Por: Fernán Camilo Álvarez Consuegra/
Las medidas de reactivación económica, que actualmente se discuten, en la Asamblea Legislativa, hubiesen sido útiles, de aplicación lógica, luego de un mes de paro económico: hoy son extemporáneas, del mayor efecto destructivo, a la sociedad salvadoreña. Este impase político, aclara tres hechos: el apoyo a Bukele de los Estados Unidos, la manipulación financiera y electoral de las medidas, para la reactivación económica y, el riesgo de tener una mayor crisis social.
Claro quedó el apoyo de los Estados Unidos a Bukele, en el discurso del Embajador Ronald D. Johnson en el Hospital Rosales. Este apoyo, se debe seguramente, a que Bukele ha colaborado con todas las políticas migratorias, solicitadas por Estados Unidos. Lo que los centroamericanos ven como algo natural: “migrar a Estados Unidos y enviar remesas”, es en realidad, el rompimiento de la ley norteamericana y, distorsión a su sistema económico, que, si bien nos beneficia, crea un problema social, si se ve, desde la perspectiva estadounidense. Bukele está aprovechando este apoyo, como puntal para la consolidación de su dictadura, sin que Estados Unidos se percate, de que generará mayor presión social y económica, pudiendo llegar a desestabilizar el área centroamericana, con efectos peligrosos, para sus intereses regionales.
La liberación del encaje legal y la entrega al Gobierno, de $ 790 millones, en deuda de corto plazo, sin que haya reactivación económica y, con posibilidad de impago, pone en riesgo todo el sistema económico del país, no solo el bancario: aunque se asegure hoy, la liquidez del sistema, si el ahorrante muda sus depósitos, de largo a corto plazo y, el Gobierno busca la manera de reducir sus gastos, por medio de despidos a los mayores de 60 años y a quienes tienen otros ingresos, indica su falta de capacidad de pago y, si ésta, depende de la aprobación de préstamos y la colocación de más deuda, en el exterior y sólo los organismos internacionales están dispuestos a dar parte de ese dinero, es que pudiese darse un corralito, como sucedió en Argentina, hace unos años.
Dentro del agro se aprecia ya, un cambio y también en los comercios, los cuales van hacia la subsistencia, y no, para el ingreso de divisas. Se aprecia trabajo clandestino, que asegure la supervivencia y se ve escases de ciertos productos. La economía subsiste con sus reservas, que serán pronto agotadas; mientras tanto, la inacción forzada, es utilizada políticamente por el Gobierno, para sus fines electorales: aprovecha la necesidad y desesperación generada artificialmente para proponer cambios dentro del Estado, como lo hizo Nayib Bukele, el día de ayer, frustrado por la exigencia de transparencia que se hace a su gestión económica, y evita el acceso a toda información, que puede dañarle electoralmente.
Por primera vez, después de la campaña electoral, Nayib Bukele habla de cambio en el orden constitucional: modificarlo por medio de una Constituyente luego de la pandemia, sin percatase de que, tal es el odio que inyectan sus troles a la masa que lo sigue que, si se le suma el hambre que sufre, puede haber un desbordamiento de masas, que provoque la desestabilización que Estados Unidos, pretende evitar. Principio de las confiscaciones, es la iniciativa de nacionalizar las AFP, marcando el inicio del colapso del sistema bancario.
Si cafetales en estricta altura, son arrancados, sembrándose maíz y pacaya, para venta local; abren talleres clandestinamente y los animales de granja no pueden ser alimentados, es que la economía va mal: ya no es posible implementar los planes que hoy se discuten en la Asamblea Legislativa y, que Nayib Bukele veta, para lograr sus fines electorales.