Por: Francisco Parada Walsh/
Por esa solidaridad con mi país. Muchos de ustedes, no tienen idea que hay un pequeño país llamado El Pinochini de América, es un país rico y pobre como ninguno, fiel e infiel, sabio y terco, honrado y pícaro, sonriente y violento, con ricas viandas y mesas sin comida para el ayer. Les doy las gracias en el nombre de El Salvador para que ese proyecto de solidaridad crezca día a día. No hago nada. Son ustedes, victimas del amor al prójimo quienes ejecutan la nobleza, el desapego y lograr así un mundo mejor.
Cuando una persona se encuentra en la base de la pirámide de Maslow sus opciones de ascenso son nulas, lo mismo sucede con un país que su lucha se limita a respirar, alimentarse, descanso, sexo y homeostasis; igual sucede con una sociedad y para nuestro caso tenemos una sociedad que sus prioridades es pedir comida sacando banderas blancas para que se apiaden de ellos; a diferencia de una sociedad moderna y solidaria como la alemana donde la moralidad, creatividad, espontaneidad, la falta de prejuicios, aceptación de hechos y la resolución de problemas es evidente, ejemplo claro ha sido el excelente manejo de la pandemia, lo que demuestra que un ciudadano y su sociedad están la cúspide de esa pirámide.
Pareciera que lo único que heredamos de nuestros padres son características biológicas cuando los hechos comprueban y demuestran lo contrario, pues conductas sean éstas buenas o malas practicadas en una familia se injertan en el alma de los hijos.
¿Qué ejemplo apoya mi teoría sobre la herencia de las buenas maneras?: Este ejemplo no es abstracto, tiene nombre, origen y heredaron lo enseñado por sus padres; en un mundo cruel donde prima el dinero como un dios con penachos dorados es difícil encontrar al bueno de la película; es como darle una dirección a la caridad y que no se pierda, viene desde la Magna Germania, atraviesa mares, huracanes y llega a mi montaña, toca a mi puerta y esa solidaridad es de una familia amiga que desea que el pan nuestro de cada día se convierta en “la medicina nuestra de cada día”.
Pero ¿Por qué una familia se toma la molestia de servir a mi gente?: Sencillamente son seres iluminados que comprendieron que la mayor felicidad es servir a los preferidos de Dios; sin embargo en el otro lado de la balanza veo a una sociedad indolente, egoísta, violenta, enferma como es la nuestra.
No perderé tiempo en una apología a la maldad cuando tengo frente a mí decenas de frascos de antibióticos, de analgésicos, de tantos medicamentos necesarios para paliar esta crisis donde hasta el salir de casa es un riesgo y debo estar presto a brindar esa atención médica honesta, sincera, completa y lograr el alivio de ese niño a cuyo padre no se le permite trabajar y que perdió sus cultivos como consecuencia de la pandemia… y del miedo. Esa es mi realidad. Nuevamente me veo avasallado, sorprendido pues mientras nos debatimos entre lo bueno, lo malo y lo feo hay una familia en esa sociedad embriagada por la suculenta sopa de pitos que solo quiere compartir, solo compartir; mientras, un mundo se debate entre el miedo y la zozobra, hay una familia que desde lejos, desde Stuttgart comparten no lo que les sobra sino la primicia.
¿Cómo puede un mundo aspirar a ser mejor?: Unos aspiran cocaína y otros aspiran un planeta donde todos volvamos por el otro, no es nada fácil pues ese otro es mi hermano según mis padres, mi prójimo según la fe, es del doctor Jekyll y Mr. Hyde que escogemos al bueno, y en ese sigilo amoroso donde el anonimato es imperativo debe esa ayuda convertirse en medicinas, en frijoles, en amor; pero ¿Cómo es posible que en mi país seamos sordos ante los lamentos de nuestro hermano?: “En casa de herrero, cuchillo de palo”; pareciera que el dolor y el llanto de un niño hambriento es ajeno, mientras no sea mi cercano, mi prójimo, mi niño, mi hermano.
Desde lejos alguien vio las necesidades de mi gente, y ese alguien es una familia alemana-salvadoreña que no escatimaron esfuerzos en mandar dinero contante y sonante para comprar medicinas y atender a aquel invisible, al rostro del misterio donde se esconde el infinito preferido de Dios, es el que históricamente en mi país no ha existido pero sí existe para esa familia que me busca, me encuentra y deciden enviar buenos reales para servir a mi paciente favorito, ese sin nombre y sin pasado, presente ni futuro, que solo importa por momentos efímeros mientras emite el sufragio…. Admiro profundamente a Ángela Merkel, estadista de una gran nación que es un ejemplo para el mundo, no hablamos de alguien que circunstancialmente llegó al poder sino una líder que sobre sale en todo Europa, no digamos en América.
¿Cuántas Ángelas necesitamos en América para echar a andar la maquinaria del bien?: No lo sé; no lo sé, lo más interesante de esta obra de caridad es que la familia del bien es hija del hogar Chávez Cornejo, esa maravillosa pareja de lectores que a través de mis sencillos artículos entablamos una eterna y cálida amistad; de a poco recibí dos memorias y una botella de vino, tanto el vino que en vano limpia mis venas como las memorias cayeron en tierra fértil; desde mi hamaca ordeno a Cuco Sánchez cante “Guitarras, lloren guitarras”, le digo a Strauss que me agarre de la oreja y me haga amante de esas melodías históricas, eternas, perfectas; que me eduque y poder escuchar “El Danubio Azul”; en la segunda encomienda recibí una colcha térmica, una bella carta que está clavada en mi pared y en mi corazón para acordarme cada vez que la veo de tan maravillosa familia;
¿Cómo es que mi prójimo sí importa a una familia que vive a miles de kilómetros mientras acá seguimos en un Halloween eterno?: Esa es la diferencia entre las almas grandes y hermosas que olfatean las necesidades y las resuelven, conjugan el verbo más importante que no es el Yo, sino el tú, él, ella, nosotros, vosotros compartir, ¡No hay más! Mientras en nuestro país nos enfrascamos en pleitos estériles hay personas que ven lo que otros no ven, esa necesidad de ayudar a aquel que en la vida sacó la peor parte; solo siendo solidarios una nación puede salir adelante pero más allá de Germania, Merkel, Strauss está el ejemplo que los padres sembraron en sus hijas, especialmente en Elsa María Chávez Cornejo y ella, junto a su amado esposo engrasan la caravana de la solidaridad.