Hay que volver a encontrar la profunda verdad evangélica de que debemos servir a las mayorías pobres» Monseñor Romero 9 de abril 1978.
Esta afirmación de San Monseñor Romero me inspiró para reflexionar sobre lo que pasa en el sistema educativo hondureño.
Hay una gran preocupación de la Secretaría de Educación y de la mayoría de docentes por aprovechar las herramientas tecnológicas que ofrece la internet, para atender al alumnado que puede comprar tecnología y utilizar las propuestas virtuales para el desarrollo de los contenidos de las asignaturas.
Este interés es importante y permitirá salvar el año a un sector importante de la población estudiantil, sin embargo la mayor parte del estudiantado tiene como gran problema la accesibilidad a la tecnología, ellos no pueden adquirir ni teléfonos adecuados, ni televisión por cable, ni comprar internet para recibir las tareas asignadas por sus docentes. Esta población que puede llegar al 70%, si consideramos los datos del Instituto Nacional de Estadística de Honduras, estaría quedando fuera si la Secretaría de Educación no toma estrategias pedagógicas que se orienten a atender este significativo sector representado por los alumnos de las familias más pobres.
No podemos llegar a los centros educativos y la tecnología facilita el acceso, no sólo al conocimiento que pueden transmitir los docentes sino también a la información extensa en la red virtual, sin embargo el gran problema es la accesibilidad a la tecnología.
Más o menos 30% del alumnado con acceso a la internet es el que tiene el privilegio de la preocupación de la secretaría de educación para ser atendidos. Es iluso pensar, por más leyes que aprueben, que las empresas de Internet y telefonía dejarán de hacer este gran negocio, regalando accesibilidad al estudiantado.
Por suerte hay muchos centros educativos en el país, principalmente de educación media, que han iniciado por su propia cuenta, ante la falta de iniciativa de la secretaría de educación, a imprimir los contenidos programáticos de las diferentes asignaturas y hacerlos llegar al estudiantado por diversas vías.
El gobierno debería tomar como referencia este esfuerzo de los docentes en varias partes del país e imprimir masivamente materiales de estudio que lleguen al alumnado, a través de los docentes, patronatos, padres de familia, garantizando aprendizajes significativos a partir de una selección de contenidos fundamentales de cada una de las asignaturas.
En los primeros tres meses de cuarentena por el coronavirus no se ha visto interés gubernamental real para atender al estudiantado más pobre, que no tiene accesibilidad a la tecnología.
Ya es tiempo que las autoridades tomen iniciativas en este sentido; de todas maneras los docentes están desarrollando acciones para no excluir a los empobrecidos.
Los medios de comunicación en las diferentes comunidades, tienen un rol importante en esta urgencia de atender a los alumnos más pobres. Los padres de familia respetando el día que les corresponde salir en la cuarentena podrían reclamar estos materiales de estudio y ser el baluarte fundamental en el acompañamiento que deben dar a sus hijos para que puedan estudiar esos contenidos.
Fundamental es también la acción de los padres de familia para animar emocional y psicológicamente a sus tesoros. Hay una gran preocupación de alumnos y padres en torno si el año escolar se perderá.
Considero que eso depende de la actitud de las autoridades que deben invertir recursos, para acompañar a los docentes que deberán trascender la utilización de medios virtuales, para llegar por medios tradicionales a los estudiantes con menos posibilidades.
Garantizar el año lectivo depende de la buena voluntad y ánimo que los docentes, padres de familia y medios de comunicación podamos promover en el estudiantado.
La accesibilidad a la tecnología es el principal problema pero la voluntad y la conciencia social para atender a los más pobres es la gran solución.Un docente Define su identidad y su conciencia profesional a partir del hacer en servicio de los alumnos más necesitados que son su prójimo.
Por: Melvin Martínez. Educador hondureño