Por: Elio Masferrer Kan, ENAH / INAH – México
En estos momentos los responsables de los templos están en el dilema de abrirlos a su feligresía o mantenerlos cerrados, también existe la opción propuesta de una apertura limitada con el 25 o 50% de su capacidad. Muy similar a la sugerencia dada por las autoridades sanitarias para restaurantes y comercios. El detalle es que para los creyentes esa comparación es inaceptable. El templo es en muchos casos, la Casa de Dios, el lugar donde los feligreses en forma social y colectiva reciben a Jesús, al Espíritu Santo o las entidades sagradas de cada quien, donde se confiesan, comulgan, bautizan y casan. El asunto no es sencillo y encontramos varias respuestas.
Otro asunto que incide, que presiona, pero del que no se habla pues es un tema poco elegante para asumir como tal es el de los recursos, dineros y personas involucradas que su sustento está directamente relacionado con la apertura de los templos. No estamos hablando sólo de diezmos, limosnas y ofrendas. Las actividades eclesiásticas religiosas tienen una importancia significativa para amplios sectores de la población latinoamericana, Tampoco podemos perder de vista un conjunto de especialistas y actores sociales, vinculados a la liturgia y ceremonias: músicos, coros y cantores, floristas, personal secretarial y de servicio, de seguridad y una larga lista de personas que trabajan en distintos aspectos de la vida institucional, cuya principal fuente de ingresos está vinculada a las actividades del templo.
Es importante mencionar cuestiones que están relacionadas con la eficacia simbólica de las distintas denominaciones y propuestas religiosas y que las medidas sanitarias tratan de restringir. En la visión del mundo de muchos protestantes históricos el Coro y la recitación de himnos religiosos son elementos estructurales de la relación con la Divinidad. Las autoridades sanitarias plantean que no deben participar de la liturgia, pues al cantar si hubiera alguien contagiado se diseminaría el virus. El peligro de contagio se incrementa en espacios cerrados.
En el caso de los pentecostales el asunto se complica aún más, sus templos habitualmente son pequeños, en ocasiones parte de la vivienda del pastor, una sala, el estacionamiento o un patio adaptado. Puede darse el caso de una construcción adecuada o construida como templo, pero los espacios son limitados, debido a que la feligresía crece incesantemente y termina rebasando el espacio construído. Las alabanzas son muy emotivas y es parte del ritual tomarse de la mano con los otros, hablar en voz alta y una larga lista de limitaciones como la prohibición de los coros y los conjuntos musicales, en algunos casos, que no guardarían la sana distancia. Sería difícil imaginarse a los feligreses y al pastor con cubrebocas, sin música y sin coro.
Una lectura cuidadosa da las recomendaciones que han elaborado los epidemiólogos están evidentemente pensadas y referidas a la Iglesia Católica, en términos tradicionales de ella, aunque no toman en cuenta algunas variables de esta como el Movimiento de la Renovación Carismática en el Espíritu Santo y otras propuestas carismáticas.
Un aspecto que complica la atención a los católicos es el carácter altamente sacramentalista de la Iglesia, si bien el Dios de la tradición judeo cristiana es “invisible”, esto no aplica para muchas expresiones populares. En la tradición del catolicismo latinoamericano es un Dios muy relacionado con representaciones gráficas sensibles configurando una relación especial con Dios, la Santísima Trinidad y el sistema de Santos y Vírgenes, lo cual requiere objetos intermediarios consagrados: como dar la extremaunción o los Santos Óleos a un enfermo agonizante de Covid, la urgencia por bautizar al recién nacido, que no es sólo la ceremonia del Bautizo, sino una relación con compadres y amigos que requiere en muchos casos un festejo o reunión social. Lo mismo puede decirse de los matrimonios, ¿cómo explicarle a la novia, que ahora no? cuando soñó por años entrar al templo acompañada de sus padres y vestida de blanco, con un coro y música sacra.
En definitiva, no se trata de abrir o cerrar templos, el problema central consiste en para qué se asiste a los espacios de culto, cuáles son los contenidos sagrados y de alto simbolismo que se expresan en estas acciones y comportamientos.