La corrupción también es la muerte del pobre

Estas últimas semanas, mientras la expansión del virus va alcanzando su pico y nosotros estamos en “cuarentena voluntaria” por la incapacidad de diálogo de los actores políticos, vemos también llegar un nuevo pico de casos de corrupción: compras a familiares, sobreprecios, negocios hechos al margen de la ley, sin rendir cuentas a nadie y con un total desprecio por la vida de los enfermos y de quienes los están cuidando: personal de la salud, muchas veces desprotegido justamente por la falta de insumos. Con estos casos, Nayib Bukele se suma a la lista de los mismos de siempre, corruptos de todas las tendencias y partidos, que aprovecharon las tragedias para hacer negocios con el dinero del pueblo, enriqueciéndose en base a la desgracia de los más débiles. De esta forma, la corrupción se muestra como lo que es: una conducta enemiga de la vida, que para Monseñor Romero era lo más sagrado.

Ante esta situación ¿qué nos aporta su palabra?

En su cuarta carta pastoral publicada en agosto de 1979, Monseñor Romero condenó la corrupción directamente y sin rodeos. Citando la conferencia episcopal de Puebla dijo: “el deterioro creciente del cuadro político-social es consecuencia de la corrupción”, y exhortó a todos a que “luchen contra la corrupción, especialmente la económica en los distintos niveles, tanto en la administración pública como en la privada, pues en ella se causa un grave daño a la gran mayoría, y en modo particular a los más pobres y débiles”. ¿Por qué entonces condenamos la corrupción, venga de donde venga, y exigimos que se investigue y se castigue para que no se repita? Porque como nos enseña Romero, cuando hay corrupción algunos serán más ricos, pero todos seremos más pobres. La corrupción, al igual que el virus, empobrece y mata.

En este tiempo de pandemia, cuando muchos están perdiendo su salud, su trabajo, (cuya dignidad también es esencial para la vida, como nos recuerda el Papa Francisco: tierra, techo y trabajo) y cuando muchas familias se enfrentan a la incertidumbre y la angustia de cómo mantener la vida en pie, es imperdonable robar de los recursos públicos, o andar gastando tanto dinero del gobierno en campaña política adelantada de quienes buscan sus cinco minutos de fama, pagando fortunas en publicidad y fotos y siendo vectores del virus en las comunidades empobrecidas. Pareciera que a medida que aumentan los casos de COVID19, también aumenta el gasto en publicidad del gobierno: ¿no sería mejor aumentar la inversión en salud? ¿Acaso un voto vale una vida?

Para Romero, esto también es muestra del deterioro moral que vemos en el país: “la manipulación de los medios de comunicación social, por parte de los distintos poderes y grupos para distorsionar la información o para introducir falsas expectativas o necesidades ficticias, sin importarles contradecir los valores fundamentales de la cultura o del evangelio”. Manipular los datos de la pandemia, divulgar noticias falsas y crear expectativas en un momento de tanto dolor, son también formas de violencia y de ir en contra de los valores centrales que nos enseña el evangelio: la verdad, la justicia, la abundancia de la vida.

La voz de Romero nos acompaña en la denuncia y a la vez nos trae esperanza en este momento difícil, quedándose entre nosotros y acompañando a su pueblo: “Como iglesia no somos expertos en política ni queremos manejar la política desde sus mecanismos propios. Pero la inserción en el mundo socio-político, en el mundo en que se juega la vida y la muerte de las mayorías, es necesaria y urgente para que podamos mantener de verdad y no solo de palabra la fe en un Dios de vida y el seguimiento de Jesús”.

Aprendamos de Monseñor a no permanecer indiferentes ante el sufrimiento, a no bajar la guardia ante tanta adversidad y permanecer juntos en el cuidado, a rechazar la corrupción venga de donde venga, a buscar la verdad y la justicia, y a trabajar para que en nuestro país todos podamos tener vida en abundancia.

(Trabajado a partir de párrafos del Discurso con motivo del Doctorado Honoris Causa conferido por la Universidad de Lovaina el día 2 de frebrero de 1980.)

UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA “JOSÉ SIMEÓN CAÑAS”
MAESTRÍA EN TEOLOGÍA LATINOAMERICANA
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