Por: Melvin Martínez */
Un importante obstáculo a sobreponer por las autoridades educativas en Honduras será la falta de presupuesto para enfrentar la nueva realidad. Seguirá siendo materialmente imposible la inversión en infraestructura, peor para que el gobierno tenga recursos para contratar nuevo personal docente y técnico docente, necesario para garantizar la atención al alumnado, el distanciamiento físico en el aula y más difícil que exista dinero para atender la bioseguridad en jardines de niños, escuelas y colegios gubernamentales.
Quizás las primeras semanas estén disponibles, un poco de gel y mascarillas sobrevaloradas, de mala calidad, después el gobierno dejará al magisterio y padres de familia resolver este y otros problemas. Así ha sido desde siempre. Los docentes y los padres de familia han sostenido los gastos para funcionamiento de los centros educativos en Honduras en abandono permanente. Sólo hubo un respiro durante 2007 a 2009 con la asignación del fondo de matrícula gratis en el gobierno de Manuel Zelaya a todas las instituciones educativas públicas.
Con la covid 19 el magisterio habrá aprendido una concepción nueva del alumnado, al que verá y atenderá con más ternura de la acostumbrada y lo considerará en su dimensión más profunda como ser humano, lo sentirá como su prójimo, no como el cliente que la teoría neoliberal ha pretendido imponer.
Después de la cuarentena por el coronavirus, producto de la reflexión obligada sobre la realidad de la sociedad hondureña empobrecida y saqueada por la corruptocracia, habrá condiciones para retomar la filosofía de Paulo Freire de una educación liberadora y esperanzadora.
Con la pandemia los padres de familia por fin están valorando la misión y labor de los docentes en la educación pública y serán los baluartes del sostenimiento y funcionamiento de los centros educativos con más entusiasmo de como hasta hoy lo han hecho. No tengo duda que los padres de familia de clase media con toda su solidaridad asegurarán, junto con los docentes, la bioseguridad en los centros educativos.
Tengo la esperanza que surja un currículum alternativo, desde las comunidades educativas y los docentes, orientado a la formación de valores fundamentales para transformar la sociedad, a partir de un conocimiento de la realidad. Tengo fe que las aulas serán un espacio de lucha y construcción de una sociedad nueva basada en la solidaridad para construir el buen vivir.
Al Estado ni le interesa, ni tiene posibilidades más allá del discurso para atender las necesidades reales de la educación pública.
Nos viene el tiempo de cuidar y fortalecer los bienes espirituales y buscar la transformación de la sociedad.
La realidad de pobreza de la mayoría de familias que tienen sus hijos en la educación pública hará que se entienda que no se puede sustituir a los docentes y a los padres de familia por una computadora o por tecnología, que no tiene todo el alumnado y que el gobierno es incapaz de proveer.
Los valores para sustentar una sociedad solidaria, honrada, trabajadora, respetuosa, democrática, capaz de construir la sociedad del buen vivir, sólo pueden formarse con la orientación de los padres de familia y docentes en contacto fraterno, orientando para aprovechamiento del conocimiento científico al servicio de la humanidad.
Después de la pandemia habremos aprendido a utilizar racionalmente la tecnología disponible y algún mejoramiento, aunque no significativo, habrá en la disposición de recursos tecnológicos en algunos centros educativos sobretodo del área urbana.
El desafío más grande de la educación es la reformulación del currículum a partir de concepciones pedagógicas orientadas al aprovechamiento del proceso educativo como oportunidad para generar condiciones que permitan el disfrute de los derechos fundamentales del ser humano en una sociedad Justa, y solidaria.
*Educador hondureño