumentar que el fallecido nos contagiará pero acá entra el misterio de la vida y debemos preguntarnos ¿Qué pasaría si ese muerto fuera mi madre, mi padre o mis hijos?: Algunos podrán decir que son protocolos mundiales y que se evita el contagio, pero entiendo que esos protocolos los hace el hombre al igual que las guerras, las hambrunas, la pobreza, la riqueza, las enfermedades con el mayor conocimiento del daño a causar; así como el hombre crea tan perversos protocolos debería crear protocolos de solidaridad, de ayuda al más necesitado, de combatir el virus del hambre que afecta mortalmente a África y a muchos países latino americanos, aun, la que fuera la mayor potencia mundial como Estados Unidos no queda exenta de esa hambre y sí valdría la pena eliminar a esa nación ese virus guerrerista congénitamente trastocado pues revisando el número de muertos por la invasión a Iraq sobrepasa el millón; pero no, el protocolo de la OMS (regida por humanos más comunes que corrientes y que callaron información ) sobre la muerte dice que al fallecido hay que desaparecerlo, se ejecuta la mayor profanación a una sociedad como es el amor y respeto que se debe guardar para nuestros muertos, muestra clara de la descomposición de una sociedad que lamentablemente está pagando un alto precio porque nos abolieron la capacidad de pensar, de ser críticos y nos inocularon el virus del miedo donde llegamos a ensimismarnos y ser el yo lo único que importa; en forma refleja quedaron vacíos los supermercados e igualmente quedó vacía la esperanza del pobre pues siempre el que tiene recursos pulveriza al pobre y ¿Qué decimos sobre esas invasiones donde las cifras de muertos son infinitas?: Nada, callamos cuando niños inocentes son asesinados por asesinos con títulos de presidentes, barren países enteros en el nombre de la libertad y mientras, mi vida sigue igual.
Así como se inventan protocolos del mal donde ese cadáver debe ser enterrado con el mayor desprecio posible, solo dice la sociedad descompuesta que habitamos; solo habla de que nuestras prioridades están totalmente equivocadas pero poco se puede hacer, muy poco. Una sociedad que profana cuerpos y castiga con miedo a su gente está condenada a fracasar, no puede el miedo ser el motor que mueve a la sociedad y si es así, queda expuesto ante nuestros ojos el mayor egoísmo creado por la humanidad.
El lector tiene el derecho a disentir y creer que ese viaje a un albergue y luego a una fría fosa es lo correcto y respeto profundamente su opinión, mi opinión y mis deseos si tal fuera que me viera afectado por el Covid 19 sería en caso de salir bien librado que se ocupara mi sangre, principalmente mis anticuerpos como están haciendo en Costa Rica para ayudar a los infectados; sin embargo, siempre he creído y jamás dejaré de luchar por el buen morir, eso se traduce a que el paciente en sus últimos momentos deje esa categoría de ser un número de expediente y pueda morir en casa, escuchando la música que ama y amo, rodeado de mis seres queridos, oyendo los ladridos del amigo fiel y empezar mi viaje hacia el más allá recibiendo las mayores muestras de amor y si este fuera el caso de contagiarme apelo a mi raquítica fe para salir bien librado y sino, todo acabó pero jamás me perdonaría dejar que a un ser querido lo profanen en el nombre de la vida, no, es en el nombre del miedo.
Esto es algo irreal en nuestra descomposición como sociedad pero se olvida que no solo el Covid 19 mata, también el desempleo, el hambre, la pobreza creada, la falsa información, la falta a la educación y a la verdad, la marginación, la discriminación, aun con nuestra gente. Pareciera que el Dios de los cielos no existe y dicta mi vida el dios de la tierra que es el miedo y la indiferencia.
Pocos voltean su mirada hacia Etiopia, Ruanda, Haití, Somalia y tantos más azotados por la indolencia sin embargo soy capaz de viajar hacia mí mismo y ese tiquete fiado se llama miedo y egoísmo, no hay fe pues mis dioses son indiferentes y vacíos, ¿Cómo podré mejorar como persona después de esta pandemia?: Difícil, el ser humano es malo por esencia y volverá a sus andadas y aun, con más fuerzas; ejemplo de ello ver el lucro que grandes empresarios en El Pinochini de América sacaron de esta tragedia, particularmente una cadena de super mercados. Como dijo Assange: “La primera víctima de la guerra (Pandemia) es la verdad”.