¿Realmente el salvadoreño evolucionó?

Por: Gabriel Alfaro Werner

A lo largo de la historia, siempre han existido dilemas como: “Qué fue primero: ¿El huevo o la gallina?”, a lo cual no hay una respuesta certera, y estos dilemas han traído debates, y a su vez estos debates han generado división, pero, ¿Qué tan lejos puede ir esa división? La falta de empatía existe y siempre ha existido en el ser humano, ya lo dice Hobbes: “El ser humano es malo por naturaleza” y lo que realmente lo mueve es el miedo, en tiempos de COVID-19, ¿Cuál es el miedo que mueve a la población? ¿El contagio o la opinión contraría?

Es de esperarse que, en El Salvador, en el año 2020 las personas puedan encontrarse desesperadas y cansadas de vivir en un país con políticos corruptos, hartos de realidades en donde el pobre pueda no importarle a nadie y la clase media sea quien pague por lo que se les da a los pobres. Claramente esta visión de la realidad salvadoreña pasa de ser una visión, a ser un miedo, un trauma y un juego psicológico que las personas ya no quieren jugar, y están dispuestos a erradicar “de raíz” estas jugarretas.

Está claro que la comunicación hoy en día no es un problema, ya no estamos en esos tiempos cuando se emitía una nueva ley notificando a través de un rótulo en el tablero del ayuntamiento, y que no todos los ciudadanos tenían el alcance de leerla ya que no todos visitaban el palacio municipal, y no todos podían leer. No, eso ya no es un problema, hoy la información está al alcance de un clic, pero hoy surge un nuevo obstáculo, ¿es información o desinformación?

Las redes sociales usan algoritmos sobre las preferencias de los usuarios, éstas saben quién es su cantante favorito, su comida favorita, y peor aún, saben quién es su político favorito, saben sus preferencias ideológicas y saben también contenido de su interés, siendo este, noticias que seguramente pueden gustarle acerca de las hazañas que su político preferido realiza, y a su vez, mostrarle las cosas malas que hizo el político que a usted no le agrada; la dificultad de este fenómeno, es conocer la procedencia de lo que usted se encuentra leyendo, si es que se lee. En países latinoamericanos la cultura coloquial de los rumores y los chismes se encuentra a la orden del día y en la actualidad, hasta se plasma en una noticia, siendo ahora la interrogante ¿está leyendo una noticia verdadera?

La diferencia entre el ser humano y el resto del reino animal es la razón, en donde “se dice” que los humanos evolucionaron, y que ya no actúan por supervivencia como los demás, lo cual se refleja en la pelea de dos leones por una presa, o de dos buitres por quien se come la carroña encontrada; se supone que los seres humanos ya pueden sentarse y dialogar por pedir la última porción de pizza o llegar a un punto común, o al menos es lo que se cree.

La preocupación por las noticias falsas o la interpretación de estas es el vacío de veracidad y el argumento que estas puedan sostener, infundir miedo o separación es su principal objetivo, un blanco fácil para aquellos que no les importa tener la verdad, sino tener la razón, siendo este el primer debate que genera división. El miedo continúa gobernando a la persona, ya sea el miedo a perder la discusión, el miedo a que un político actúe mal como en el pasado o el miedo que la situación sobrepase su salud o economía, cegando la vista del sujeto o cerrando sus oídos a escuchar otras opiniones, tener un criterio cerrado y este no puede cambiar no importa el argumento que se le presente, si, ese es miedo, y por infortunio, el miedo no soluciona nada, solo saca los instintos animales de supervivencia que la evolución dejó tiempo atrás.

No es de extrañarse amistades perdidas, amistades retadoras, división entre compatriotas sin pensar que es esa justamente la meta de la desinformación, dejar a los políticos tranquilos y que sean otros los que pelean por ellos. La visión ciega de la desinformación sin argumentos son las que han acabado con el país, y solamente es la educación y no el odio y la división las que pueden acabar con las prácticas históricas de corrupción en un El Salvador empobrecido. El problema es el fin que como ciudadano se tenga, y el análisis de un lector o un oyente, haciéndose la pregunta: ¿es esta la realidad, o es esto lo que quieren que yo crea?

El criterio es un privilegio en El Salvador, es un lugar donde se desprestigia la disciplina científica, y es un lugar donde reina el morbo, es un lugar en donde preguntar a alguien que está relacionado con el tema da alergia, y toca el ego de: “él o ella no pueden saber más que yo”, siendo este un círculo vicioso de desinformación y división, olvidando que, cuando la población no se ponga en contra de sí misma, cuando deje de odiar o alabar políticos, cuando adopte una postura de supervisión al trabajo de la clase política y una postura de pedir cuentas por todo y para todo, entonces el país va a cambiar, cuando el pueblo recuerde que los políticos son empleados públicos, que no heredan problemas, y que no pueden vivir reprochando el pasado porque para eso se eligieron, entonces el país va a cambiar. Cuando la población vea una noticia morbosa y no la comparta, cuando escuche la postura del compatriota y uniendo las dos se tenga una propuesta digna de compartir, es entonces que el salvadoreño si habrá evolucionado. Pero a lo mejor, ese miedo siempre reinará, y el humano seguirá actuando primitivamente.

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