El Genocidio. Luto Nacional

Todo se salió de control. El costo que pagaremos como sociedad será demasiado alto, altísimo. No hay alegría. Solo dolor, ese dolor que día a día aumenta. La frustración aparece. La impotencia grita. El llanto surge. El dolor es insoportable. Duele en el alma vivir la pérdida del personal de salud que está en la primera línea de fuego. Sufro cuando me entero de la muerte de una enfermera, de un motorista de ambulancia, de un colega, sea mi conocido o no, él es mi hermano, mi prójimo que escogió la forma más bella de morir que es salvando la vida de otros, en su mayoría, un desconocido. Aquí no hay mártires ni héroes, solo personal de salud masacrado que cumple su misión. Lamentablemente falta mucho para que este genocidio termine.

Cuando un gobierno ve a un enemigo en el que está exponiendo la vida por salvar la de otro significa que algo anda mal, que todo apesta. No es el odio ni el enfrentamiento que sacará este país de este terreno fangoso, será una visión compartida, algo que nunca ha existido, existe ni existirá. El Pinochini de América siempre reluce no con un brillo sino como una luz opaca, lúgubre, llorosa. Es el genocidio blanco. Recientemente alguien subió un comentario cuando el presidente recién asumía su cargo y le increpaba al gremio médico que si no les gusta su trabajo, que dejen sus plazas a otros; ¿Por qué no lo hace ahora?, ¿Qué pasó con los médicos de Guatemala, Nicaragua y Panamá que venían volando a trabajar a El Salvador?: Nadie, léase bien, nadie en su sano juicio vendrá a ser fusilado, una cosa es ser un abnegado profesional y otra es ser un suicida.

Se agradece la ayuda humanitaria de médicos españoles, sin embargo me pregunto: ¿Es personal que estará en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Rosales o estarán tras la última línea de fuego? ¿Será nuestra juventud médica la carne de cañón que seguirá muriendo? Poco se entiende el valor de un médico en una sociedad si lo contamos por los años de estudio, por los libros leídos, por los pacientes salvados; definitivamente es un nivel que no es fácil entender, personal de salud que día a día se arriesga y nada parece inmutar a los responsables de su seguridad, nadie da la cara, nadie. El genocidio blanco es también rojo y negro, rojo por esa sangre valiosísima que se pierde cuando muere un médico y negro por el luto que nos embarga el alma.

Esa ley que protege al personal de salud con un seguro de vida por quince mil dólares deberá ser retroactiva pues se pasa el centenar de fallecidos en el campo de batalla y que también obliga al gobierno a brindar el equipo de bioseguridad adecuado para la protección del personal de salud. Lo que vivimos son hogares sin rumbo, madres viudas a cargo de un hogar donde el que proveía falleció, niños huérfanos, horarios extenuantes, nada parece importar, ¡Nada importa, nada! Es tristísima la tragedia que vivimos los salvadoreños, pareciera una película de terror donde la muerte gana a la vida pero con el tiempo veremos que siempre el bien vence al mal.

No necesitamos halagos para trabajar, nunca he visto a un personal de salud pidiendo halagos o tristes y vergonzosas felicitaciones, todos sabemos qué hacer pero leer un comentario en las redes sociales atribuido al presidente de la república dice el naufragio que vivimos: “El día de ayer se celebró el día del médico, pero muchos de ellos salieron a las calles a exigir derechos influenciados por el 3%. Es por ello que ordené NO FELICITARLES. Nosotros desde PresidenciaSV hemos realizado una labor inigualable en esta emergencia”. Si ese comentario en las redes sociales es cierto, poco importa al personal de salud; no vivimos de palmaditas en la espalda, vivimos y morimos por el paciente, al contrario, esa clase de comentarios me exige ser mejor persona, ver al otro y aprender de lo malo como es el desprecio, el odio, el revanchismo, la auto estima trastocada para no caer en esos errores.

En la vida todo regresa, todo, nada se queda inmóvil, y es la misma vida la que pone todo en su lugar, algunos le llaman karma; otros, destino; yo les llamo leyes universales que todos tenemos que cumplir y tenemos el trabajo de ser mejores personas para evolucionar al momento de morir en alguien diferente y no quedarnos perdidos en el agujero negro por la eternidad. Nuevamente, el genocidio blanco sigue quitándonos las mejores cartas, no soporto ver morir más al personal de salud, este genocidio debe terminar, no se vale exponer a Maestros médicos, médicos internos, enfermeras, personal de servicio a una muerte agónica, ¡No se vale! Mientras unos mueren otros se enriquecen comprando botas y mascarillas y me pregunto ¿Quiénes son? Tan diferentes se creen para sentirse intocables de las leyes humanas y de las leyes divinas; pero la vida no trabaja así, todos, más temprano que tarde debemos entregar cuentas a un dios molesto por nuestra idolatría, y mientras mis amigos siguen intubados la fiesta sigue, es un carnaval del mal, una orgía en el inframundo donde todos usan máscaras con cachos, se regodean de ver a mis hermanos caer, ¡Detengan este genocidio por favor! ¿Cómo podemos ver un enemigo en el hacedor del bien?: Tristemente todo el personal de salud es un enemigo de un sistema político egoísta y perverso a la máxima potencia donde infundir miedo y el acoso lideran los valores.

Nuestros pacientes mueren por decenas cada día y mientras, se piensa en las elecciones internas de los partidos partidos políticos; nada parece más importante que ganar la próxima asamblea; quizá para ese momento ya no esté en este vil mundo, pero debe quedar un legado donde la verdad prime, señalar este genocidio y que esas muertes no queden en el olvido. No se vale ver cada día a mis amigos morir. ¡Y falta más! esa pobreza que poco a poco queda desnuda, que sin pudor alguno se exhibe, caldo de cultivo para la maldad, para la muerte. Ministro de salud, ¡RENUNCIE! no tiene ni el conocimiento ni la moral para usurpar el cargo que usted dispone, ¡Renuncie en el nombre de Dios! Sino será el diablo, mi amigo el que tomará venganza por las muertes de mis compañeros de mil batallas. Ministro de salud, retire a todo el personal de salud que lleva cuatro meses sin un descanso, envíelos a sus casas a descansar, pague ese miserable bono y rote a otro grupo de médicos, la exposición a la carga viral será menor y evitará que los médicos cansados, frustrados, deprimidos sucumban al virus y a su indiferencia.

Una cosa se debe saber, podemos morir todo el personal de salud, es una muerte pasajera y en segundos estaremos sirviendo a otros en el Cielo, jamás, léase jamás ¡el personal de salud morirá! Somos diferentes, damos amor en vez de odio, compasión en vez de desprecio, damos la vida para que otros vivan. Ver a un colega bajo la lluvia, firme, elegante, despedir a su gran amigo con un saludo militar dice la compasión que vivimos todo el personal de salud, un ejemplo a imitar.

Por: Francisco Parada Walsh, médico salvadoreño

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