El post-covid-19: ¿qué cosmología y qué ética incorporar?

Por: Leonardo Boff*/

Hay un hecho terrible que es el ataque sistémico que la naturaleza está realizando contra la humanidad con un virus diminuto e invisible está causando una grave preocupación y llevando a muchos miles de personas a la muerte. Frente a esta verdadera desgracia humana importante cuál es nuestra reacción a la pandemia? Cuál es la resonancia en nosotros de esta pandemia?. ¿Qué lección nos enseña? ¿Qué cosmología (visión de mundo) y qué tipo de ética (valores y principios) nos llevan a desarrollar? Seguramente deberemos aprender todo lo que deberíamos haber aprendido antes y no aprendimos. Deberíamos haber aprendido que somos parte de la naturaleza y no sus “señores y dueños” (Descartes). Hay una conexión umbilical entre el ser humano y la naturaleza. Venimos del mismo polvo cósmico como todos los demás seres y somos el eslabón consciente de la cadena de la vida.

La erosión de la imagen del “pequeño dios en la tierra”
El mito moderno de que somos “el pequeño dios” en la Tierra y que podemos disponer de ella a nuestro antojo porque es inerte y sin propósito ha sido destruido. Uno de los padres del método científico moderno, Francis Bacon, dijo que deberíamos tratar a la naturaleza como los esbirros de la inquisición trataban a sus víctimas, torturándolas hasta que entreguen todos sus secretos.

La pandemia, que más que una crisis es la exigencia de un cambio de cosmología ( de visión del mundo) y de la incorporación de una ética con nuevos valores, nos plantea esta pregunta: ¿realmente queremos evitar que la naturaleza nos envíe virus aún más letales que pueden diezmar incluso la especie humana? Esta sería una de las diez que desaparecen definitivamente cada día. ¿Queremos correr ese riesgo?

Inconsciencia generalizada del factor ecológico
Ya en 1962, la bióloga y escritora estadounidense Rachel Carson, autora de Primavera Silenciosa (Silent Spring), advirtió: “Es poco probable que las generaciones futuras toleren nuestra falta de preocupación prudente por la integridad del mundo natural que sustenta toda la vida… La pregunta es si alguna civilización puede continuar una guerra sin tregua contra la vida sin destruirse a sí misma y sin perder el derecho a ser llamada civilización “.

Parece una profecía de la situación que estamos viviendo a nivel planetario. Tenemos la impresión de que la mayoría de la humanidad e incluso los líderes políticos no demuestran una conciencia suficiente de los peligros que enfrentamos con el calentamiento global, con la excesiva proximidad de nuestras ciudades y especialmente del agronegocio masivo que avanza sobre a la naturaleza virgen y a los bosques que están deforestando. De esta manera destruimos los hábitats de millones de virus y bacterias que terminan siendo transferidos a los seres humanos. Según científicos serios, el coronavirus no habría venido a través de un murciélago del mercado de China, sino simplemente de la naturaleza.

En la mejor de las hipótesis, el coronavirus nos obligará a reinventarnos como humanidad y a remodelar de forma sostenible e inclusiva la única Casa Común que tenemos. Si prevaleciera lo que dominaba antes, exacerbado hasta el extremo, entonces podremos prepararnos para lo peor.

En el último párrafo de su libro La era de los extremos (1995) escribió Eric Hobsbawn: Una cosa está clara. Si la humanidad quiere tener un futuro reconocible, no puede ser prolongando el pasado o el presente. Si tratamos de construir el tercer milenio sobre esta base, fracasaremos. El precio del fracaso, es decir, la alternativa al cambio de la sociedad es la oscuridad (p.506).

Esto significa que no podemos simplemente volver a la situación anterior al coronavirus, ni siquiera podemos pensar en un regreso al pasado pre-iluminista como quiere el actual gobierno brasileño y otros de extrema derecha.

Post-pandemia: ¿lo nuevo o la radicalización de lo anterior?
Hay muchos analistas que predicen que la post-pandemia podría significar una radicalización extrema de la situación anterior, un retorno al sistema de capital y al neoliberalismo, buscando dominar el mundo con el uso de la vigilancia digital (big data) sobre cada persona del planeta, algo que ya está en marcha en China y en Estados Unidos. Ahí entraríamos en la era de las tinieblas, con el riesgo, sugerido por Raquel Carson, en su famoso libro “La primavera silenciosa” de nuestra autodestrucción. De ahí la exigencia de una conversión ecológica radical, cuya centralidad debe ser ocupada por la Tierra, por la vida y por la civilización humana: una biocivilización.

Los posibles riesgos en el post-covid-19
No debemos sin embargo subestimar la fuerza de la violencia sistémica. Sigmund Freud, al contestar una carta de Albert Einstein de 1932 en la que le preguntaba si era posible superar la violencia y la guerra, dejaba una aporía. Respondió, considerando que no podía decir qué instinto podría prevalecer: si el instinto de muerte (thánatos) o el instinto de vida (eros). Están siempre en tensión y no podemos estar seguros de cual triunfará al final. Terminaba resignado: “Hambrientos, pensamos en el molino que muele tan lentamente que podemos morir de hambre antes de recibir la harina”.

Hay una opinión nada optimista de uno de los más grandes intelectuales estadounidenses, crítico severo del sistema imperialista, Noam Chomsky, que dice: «El coronavirus es suficientemente grave, pero vale la pena recordar que se está acercando algo mucho más terrible, estamos corriendo hacia el desastre, hacia algo mucho peor que cualquier otra cosa que haya sucedido en la historia humana y Trump y sus lacayos están al frente de esto, en la carrera hacia el abismo. Hay dos amenazas inmensas que estamos encarando. Una es la creciente amenaza de la guerra nuclear, exacerbada por la tensión de los regímenes militares, y la otra, por supuesto, es el calentamiento global. Las dos pueden resolverse, pero no hay mucho tiempo; el coronavirus es terrible y puede tener terribles consecuencias, pero será superado, mientras que las otras no lo serán. Si no resolvemos esto, estaremos condenados».

Chomsky ha afirmado que el presidente Trump está lo suficientemente demente como para desatar una guerra nuclear, sin importarle lo que le pueda pasar a toda la humanidad.

No obstante esta visión dramática del prestigioso lingüista y pensador, nuestra esperanza es que si la humanidad corriera un grave peligro de destruirse realmente, prevalecerá el instinto de vida. Pero a condición de que hayamos construido una forma diferente de habitar la Casa Común, sobre otras bases que no sean ni las del pasado ni las del presente.

¿Qué visión del mundo y qué valores incluir?
Saber y tener conocimiento de los datos de la realidad no es todavía hacer. ¿Qué nos impulsa a actuar? ¿Qué visión del mundo (cosmología) y qué valores (ética) deberíamos incluir?

Se trata de “buscar un nuevo comienzo”. Se nos reta a reconstruir la “Tierra, nuestro hogar, que está viva con una comunidad de vida única”. Sería engañoso cubrir las heridas de la Tierra con venditas, pensando que podemos curarla. Tenemos que revitalizarla y rehacerla para que sea la Casa Común.

“Esto requiere un cambio de mente”. Un cambio de mente significa una nueva mirada sobre la Tierra, tal como la nueva cosmología y biología la presentan. Ella es un momento del proceso evolutivo que tiene ya 13.700 millones de años y la Tierra 4.300 millones de años. Después del big bang, todos los elementos físico-químicos se forjaron durante más de tres mil millones de años en el corazón de las grandes estrellas rojas. Al explotar, lanzaron en todas las direcciones estos elementos que formaron la galaxia, las estrellas como el Sol, los planetas y la Tierra. Ella está viva con una vida que irrumpió hace 3.800 millones de años, un super-organismo sistémico que se auto-organiza y se auto-crea continuamente. En un momento avanzado de su complejidad, hace unos 8-10 millones de años, una parte de ella comenzó a sentir, pensar, amar y adorar. Surgió el ser humano, hombre y mujer. Él es Tierra consciente e inteligente, por eso se llama homo, hecho de humus.

Esta cosmovisión cambia nuestra concepción de la Tierra. La ONU, el 22 de abril de 2009, la reconoció oficialmente como la Madre Tierra porque genera y nos da todo. Por eso la Carta de la Tierra dice: “Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad y cuidar de la comunidad de la vida con comprensión, compasión y amor” (CT 1 y 2). La Tierra como suelo la podemos comprar y vender. A la Madre, sin embargo, no la compramos ni vendemos; la amamos y la veneramos. Tales actitudes deben ser transferidas a la Tierra, nuestra Madre. Esta es la nueva mente que tenemos que hacer nuestra.

“Requiere un cambio de corazón”. El corazón es la dimensión del sentimiento profundo (pathos), de la sensibilidad, el amor, la compasión y los valores que guían nuestra vida. Especialmente en el corazón se encuentra el cuidado, que es una forma amistosa y afectuosa de relacionarse con la naturaleza y sus seres. Tiene que ver con la razón sensible o cordial, con el cerebro límbico, que surgió hace 220 millones de años cuando los mamíferos irrumpieron en la evolución. Todos ellos, como el ser humano, tienen sentimientos, amor y cuidado a sus crías. Eso es el pathos, la capacidad de afectar y ser afectado, la dimensión más profunda del ser humano.

Un modo de vida sostenible

La Carta de la Tierra afirma todavía: “una visión de un modo de vida sostenible”. Estamos acostumbrados a la expresión “desarrollo sostenible”, que está en todos los documentos oficiales y en la boca de la ecología dominante. Todos los análisis serios han demostrado que nuestra forma de producir, distribuir y consumir es insostenible. Es necesario decir que no puede mantenerse el equilibrio entre lo que tomamos de la naturaleza y lo que le dejamos para que se reproduzca y co-evolucione siempre. Nuestra voracidad ha hecho insostenible el planeta, porque si los países ricos quisieran universalizar su bienestar a toda la humanidad, necesitaríamos al menos tres Tierras como esta, lo cual es absolutamente imposible.

Conclusión: ser simplemente humanos

La conclusión que sacamos de estas largas reflexiones sobre el coronavirus 19 es: debemos ser simplemente humanos, vulnerables, humildes, conectados entre sí, solidarios y cooperativos, parte de la naturaleza y la porción consciente y espiritual de la Tierra con la misión de cuidar la herencia sagrada que hemos recibido, la Madre Tierra, para nosotros y para las generaciones futuras.

Son inspiradoras las últimas frases de la Carta de la Tierra: «Que nuestro tiempo sea recordado por el despertar de una nueva reverencia ante la vida, por el firme compromiso de alcanzar la sostenibilidad e intensificar la lucha por la justicia y la paz, y por la alegre celebración de la vida».

*Ecoteólogo brasileño.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.