Dios on Line

Por: Erick Adrian Paz González (Flacso-México / UCLG)

Lo religioso se moldea, cambia y se adapta a los contextos de formas más o menos exitosas, más o menos institucionales y con mayor o menor dificultad. De alguna forma, es algo “natural” en todo fenómeno social. Pero en tiempos de crisis, estos procesos pueden ser efervescentes, y lo que ha provocado el Covid-19 no es la excepción.

Desde hace décadas, la iglesia católica ha apostado, lento eso sí, por incursionar en los medios de comunicación masivos y en Internet, así grandes corporativos de noticias como la agencia vaticana, ACI Prensa o Catholic.net han adquirido impacto. Por parte de las redes sociodigitales, la apuesta más grande se ha dado en el sector de la juventud, a quien el papa Francisco ha dedicado homilías y opiniones. En el caso latinoamericano, el Celam ha apostado por internet como el principal canal de evangelización desde 2014. Todo esto permite crear mensajes que muestran que lo religioso también se vive a través de la distancia.

Pero fue hasta hoy, frente a la contingencia, que estos canales de evangelización se convirtieron en el único soporte para el catolicismo institucional. De esta forma, empezaron a circular imágenes y noticas para mostrar que lo religioso no se detiene, así se muestra a un Francisco dando la bendición del ángelus frente a una plaza de San Pedro vacía, absolutamente vacía, el 15 de marzo.

El 20 de marzo fue publicado el decreto papal para otorgar indulgencias especiales a enfermos de Covid-19 y a toda persona que los atiende y cuida. En este decreto se incluyó la cláusula de asistir a misa o seguirla por televisión o internet, algo que, si bien no es nuevo, marcó el precedente para las celebraciones de Semana Santa. El 27, Francisco dio la bendición Urbi et Orbe frente a las cámaras. El 5 de abril, el primer Domingo de Ramos se realizó sin asistentes pero llegó a todo el mundo, y así pasó con todas las celebraciones de Semana Santa: una misa de última cena en una inmensa catedral de San Pedro sin bancas, con movimientos de cámara que jugaban con detalles arquitectónicos asombrosos; o un viacrucis solitario e insignificante dentro de la plaza, pero cuya producción resaltaba los testimonios unidos por el perdón, la humildad y la idea de insignificancia ante dios.

En medio de estos eventos, surgieron tantas imágenes en los medios y en las redes sociodigitales de un Vaticano vació y un Papa de caminar pesado que salía de su refugio para interceder por la humanidad, como la encomienda al Cristo Milagroso de Roma el 15 de marzo. Sin embargo, no todos los miembros de la jerarquía eclesial se han mostrado de acuerdo con estas medidas, principalmente con suspender el culto local y seguirlo a través de televisión o internet. En esta línea, en su homilía del 17 de abril, el papa Francisco habló sobre los riesgos de “viralizar los sacramentos”, de no considerar a la comunidad y de olvidar que “la Iglesia, los Sacramentos, el Pueblo de Dios son concretos”.

Toda esto muestra diversas mutaciones en la forma de vivir la fe. En el pasado, los papas se aglutinaban ante las multitudes: encabezaban procesiones ante las epidemias, bendecían en medio de bombardeos; ahora, por las exigencias y las posibilidades, bendicen a la distancia, para todos y a la vez perdido entre mares de información, lo que potenció su alcance a todos los hogares con una televisión o un celular inteligente, pero no todo es bien visto por jerarquías y fieles. Lo religioso cambia.

Tomado de: Boletín de actualidad sociopolíticoreiligiosa. Suplemento especial de la revista Religiones Latinoamericanas que edita ALER. (Asociación Latinoamericana de Estudios de las Religiones)

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